Cindy es el nombre de su velero, pero también el de “una
pequeña perrita” que le acompañaba por sus viajes, mar a
través, alrededor del mundo. Una de esas travesías es la que
en la madrugada del viernes le llevó a Ceuta. Nunca había
estado en la ciudad autónoma. Tampoco pensaba, de momento,
visitarla. Navegaba a timón, después de habérsele estropeado
el piloto automático y el motor, lo que le exigía la máxima
concentración mientras navegaba a la deriva en busca de una
solución. Pero después de cuatro días despierto, venció el
sueño y se quedó dormido. Cuando quiso darse cuenta, su
barco estaba varado en la arena de la playa de la Ribera,
tras haber chocado contra el espigón. La Guardia Civil -tal
como informó este medio en su edición de ayer- desplegó a
medianoche un amplio operativo para rescatarlo. Él no sabía
a dónde había llegado. Confiaba en no estar en Marruecos,
pues sostiene que viajar por el país vecino “trae muchas
complicaciones”. Tampoco imaginaba aún que estuviera en
Ceuta, esa ciudad “en España pero pegada a Marruecos”, como
le explicaría por teléfono a su novia al día siguiente
cuando esta le preguntaba por su ubicación.
Tiene 72 años y los últimos treinta los ha dedicado a
navegar. De nacionalidad sudafricana, lleva los últimos
tiempos residiendo en Vila Real de San Antonio, localidad al
sur de Portugal y colindante con Huelva. Allí es donde vive
su novia, la que le respondía ayer al otro lado del teléfono
y le preguntaba cuándo volvía. Pero él nunca planea los
viajes, según aseguraba ayer a EL PUEBLO, simplemente se
deja mecer por el mar. A su novia no le gusta navegar y esa
había sido una ventaja, puesto que para viajar prefiere la
soledad como compañera.
Los primeros viajes sí los hizo acompañados de la que era su
novia de entonces, antes de que decidiese dedicarse a
recorrer el mundo. Pero cuando se casaron él optó por viajar
solo y que ella se quedara en tierra. El matrimonio, en esas
condiciones y según él mismo reconoce, “duró muy poco”.
Desde entonces no ha vuelto a emprender largos trayectos en
compañía. Además, nunca tuvo hijos. Uno de los trayectos de
mayor duración y kilómetros que ha realizado es el que le
obligó la compra de este velero. El navegante fue hasta
Florida a comprar el barco que bautizaría como ‘Cindy’. Era
un velero construido en 1974 y que él adquirió hace diez
años. Era su quinto barco. Con él fue haciendo escalas de
Norteamérica hasta Latinoamérica y después decidió atravesar
el Océano Atlántico. Nuevamente lo hizo solo y tardó en
realizar el trayecto unos treinta días.
No se aburrió entonces ni se aburre ahora. Se siente “libre”
en el barco, y también es “feliz”, reconoce. Se considera a
sí mismo como un “gitano”, le gusta la sensación de no tener
casa fija, de ir de un lado a otro, como los nómadas. Es lo
que le ha gustado desde joven, sólo que cambió el asfalto de
su caravana por el mar.
El modo de financiar esos viajes es “fácil”. “El dinero que
todo el mundo gastaba en comprarse una casa, cuidar su
jardín, tener hijos y ver la televisión” es el que él ha
destinado a viajar. Cuando se quedaba sin dinero, trabajaba
para ahorrar. “He tenido muchos trabajos, he hecho de todo”,
recuerda, después matiza: “Aunque mi formación es la de
electricista”.
Asegura que para él viajar no es una afición, es mucho más,
es el único modo que tiene de concebir la vida, el mismo que
ha tenido siempre y que, asegura, no cree que cambie. Por
ello, si se le pregunta por un futuro en el que esté
“retirado”, se echa a reir y contesta: “Quizás, nunca”. No
programa, insiste, ningún viaje, como tampoco programa una
retirada. Se deja llevar por la corriente, como se dejó
arrastrar hasta Ceuta.
Eran las dos de la madrugada cuando fue rescatado por la
Guardia Civil y remolcado por Salvamento Marítimo hasta el
Muelle de España. Por eso ayer por la mañana le costó
despertarse. Antes de conversar con este medio, quiso
peinarse bien. Coqueto, se preocupaba por cómo saldría en
las fotos. Cuando se levantó de su barco conversó con los
efectivos y llamó a casa, a Portugal. Salvamento Marítimo le
informó de que debía dejar el barco en el Puerto Deportivo a
lo largo de la mañana. Una de sus preocupaciones era cuánto
le costaría. No supieron contestarle. Al cierre de esta
edición, el barco seguía en el Muelle de España y los
efectivos le llevaban buscando, sin resultado, toda la
tarde, para exigirle que moviese su velero.
Entre las preocupaciones del navegante también había otras
más ‘tecnológicas’: cargar el móvil, activar el ‘roaming’ o
encontrar conexión ‘Wi-Fi’. No en vano, viaja con muy pocas
cosas: ropa deportiva, algunas cosas de aseo, un adaptador
de enchufes y un e-book. El último libro que se ha leído es
uno de la escritora Jean M.Auel. Así, asegura que además de
tener a su alcance, en mitad del mar, un montón de libros,
disfruta de películas y música, otra de sus pasiones. “Y es
en 3D”, apunta mientras enseña su libro electrónico.
Hoy, o mañana, espera regresar a Portugal, aunque aún no
sabe cómo. Su vida ha sido el viaje. Brasil, Kenia,
Tailandia, Malasia, Singapur o isla de Borneo son algunos de
los territorios que nombra al recordar su pasaado. En
definitiva lo resume en su particular libertad. “La gente
está obsesionada con tener cosas materiales, yo no, y eso me
permite ser más libre -sostiene-, eso, al menos pienso yo”.
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