Casi cien años después de que tuviera lugar, la batalla del
Somme, que enfrentó a tropas británicas y francesas contra
las alemanas durante la Primera Guerra Mundial, sigue
presente en la memoria de cientos de personas. En la zona
que recorre el río del mismo nombre, al norte de Francia, la
organización irlandesa ‘Somme Association’ trabaja desde
hace años en la reconstrucción de trincheras y el
mantenimiento de un museo dedicado a la memoria del millón
de soldados que perdieron la vida allí. José Fernández
Ahumada, sargento del Ramix 30 en Ceuta, acaba de visitar la
zona como voluntario durante una semana y ha vuelto marcado
por una experiencia “que todo el mundo debería conocer”.
“No es que me haya cambiado la vida, pero sí me ha llenado
de emociones y me parece que tiene mucho sentido. Ha sido un
viaje que me ha dado mucho que pensar”, afirma el joven,
seguramente el único voluntario español que ha colaborado en
este proyecto hasta la fecha, gracias a la amistad que
mantiene desde 2009 con el capitán británico Simon Jenkins,
con quien coincidió en el cuartel civil de la OTAN durante
su paso por la misión en Afganistán y le invitó
personalmente.
Durante su viaje a Francia, Ahumada colaboró junto a los
arqueólogos de la asociación en el mantenimiento de las
trincheras y la extracción de tierra de las mismas. “Aunque
el trabajo físico era duro, ha sido muy fácil encontrar la
motivación. Nada más levantarte lo primero que veías delante
de tí era el inmenso cementerio con las miles de lápidas
recordándote lo que sucedió allí mismo”, recuerda. En el
bosque de Thiepval Wood, donde se encuentra el recinto en el
que se están abriendo las trincheras al público para que
puedan ‘disfrutarlas’, hay ya un museo que recibe visitas
periódicas de colegios para que conozcan la historia de la
guerra desde cerca. Todo ello es posible gracias a las
aportaciones de la ciudadanía, que son quienes mantienen a
flote la organización.
A día de hoy, siguen surgiendo de las entrañas de este
pedazo de tierra, escenario de una de las batallas más
sangrientas de toda el enfrentamiento, fragmentos de miles
de historias que, gracias al trabajo de los arqueólogos y
voluntarios sigue manteniendo viva la memoria de lo que
sucedió.
Ahumada, que durante su colaboración encontró balas tanto
francesas como alemanas en las trincheras, e incluso un bote
de morfina que todavía mantenía algunas gotas en su
interior, recuerda emocionado algunas de las historias que
le relató el hombre que cuida del museo. “Ha sido eso que me
ha conmovido, el ver que toda esta gente sigue estudiando la
historia de los 80.000 desaparecidos, y lo hacen con un
inmenso respeto. No importa que fueran alemanes, franceses o
ingleses, vi incluso la lápida de un capitán inglés de quien
habían escrito, en alemán ‘dedicado a la memoria del
valiente capitán”.
“Quien ha recuperado todo esto es la gente”, añade Ahumada,
que reconoce sentir cierta vergüenza de que cosas como esta
no sucedan en España. “Si la gente de aquí viera esto se
daría cuenta de que hay que perdonar, todos los que murieron
tanto aquí como en nuestra Guerra Civil merecen el mismo
respeto”.
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Historia de un reencuentro, noventa y ocho años después
El trabajo de los arqueólogos y
colaboradores de ‘Somme Association‘ ha permitido que
todavía hoy se sigan reuniendo las piezas de familias
desestructuras por la I Guerra Mundial. Un ejemplo es el de
un militar alemán, de nombre Alfred, cuya placa
identificativa fue descubierta en las trincheras por el
equipo de colaboradores de la entidad. Al informarse sobre
el nombre y los antecedentes de la misma descubrieron que
uno de los cuatro hijos que tuvo el hombre todavía estaba
vivo, a sus 103 años de edad. Se pusieron en contacto con él
para decirle que habían encontrado los restos de su padre,
al que éste vio por última vez cuando tenía cinco años. Tres
semanas después de aquello, el hijo de Alfred falleció, al
fin pudo descansar en paz.
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