LUNES 16.
Hacía ya un mundo que yo no charlaba con José Antonio
Rodríguez. Con quien mantuve muy buenas relaciones
durante el tiempo en el cual estuvo como viceconsejero en
Turismo. Pero hoy hemos coincidido en sitio donde también se
encontraban Manolo González Bolorino y Francisco
Torres. Y nos hemos pasado una hora pegando la hebra.
Han surgido anécdotas relacionadas con viajes que hicimos
juntos a Andalucía. Y, sobre todo, a El Puerto de Santa
María. A disfrutar de su Feria de Primavera y Fiesta del
Vino Fino. Luego, como no podía ser de otra manera, se ha
comentado el momento político que se está viviendo. Sometido
a las circunstancias negativas de una economía que nos trae
a todos por la calle de la amargura. Al final, como cierre y
despedida de nuestro encuentro, se me ha preguntado por cómo
le irá al Madrid en Munich y Barcelona. Y he opinado así: no
me fío de Casillas ni de Xavi Alonso. Y los
tres, es decir, Bolorino, Torres y Rodríguez se han
extrañado muchísimo.
Martes. 17
Alberto Gallardo y José María Pasamar
conversan en plena calle. Nada más acercarme a ellos me dan
la buena noticia: Alberto ha sido intervenido por última vez
y está ya en el tramo final de su recuperación. Así que no
me cupo más que decir: ¡Albricias! ¡Aleluya! ¡Viva la Pepa!
Y así me hubiera pasado toda la mañana, dando muestras de
alegría, de no haber estado en la vía pública. En fin, que
dejamos a Alberto en su casa, pues todavía anda con
molestias, y nos quedamos José María y yo charlando unos
minutos más. Tiempo suficiente para recordar que ambos
estuvimos años sin dirigirnos la palabra. Sin saber a
ciencia cierta qué había motivado semejante distanciamiento.
Hasta que un día nos reconciliamos. A partir de entonces,
nuestras relaciones volvieron a ser las que nunca debieron
interrumpirse. Así, cada vez que nos vemos tratamos de
recuperar el tiempo perdido. José María y yo hemos hablado
de todo un poco. De la maltrecha economía. De la Asociación
Deportiva Ceuta. De periodismo. Y de cómo la práctica
deportiva le ha servido a él en todos los aspectos. José
María Pasamar, por si ustedes no lo saben, lo mismo corre,
que nada, que monta en bicicleta y… bueno, que es un
deportista como la copa de un pino.
Miércoles. 18
Mi amistad con Pepe Ríos Pozo viene de lejos. De
cuando él frecuentaba el famoso Rincón del Hotel La Muralla.
Hace ya la tira de años. Pepe y yo tenemos en común que
somos madridistas fetén. En mi caso, desde luego, mi ser
madridista no me impide criticar a los jugadores que la
prensa madrileña sobrevalora porque sí. Pero hoy, aunque
hemos comentado algo de lo ocurrido en el Alianza Arenas de
Munich, lo principal de nuestra conversación ha radicado en
el premio que le han otorgado a su hija: Carmela Ríos.
Enorme periodista a la que yo tuve el placer de entrevistar
cuando estaba dando sus primeros pasos en el periodismo de
altura. CR, periodista de Noticias Cuatro, ha obtenido el
premio Ortega y Gasset al mejor trabajo de periodismo
digital por su cobertura en los primeros momentos del 15-M
en Madrid a través de Twitter. Un trabajo sensacional, según
el jurado. Pepe está exultante. Y sueña ya con que llegue el
día 8 de mayo; fecha en la cual su hija, Carmela, recibirá
su premio en el Caixaforum de Madrid. Me sumo, pues, a la
satisfacción del padre y felicito a la hija.
Jueves. 19
Tomo el aperitivo con Juan Antonio García Ponferrada.
Y charlamos, como siempre que nos vemos, de manera
distendida. Es lo que ha sucedido hoy. Y cuando llego a casa
y me dispongo a contarlo, mi memoria me incita a dar marcha
atrás. Y me pone en disposición de recrearme en la primera
vez que yo tuve la oportunidad de hablar con García
Ponferrada. Iba Juan Antonio con Fernando Jover. Y
los dos parecían hacer buenas migas. Aunque, en cuanto
abrieron la boca, un día del año 82, resulta que uno se
preciaba de seguir las ideas joseantonianas mientras el otro
se aferraba a la social democracia. Era cuando en España se
hablaba nada más que de política y de lo democrático que
éramos todos. Más tarde, asistí al desencuentro entre
Fernando y Juan Antonio. Pasados los años, escribí de ese
desencuentro sin saber que ya habían hecho las paces. Y
ambos me castigaron a comer con ellos para darme las quejas.
Pagó Fernando la comida y nos lo pasamos la mar de bien.
Como ya no cuela decirles a mis dos queridos amigos que
andan a la gresca, con el fin de que procedan a invitarme
para deshacer entuertos, sólo me queda comunicarles que
estoy dispuesto a sentarme con ellos en el lugar que elijan.
Para compartir un rato de charla. Y reírnos un rato. Pues,
tal y como está el patio, creo que es la mejor terapia para
combatir la mala leche que reina por todos los sitios.
Espero noticias.
Viernes. 20
Me llama un amigo y paisano, por la tarde, y resulta que se
sorprende cuando le digo que me ha cogido durmiendo la
siesta. Y lo primero que se le ocurre decirme es que ahora
entiende el motivo por el cual no llevo ya publicado algunos
libros sobre lo que me ha tocado vivir. Es decir, que me ha
llamado holgazán con suma delicadeza. A este amigo, porque
lo es de verdad, no le tomo en cuenta lo dicho ni le
contesto con una aspereza seria; pero sí le he respondido
que siempre he dado mucha importancia, desde el punto de
vista de la salud al dormir. Ya lo decía José Pla, el
célebre escritor catalán: “Creo que Dormir es más importante
que comer, y que la satisfacción de cualquier necesidad
física”. Y hacía la broma: “Esto, claro, no se le puede
decir a una señora porque las señoras los quieren, a veces,
despiertos. Pero ¿qué vamos a hacer si el ansia de dormir lo
vence todo, hasta las inclinaciones que parecen más firmes y
tienen una apariencia más granítica?”. En mi caso, cuando
duermo las horas necesarias me siento más correcto y más
construido. Si duermo poco y en desorden, el malestar físico
es evidente y mi carácter se resiente. Se agria un poco.
Tampoco es menos cierto que me levanto a prima mañana. Por
ello, además de dormir la siesta, en cuanto dan las once de
la noche, se me bajan las persianas oculares y no hay
espectáculo alguno televisado que sea capaz de mantenerme
despierto. Salvo que esté jugando el Madrid. A mi edad es
una bendición poder dormir como un lirón. Y cuando me llegue
el insomnio, a lo mejor estoy todavía en condiciones de
escribir a altas horas de la noche. Mientras tanto, dormir
es un disfrute al cual no quiero renunciar.
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