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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 18 DE ABRIL DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

Los recortes son recortes y nos afectan a todos
 


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Somos conscientes de la inmensidad de necesidades que ha creado en la ciudadanía la llamada “sociedad del bienestar”? ¿Nos damos cuenta de la ínfima capacidad que tenemos para tolerar la frustración? ¿Estamos mentalmente incapacitados para tener el valor de afrontar los tiempos difíciles con dignidad y espíritu de sacrificio? ¿Nos parecemos en “algo” a los alemanes o a esos pueblos que se crecen con las calamidades?.

Hoy es día para hacer referencia de forma repetitiva a ese “relativismo moral” que nos ha venido empozoñando el alma y el espíritu, introduciéndose de forma solapada en nuestras mentes, cómo una especie de virus letal e indetectable de lenta evolución y del que se ignora la presencia hasta que no saltan los síntomas mortales y mortíferos. Y este razonamiento está basado en las quejas y gemidos ante los recortes en Educación. Lógico, 10.000.000 de pobres españoles tienen recortado techo, cama y comida, así que aumentar el número de alumnos por aula no es una tragedia. La tragedia sería que esos mismos alumnos vivieran, cómo tantos con los que he bregado, en un asentamiento de chabolas o de casas prefabricadas, con la luz enganchada del punto más cercano y sin agua corriente, ratas, chatarra y cucarachas al por mayor. Esos son los que tienen derecho a quejarse y muy alto, a plena voz, los que se sientan en pupitres con sus libros de texto, en aulas limpias, con maestros y el privilegio de recibir educación no tienen derecho a quejarse de nada.

¿Que la ratio influye en el fracaso escolar? Según el pedagogo y el sociólogo que emita su opinión analítica. ¿Cuando comenzamos a hablar en España de ratio y desde hace cuantos siglos existen escuelas en España de las que han salido escritores, poetas, pintores, catedráticos, Premios Nobel, físicos, químicos, literatos, notarios, jueces, militares, registradores de la propiedad, comerciantes, empresarios, conquistadores, hombres ilustres y gobernantes? ¿Influía en el alumnado el que el profesor fuera un cura con la mala leche de un grajo, las aulas gélidas y oscuras y volaran las bofetadas? ¿Influía el que las monjas, más malas que basiliscos, entre reglazo y reglazo te obligara a recitar la lista de los reyes godos y cómo único libro de texto se tuviera una Enciclopedia General y cómo material escolar un lápiz, una goma, una libreta de rayas y un sacapuntas metálico a compartir? No.

No influye. Nada influye en la naturaleza humana, en la capacidad del niño y de la niña, del hombre y de la mujer, para superar obstáculos y salir más fuertes. ¿No estudiábamos en Granada en los años 70 con las facultades en huelga, con el abrigo puesto y los guantes? ¿No nos salían sabañones en las manos porque el agua caliente era un lujo escaso? ¿Y no salieron de esos años 70 y 60 y 50, generaciones de “excelentes”? ¿Y aplicaban en los hogares algo distinto a una especie de disciplina espartana? Porque la Inteligencia Emocional y su potenciación, la capacidad de empatía, la resiliciencia, la asertividad, la terapia Gestalt, el tratar de que nuestros hijos no fueran cómo nosotros, unos tarados emocionales sino capaces de expresar sus sentimientos en libertad y desde la libertad, eso fue a partir de finales de los 80 y principios de los 90.

Y eso es lo malo de los extremos. De la moral luterana y restrictiva al “destape”. De la disciplina cuartelera y el castigo al “ser colegas” y a la pérdida de figuras de autoridad cómo referencia. Y miren el ejemplo de Francia, un país que ha tenido que rescatar modelos de conducta que ya se consideraban “caducos y superados” para tratar de sacar adelante a una parte de su juventud que estaba casi perdida.

¿Ratio y atención personalizada? ¿Tuvieron Camilo José Cela, Alberti, García Lorca, Calvo Sotelo, el doctor Barraquer, Picasso, Joaquín Sorolla, Blasco Ibañez, Salvador Dalí, María Zambrano y miles que en la Historia han sido ni ratios, ni apoyos, ni leches? Tuvieron escuelas siniestras, maestros siniestros, disciplina siniestra y en su mayor parte padres bastante estrictos. Y cómo consiguieron superar todas las dificultades y crecer con ellas “fueron”. Y se sintieron privilegiados, agradecidos y reconocidos por haber tenido la inmensa fortuna de poder estudiar y aprovecharon con avidez la oportunidad, sedientos por aprender, porque habían sido educados para saber que “de los libros sale el pan”. Y hoy, que el privilegio de aprender es un derecho, se han deformado hasta tal punto los valores que más de un alumno piensa que “está haciendo un favor” al recibir lo que millones de niños del Tercer Mundo, sentados en el suelo ante la pizarra, consideran una bendición de Dios.

Menos ratio y más educar en principios, menos gemidos y más hablar claro, para que se entienda. De los libros sale el pan. Para quien lo quiera.
 

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