Si tiramos de los anales de la Historia podemos encontrar
las primeras Cruces de Mayo allá por la época visigótica y
en nuestra bella liturgia mozárabe toledana, vergonzosamente
relegada por los latinajos romanos y que permanece aún
latente en el seno de antiguas familias manchegas, dispuesta
a ser recuperada por la Iberia Vieja que no es latina sino
secularmente celtíbera.
Así la fiesta de la exaltación de la Veracruz es sustancia
arquetípica de nuestros genes y forma parte de un ADN que se
revuelve con el solsticio de primavera cuando la Madre
Tierra florece en todo su esplendor. ¿Y es que alguien puede
echarnos la pata por lo alto en lo que se refiere a
tradiciones religiosas y culturales que, no es que se
pierdan en la noche de los tiempos, sino que se pierden y
reaparecen en lo alto del Sinaí para proyectarse al mundo
entero?.
Pero, para “sentirlo” hay que haberlo mamado, desde la gruta
del neolítico hasta el apartamento hipotecado actual, porque
es algo que “está” y llevamos impreso hasta en el más
recóndito pliegue de la glándula pineal. Con esto quiero
decir que las tradiciones, ni tocarlas. Porque son nuestras
raíces y sin raíces quedan dos alternativas: o secarnos o
convertirnos en claveles de plástico de los veinte duros.
Y la suerte que tenemos en Ceuta es que durante todo el mayo
florido se puede disfrutar del espectáculo decorativo y de
tintes oníricos de esas decoraciones florales cuajadas de
parafernalia, el arte en las calles, piezas de calidad
museística conformadas por un burbujear de flores perfumada.
Ikebana celtíbero. Explosión gozosa del resurgir de la
primavera y de la riqueza intrínseca de nuestro inmenso
patrimonio histórico-artístico.
También cómo en tiempos de nuestro abuelo Recesvinto el
visigodo y nuestros bisabuelos celtas y druídicos que no
decoraban cruces sino árboles con cintas y zalemas (no había
llegado aún nuestra Era, faltaba algún siglo que otro)
nosotros nos entusiasmamos en torno a la cruz de claveles
reventones, de rosas aterciopeladas, de ramas de gladiolos,
de la gloria de Dios en arte floral, por devoción y por
contento. Fiestas populares de buen yantar y mejor beber. Y
que no se quejen los hosteleros porque son días puntuales en
unos fines de semana en los que, si quieres tomarte un
domingo un café de noche por el centro te encuentras las
persianas de los establecimientos cerradas. ¿O es que se van
a sumar en bloque a la alternativa de open city y van a
abrir todos, todos los fines de semana para atraer al
turismo y poderle atender? Más bien no.
Por eso me parece muy mezquino tratar de reprimir la
diversión y la holganza de los ciudadanos y su posibilidad
de montar chiringuitos en plan lúdico-festivo. Eso es
mezquino, pero que se metan y se entrometan por medio
partidos localistas a quienes ni les va ni les viene, eso me
parece absolutamente el apocalipsis de la ruindad.
Máxime cuando se trata de una festividad que despierta un
hondo fervor religioso en la ciudadanía y en unos momentos
en los que dejamos atrás unos tiempos oscuros en los que los
cristianos hemos sido duramente perseguidos, por lo que, las
sensibilidades se encuentran a flor de piel y parece que
cualquier pequeña infamia, escuece y nos pone levantiscos
contra el que trata de orpimirnos.
Sencillamente que nos dejen tranquilos con nuestras
tradiciones, porque no nos han tocado en una tómbola ni son
una concesión administrativa, sino que nos vienen “de
fábrica judeocristiana”. Puro y recio abolengo. Y a quien le
joda, que se purgue con aceite de ricino o con un café de la
cafetería de los barcos de Balearia.
¿Competencia desleal a los hosteleros? Ni existe en las
Cruces de Mayo, ni existe en la feria, ni existe en las
romerías, ni existe en las tardes de toros ... La sola queja
de los hosteleros ya es una pequeña afrenta, porque están
arremetiendo contra hechos puntuales en fechas
significativas y puntuales, en plan negativo. Si fueran
positivos sumarían en lugar de restar y se apresurarían a
montar en sus establecimientos bellas Cruces de Mayo para
contento y disfrute de la clientela. Para el arte, la
cultura, la belleza, la exhibición ornamental de la
hermosura, la celebración, el jolgorio, el tapeo, el picoteo
y demás, no pueden haber límites. Tan sólo cómo mucho para
el cante, pero sin prohibirlo, tan solo moderándolo.
¿Y que pintan los políticos? Nada. Puro ventajismo. Y mucha
envidia. Por todo, porque los hosteleros pueden lanzarse y
poner Cruces, por las cofradías, por los vecinos, por las
flores, por el arte, por el contento, por....
|