Nunca antes se ha escrito y
hablado tanto de la Policía Nacional. En mi caso, creo que
es la primera vez que le he dedicado atención a un organismo
del cual no me canso de repetir el mucho respeto que le
tengo. Hace poco, y basándome en conversaciones de personas
muy informadas de cuanto venía aconteciendo en el seno de la
Policía, me di cuenta de que se había desatado una crisis
interna. Y tuve a bien prestar oído a lo que se decía. Algo
que nunca antes me había interesado en absoluto.
Una crisis interna que no tenía razón de ser. Porque, cuando
a mí me dio por hurgar en la herida, resultó que las partes
enfrentadas, por nominarlas así, estaban de acuerdo en que
José Luis Torres, con sus defectos, como cada quisque
luce en el desempeño de cualquier función, era un buen jefe.
Tal es así que compartiendo yo charla con funcionarios que
me merecen mucho respeto, me dijeron que hiciera todo lo
posible por dedicarle una columna a Torres porque ellos
creían que era merecedor de ella. Mi respuesta fue que me
era imposible en aquel momento, debido a que no estaba
escribiendo.
De haber estado en activo, durante esos días, es decir, la
semana pasada, no habría tenido ningún inconveniente en
destacar los merecimientos de un Comisario que, no sé por
qué causa y motivo, no supo apreciar la defensa de él que
este periódico hizo en momentos donde estaba siendo puesto
en otros medios como chupa de dómine.
De hecho, en una de mis columnas anteriores, no tuve el
menor inconveniente en recordarle a Torres que lo que menos
apreciaba de su persona era su desagradecimiento con ‘El
Pueblo de Ceuta’. Nunca entendible. Cuando quien escribe, y
con el beneplácito de la Casa, no dudó nunca en reconocer
que el jefe de la Policía estaba siendo víctima del carácter
posesivo de personas aspirantes siempre a ser las primeras
en obtener las primicias policiales.
Pues bien, a partir de entonces, y como lector ávido que soy
de periódicos, creí, por lo que estos afirmaban, que Torres
había sido sustituido por Jaime Castellví. Luego,
pasados unos días, me desayuné con que ya no era el segundo
jefe de la Policía el sustituto del primero. Cuando yo
estaba hecho a la idea de que el sustituido estaba ya a
punto de tomar posesión de su cargo en Ciudad Real.
Tal es así que de no haberme tomado unas vacaciones de siete
días, seguramente me habría dado por despedir a Torres y
desearle toda la suerte del mundo a Castellví. Como mandan
los cánones de la buena educación. Y del deseo que uno
siente porque a los cargos policiales les vaya tan bien en
su tarea para que redunde en beneficio de nosotros: los
ciudadanos. Egoísmo puro. Claro que sí. Pero necesario a
todas luces.
Pues bien, cuál no sería mi sorpresa cuando leo unas
declaraciones del delegado del Gobierno, hace nada, diciendo
que no conviene hacerles caso a los comentarios, chismes o
rumores que se vienen publicando en relación con la Policía.
Que hasta que él no hable lo que tenemos que hacer es
guardar silencio con relación a la Policía. Y, claro, me
quedo in albis. Y en blanco estaba cuando desde Granada el
subdelegado del Gobierno ha afirmado que el relevo de Torres
será Pedro Luis Mélida.
Será así, si lo dicen en Granada y lo confirma la agencia
EFE. Pero yo no me fío hasta que no lo asevere
Pacoantonio. Cual debe ser.
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