La situación que viven muchos
españoles y también el propio país, en este galimatías de
nacionalidades y regiones, por cierto cada día más
insolidarias entre sí, es verdaderamente preocupante. Hasta
ahora, los políticos de las mil administraciones que cosecha
esta nación, han sido nefastos dirigentes y nulos
administradores, han gastado lo que no está en los escritos.
Los españoles no dan credibilidad ninguna a este gremio,
muchos de los cuales han tomado la política como negocio, en
lugar de servicio a la comunidad. Sólo hay que ver los casos
de corrupción que a diario nos sorprenden, de todos los
bandos políticos. Y para colmo de males, estos señores, con
poder en plaza, que no saben lo que es servir al ciudadano,
suelen hacer política partidista, son sectarios a más no
poder, lo que contradice los principios democráticos, de
consensuar posturas y solucionar problemas.
Ellos, a veces, son la auténtica contradicción. Dicen lo que
no hacen y hacen lo que no dicen. Sálvese el que pueda. Son
mujeres y hombres de partido, no de Estado. Ciertamente,
unido al problema de la crisis financiera, tenemos el
problema de la clase privilegiada de los políticos, a los
que para nada todavía les ha afectado dificultad alguna. La
consecuencia de este desbarajuste es bien clara: nadie se
fía de nadie. Los mercados tampoco confían en un país
dividido, con una buena parte de la ciudadanía parada y otra
buena parte subvencionada, con migajas, pero asistida, desde
luego más en la ociosidad, que en prepararse para conseguir
un trabajo.
Ahí está el ejemplo de centenares de empresas y fundaciones
públicas que operan bajo régimen jurídico privado, pero que
viven de las subvenciones totalmente. O la concurrencia de
organizaciones políticas, sindicales, patronales, y un sin
fin de asociaciones, muchas de ellas de dudoso objetivo de
interés social, que siguen recibiendo subvenciones y
prebendas, sin afectarles el mal trance que padecemos. Por
el contrario, el descenso de los recursos disponibles para
investigación es el mayor que nunca se ha producido desde
que se puso en marcha el sistema moderno de I+D. Así no se
puede avanzar, sino somos capaces de priorizar lo que es
importante de lo que es fundamental.
La España de la subvención y el despilfarro tiene que
desaparecer cuanto antes. Caiga quien caiga. Que devuelvan
lo robado los corruptos y que paguen por el mal uso lo que
es de todos. Hace tiempo que la unidad nacional en este país
peligra y hace tiempo, igualmente, que se deberían modificar
algunos artículos de la constitución, como el referido a las
competencias territoriales. No se pueden mantener diecisiete
mini-estados dentro de un Estado que cosecha el índice más
alto de desempleo de la Unión Europea, y de corrupción como
jamás se ha conocido. A las Comunidades Autónomas se le ha
dado el todo por el todo, sin límite alguno, y habría que
volver a reconducir temas de Estado, como puede ser
educación o sanidad.
Por otra parte, cuando la promoción ciudadana queda
exclusivamente en manos del Estado, la labor social se
reduce a la administración de unos recursos a través de una
serie de trámites burocráticos, en los que si cumples unos
determinados requisitos, no siempre transparentes, te
conceden tal subvención o curso de formación, por el hecho
sin más de estar en una lista como desocupado, y a veces, ni
eso. Considero que la promoción humana es una labor mucho
más compleja. Se trata de acompañar a la persona en sus
aprietos, lo que significa dialogar, comprender, ponerse en
el lugar del otro, y para ayudar al otro primero hay que
conocerlo y amarlo tal y como es, como sabemos cada
ciudadano es único y singular.
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