El ahorro de “el chocolate del loro” nunca ha sido capaz de
aupar una economía. Pero una Feria del Libro bien montada,
con autores firmando y con música y atracciones, sí puede
suponer un alivio para los libreros que llevan años notando
la crisis.
Por más que “de los libros sale el pan”, el pan es de
primera necesidad y para muchos leer no lo es, cuestión de
criterios, porque existen aquellos para quienes el
crecimiento a través de la lectura resulta esencial y los
padres actuales están particularmente empeñados en rescatar
a sus hijos de la pantalla de la videoconsola y sustituirla
por un libro.
La Consejera insiste en que este importante evento cultural
se llevará a cabo, pero la propuesta aparece bastante
descafeinada y más que nada, poco atractiva y escasamente
lúdica. Será que todas las Ferias del Libro vienen a ser un
microcosmos conformado por diversos factores a saber, el
buen tiempo ya que raramente llueve en esos días en plan
conspiración de la Gran Mente Universal para favorecer la
adquisición de la sabiduría; por otra parte el ambiente es
festivo, los ciudadanos, sean más o menos lectores, acuden a
curiosear las novedades editoriales y a mirar lo que ofertan
las casetas y parece que, al final, siempre “se pica” y hay
una escalada de las ventas. Amen de que constituye una
oportunidad para salir a pasear, saludar a los conocidos y
disfrutar del espectáculo que se haya montado para la
ocasión bien dirigido al público adulto bien dirigido al
infantil.
Por supuesto que no se trata de emular la parafernalia de
las Ferias del Libro que se celebran en el Retiro madrileño,
de hecho la última vez que acudí fue en el año 2010 junto a
la galerista Carmina Macein y fuimos invitadas por Eduardo
Punset que era uno de los autores que estaban firmando
ejemplares. Y no fue una experiencia exactamente
“maravillosa” sino todo lo contrario porque allí las casetas
se instalan en dos largas filas flanqueando un paseo de
tierra y a pleno sol, con los escritores y los lectores
sudando la gota gorda y un par de chiringuitos instalados
entre las casetas de la parte central. En el 2010 la bebida
“estrella” eran unos enormes vasos de tubo de granizado de
limón bautizados con ginebra, eso para quienes consumen
bebidas espiritosas que no es mi caso ya que soy seguidora
de la coca-cola de toda la vida. Pero la sensación global
era de un bochorno polvoriento que hacía poco apetecible
pararse ante las casetas de las editoriales a indagar sobre
las ofertas y los super-ventas. En Málaga está en un plan
más confortable porque el Paseo del Parque disfruta de la
sombra de los árboles y lo mismo sucede en Marbella donde el
enclave también es sombreado y muy agradable.
Así mismo mi recuerdo de la pasada edición de la Feria del
Libro de Ceuta en el Revellín es de agrado porque todo se
veía muy atildado y muy pulcro, con una interesante oferta y
gran afluencia de público. Cuando económicamente la
situación general no es buena, los ciudadanos agradecen
cualquier ocasión de esparcimiento y la aprecian mucho más
que en tiempos de “vacas gordas” en el que se tiene
disponibilidad para salir de tapas o de copas o a merendar
con la familia. Pero en las vacas gordas y en la bonanza no
hace falta enjaretar entretenimientos para la ciudadanía
porque, con dinero en el bolsillo, la gente se entretiene
sola. Cuando hay que rizar el rizo y superarse es en las
épocas difíciles y eso parece haberlo entendido bien la
oposición de Carracao y de Caballas que han puesto el grito
en el cielo ante presumibles y futuribles “recortes” en el
oxígeno de importancia vital que es la cultura y sobre todo
la cultura del libro.
Porque que se ahorre en no financiar espectáculos absurdos
de onegetistas tipo “Payasitos sin fronteras” no es que a
muchos nos parezca un ahorro sino un gesto de cortesía ante
la sensibilidad del personal al ahorrarles estupideces. Pero
para los incentivar el amor por los libros todo es poco,
amor y respeto. ¿Y miren que me resultan poco simpáticos los
opositores con excepción del inevitable Carracao! Pero
cuando tienen un acierto hay que reconocerlo y habla mucho y
bien de ellos el empeñarse en no escatimar ni un céntimo en
eventos culturales y menos aún hacerlos en plan “cutre” y
cuando se barajan cifras que no son importantes.
Esto de ahorrar en casetas me parece tan fundamental para la
economía global de la Ciudad cómo el ahorrar en tampax para
la bisabuela. ¡Avergüéncense autoridades culturales de
Ceuta! porque Carracao siempre está a la que salta, pero que
hayan tenido que reclamar Alí y Aróstegui ya demuestra que
en en los escaños de enfrente a veces se cuecen buenas
sensibilidades en duras molleras.
Que se apañen y compren las casetas a plazos, porque la que
no entiende de plazos es la cultura, esa es al contado.
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