José Antonio Carracao ha sido proclamado secretario general
del PSOE ceutí por la Comisión Electoral de su partido.
Revalida así su liderazgo en las urnas, tras optar con 23
avales, es decir, un 30% de los apoyos, contra los 15
exiguos de su oponente, Enrique Moya. El veredicto de las
urnas decantó aún más la balanza del lado de la candidatura
oficialista que logró 53 votos de los 68 emitidos. Un
pronunciamiento diáfano que no fue óbice para que el
aspirante, alejado últimamente de los avatares políticos,
concurriera, casi a última hora, con una candidatura que
pretendía “hacerse oir” y ser el contrapunto de Carracao,
para ejercer su acción crítica en el seno de partido.
Disconformidad con los ERES andaluces, con el caso Filesa,
con la duplicidad de empleos en época de crisis, con la
sobredimensión del Comité Ejecutivo regional y censurando la
doble moral que le atribuyen al PP: “No podemos exigir
ahorro y no hacerlo”, dijo Moya.
Hubo algún respingo, también quien le dijo “sotto voce” que
había hablado con el corazón y destacó que la diversidad de
criterios es ejemplo de democracia y enriquece el debate
político. Un pronunciamiento hecho en fecha emblemática: la
conmemoración de la II República.
En el ideario político de ambos candidatos, varios puntos
coincidentes: el aumento de la filiación, la creación de un
grupo de veteranos socialistas, la recuperación de la
memoria histórica del partido, la apertura a los sectores
sociales, y con el horizonte puesto a cuatro años vista,
convertirse en alternativa calara de gobierno.
Para Carracao no es incompatible tener un discurso ceutí y
ser socialista. Para Enrique Moya hay que desterrar viejas
prácticas sin marginar a quien pueda ser un obstáculo y como
no estaba de acuerdo en que Carracao tuviera un paseo
triunfal siendo el único candidato, quiso hacer oir su voz,
aún a sabiendas que no tenía posibilidades serias de superar
a la candidatura oficial.
El mejor reconocimiento para Moya fue que Carracao, en su
discurso como nuevo secretario general reconoció que
compartía el 80% del planteamiento de su oponente. Hizo gala
de humildad y sentido aglutinador, al decir también que
contaría con su adversario, de quien agradeció su talante.
Los socialistas se sintieron reconfortados, esta vez, de la
calidad democráticas, bien distinta de aquéllos convulsos
episodios cuando Antonio Gil, Basilio Fernández y otros, con
el Juzgado de por medio, mostraron sus discrepancias en
aquélla triste situación en el Hotel Tryp con improperios
malsonantes. Como el tiempo todo lo cura, dos años y medio
después, se han restañado las heridas y se mira al frente.
Hubo alusiones anecdótica como la referencia al senador del
PP surgido de su cantera al igual que tantos otros que
militan en partidos localistas. También hubo emocionadas
alusiones al desaparecido Fructuoso Miaja, por parte de
ambos candidatos y autocrítica como las palabras de Carracao
en su exposición como candidatos: “La realidad económica nos
perjudicó en cuanto a la credibilidad cuando dijimos que el
PP iba a venir con la guadaña, pero no nos creyeron”. Una
realidad que, también en sus propias palabras, “como
socialistas nos preocupa, pero como ceutíes, nos altera”.
Y hubo emoción por parte del ganador al recordar el
tratamiento que le daba Fructuoso Miaja: “Me hubiera gustado
que alguien pudiera haber dicho traerme el voto del niño; me
hubiera gustado que el compañero Fructuoso Miaja estuviera
entre nosotros”.
En definitiva, José Antonio Carracao se alzó vencedor, tal y
como estaba previsto, sin escándalos ni convulsiones y
Enrique Moya, fue el contrapunto, que puso su pizca de
crítica en lo que trataba de evitar que fuera una balsa de
aceite de Congreso con absoluta calma. Y lo cierto es que no
está mal dejar de mirarse al ombligo porque otras opiniones
pueden ser muy positivas aunque no nos gusten.
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