El tema penitenciario siempre resulta interesante, sobre
todo desde que las nuevas modalidades delictivas que van
desde los delitos societarios al nebuloso blanqueo y desde
las alcoholemias al quebrantamiento de una orden de
alejamiento, han ido cambiando en parte el perfil de la
población de las prisiones. De hecho que el que está libre
de riesgo que tire la primera piedra y si no que se lo
cuenten a los implicados en macrooperaciones con trasfondo
urbanístico o en los procelosos temas de cohecho.
De ahí que lo que ocurra en el mundo entre rejas no debe ser
para nadie indiferente, no ya por un mínimo de humanidad,
sino por pura conveniencia. ¿Y si le toca a algún conocido?
Porque a la cárcel van asesinos inmundos como el que mató a
la pequeña Mari Luz o el repulsivo “Boca” asesino de otra
chiquitina y que por cierto debe haber estado en un buen
Centro cuando le han dado el pasaporte y la libertad con tan
sólo la mitad de la pena cumplida, ante el furor de toda la
sociedad. ¿Y por qué a ese tipo de indeseables no les mandan
a la desagradable cárcel de Algeciras donde conseguir un
vulgar permiso, para el que se cumplen todos los requisitos,
es poco menos que una ordalía?.
Pero, mal funcionamiento al margen, en toda ciudad que se
precie y cuente con un hospital mediano y una cárcel, en el
hospital hay un área de seguridad delimitada para enfermos
penitenciarios, en Algeciras la hay y lo sé porque estuve
visitando a un imputado, consiste en acotar dos o tres
habitaciones y ponerles la clásica puerta de seguridad con
mirilla y fuera un par de guardias. ¿Será por espacio en
nuestro abolengoso Hospital Universitario? Espacio para dar
y regalar hasta el punto de que se necesita un GPS para
andar por los pasillos y si no que se lo cuenten a la
senadora Luz Elena que anduvo conmigo perdida mientras
tratábamos de encontrar a un bebé enfermo.
La verdad es que, normalmente, los módulos de enfermería de
las prisiones pueden dispensar atención y cuidados hasta un
límite y en algunas prisiones cómo en la de Alhaurín que a
falta de uno son dos los módulos, hasta límites
insospechados porque aquello es de lujo. Pero siempre están
los internos que necesitan hospitalización por una
enfermedad grave o por una operación y tener al preso
engrilletado a una cama y con dos guardias en la puerta por
turnos, es una crueldad para el preso, una incomodidad para
los guardias y un gasto suntuario para el Estado. Cuando
faltan medios y espacio, es decir, metros cuadrados, hay que
adaptarse a lo que existe. Y la propuesta de instalar el
área penitenciaria en el hospital ceutí es talentosa y
prueba que sus artífices intelectuales son buenos
conocedores de la realidad y de los problemas auténticos que
acucian a la sociedad. Y más en estos tiempos en los que las
prisiones españolas se encuentran muy por encima de su
capacidad por el gran número de población reclusa extranjera
tanto preventiva cómo en grado de cumplimiento ya que la
estulticia de nuestros, hasta hace poco Gobernantes no les
ha hecho aprovechar los convenios suscritos con determinadas
naciones y enviar obligatoriamente a los penados extranjeros
a cumplir en sus países de origen.
Saturación en las cárceles y módulos de enfermería que salvo
excepciones cómo en la nueva cárcel-Ritz de Álava levantada
en honor de los asesinos de ETA y para dotarles del mayor
confort , las enfermerías habitualmente ocupadas por los
crónicos no tienen medios ni personal para atender a
enfermos más graves que tienen que ser derivados a las
plantas hospitalarias y no digamos a los infecciosos.
Recuerdo que en el verano del año 2006 y por un caso de
tuberculosis la dirección de la cárcel de Alhaurín se vio
obligada a aislar a todos los enfermos de módulo 1 de
enfermería y a los pobrecitos les tuvieron que meter en las
celdas de aislamiento del módulo 7 hasta comprobar si se
habían contagiado. A los infecciosos no se les puede tener
con los comunes, porque para eso están las áreas
penitenciarias de los hospitales donde pueden señalar un par
de habitaciones cómo de aislamiento. Más los presos
psiquiátricos que aún no hayan sido derivados ni al
psiquiátrico penitenciario de Alcalá de Guadaira en Sevilla
o a Font Calent en Alicante (son los que pillan más cerca) y
tampoco les pueden dejar sueltos por las enfermerías porque
si les da un brote pueden agredir a los otros reclusos o al
personal. Precisamente en Alhaurín en el verano del 2006 un
interno de enfermería ensartó a otro con el palo afilado de
un cepillo de barrer.
Pero la amplitud de nuestro hospital universitario da hasta
para psiquiatría penitenciaria. Buena idea, excelente idea,
se ve que hay gente que piensa.
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