Querida Madre Tierra: Permíteme
esta misiva, después de tanto olvido, pero sé que me
perdonarás. Este desahogo es fruto de la desolación en la
que me encuentro, al ver que el modelo de desarrollo que nos
habíamos trazado, se nos viene abajo. La historia reciente
está, con frecuencia, marcada por diversos conflictos, por
injusticias sociales y por varias formas de violencia
temibles y terribles. Las consecuencias del desorden actual
confirman la urgente necesidad, de que se aviven y se hagan
realidad, los principios de la justicia, de libertad y de
solidaridad entre nosotros. Aquel derecho innato, natural,
de uso de los bienes terrenales, lo violan a diario los
indecentes mercados de poder, fruto de la preocupante
degeneración espiritual y moral que padecemos en todo el
planeta. Estoy convencido, seguro que tú también, que como
primer paso es fundamental desarmar la ciudadanía, limpiar
de corruptos los estamentos públicos con una verdadera ética
cívica, e invertir en el acceso a energías limpias. Si en
verdad, de una vez por todas, nos propusiésemos alcanzar un
equilibrio justo entre las necesidades económicas, sociales
y ambientales de las generaciones presentes y futuras,
tendríamos menos batallas y más concordia entre la Madre y
sus hijos, que es lo que da vida y goce, paz y bien.
Esta es la cuestión que más me afana y desvela, Madre. En el
mundo actual, cada vez son más los ciudadanos que elevan su
voz para denunciar los daños causados por nuestra forma de
ser y de actuar. Esto es una buena noticia. Ha llegado el
momento de decir basta, ante aquellos que buscan
desenfrenadamente el crecimiento económico a cualquier
precio, abusando de los recursos, e importándoles nada, la
contaminación de las atmósferas y el agua. Por tanto,
tenemos que ir más allá del mero reconocimiento del planeta,
puesto que la interdependencia de unos y otros está en la
raíz misma de la vida. Sería bueno que, coincidiendo con el
Dia Internacional de la Madre Tierra, tú día y el día de
todos nosotros, 22 de abril, nos interrogásemos sobre
nuestra manera de proceder diariamente. Solidarizarse
contigo, todos con todos, sería un avance sin precedentes en
la historia humana. A veces, podemos tener la impresión de
que nuestras decisiones individuales carecen de relevancia
en el ámbito de toda una inmensidad de planeta o de cosmos,
esto no es así, un grano si hace granero y también lo ayuda
a crecer. Muchas pequeñas acciones fermentan una gran
acción. Por eso, es necesario proporcionar a la ciudadanía,
en particular a la savia joven, una educación en valores
cívicos, para tomar conciencia de lo que representa vuestro
título, la Madre Tierra, en nuestra existencia.
Para empezar, eres nuestro hogar. Nada menos y nada más.
Percibimos en tu rostro nuestra presión, Madre. Justo es
reconocer la vida que te damos los humanos, los que debíamos
cuidarte, protegerte, animarte, vivirte y desvivirnos por
ti. Sabemos que sin una acogida ambiental sostenible tenemos
pocas posibilidades de avanzar, de mejorar nuestra salud y
el bienestar de todos tus moradores. Seguimos siendo los
humanos, una familia desagradecida, desorientada, que aún
considera el mundo de los pueblos como una realidad
secundaria, favoreciendo las irrespirables ciudades frías,
sin más calor que el que nos damos artificialmente. Sin
duda, hay que prestar mucha más atención al mundo rural y a
sus valores, salvaguardando su diversidad biológica, y
viendo la manera de reponer capitales de la naturaleza,
dilapidados por las manos del hombre. Lo sabemos, y
empezamos a ver las consecuencias de no haber protegido bien
nuestra inversión materna, pero nuestra necedad, madre de
todos nuestros males, sigue gobernando nuestras vidas; no en
vano, desde los tiempos de Adán y Eva, los necios están en
mayoría.
Tierra Madre ayúdanos a proseguir el camino de la armonía y
a saber vivir con la naturaleza del verso y la palabra. Se
podrá concebir de forma distinta la tradición intelectual
entre oriente y occidente, pero nuestro futuro es común. Qué
bueno sería Madre se produjese en el mundo un cambio total
de mentalidad, sobre todo en nuestros absurdos sistemas de
producción. ¿Te imaginas - Madre- fuese natural hallar valor
y sentido en la vida según lo que contribuye cada uno a
restaurar el planeta; y según lo que uno repone, obtener las
rentas?. Sería otra forma de premiar el bienestar.
Habitualmente los países han utilizado el producto interior
bruto (PIB) como indicador indirecto del bienestar nacional.
En términos generales, el objetivo de la mayor parte de las
naciones ha sido aumentar los medios económicos de la
población. Sin embargo, tú ya sabes Madre, que el dinero no
siempre produce una sensación de tranquilidad. La
satisfacción de la ciudadanía abarca, entre otros manjares,
las relaciones interpersonales, la salud y un medio ambiente
puro, aspectos que normalmente no se tienen en cuenta.
He de concluir esta misiva, escrita más con el corazón que
con la cabeza, siguiendo la idea Quevediana de “los que de
corazón se quieren sólo con el corazón se hablan”, pensando
en nuestra familia, o sea, en toda la humanidad, que un día
nos hemos vuelto materialistas y consumistas, creyendo en
que así seriamos más felices, y es todo lo contrario. La
ceguera, como sabes Madre, nos ha llevado a la mayor de las
esclavitudes y al mayor de los absurdos. Tu contaminación es
nuestra contaminación y tu agonía es también nuestro
agotamiento. Hemos de volver a las raíces de nuestra
historia, tomar la naturaleza como fuente de orientación y
reintegrarnos en esa familia humana que no se olvida de su
Madre. En consecuencia, reiterar mi gratitud a las fuentes,
Madre, ahora que andamos envueltos en un sin fin de
aprietos. Tu capacidad regeneradora nos ayudará a poder
seguir viviendo. Abrazados por esta esperanza, se despide
uno de tus miles de millones de hijos, obrero de la armonía,
de la conciliación y del acercamiento humano.
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