No sé si los ciudadanos saben cómo funcionan, o cómo
deberían funcionar, los gabinetes de prensa. De hecho, como
los periodistas estamos tan acostumbrados a tratar con
ellos, desconozco si el pueblo sabe realmente qué es un
gabinete o departamento de comunicación. El deber de un
periodista es mostrarle la realidad al lector, oyente o
televidente. A veces la información llega de primera mano.
La persona que protagoniza una noticia trata de manera
directa con la prensa. Es la situación deseable. En otras
ocasiones, principalmente cuando la información procede de
una institución, existen unos intermediarios. Esos son los
gabinetes de prensa. La función de las personas que trabajan
ahí -y a las que se les presupone conocimientos en
comunicación- es facilitar las relaciones entre los medios
de comunicación y la correspondiente institución, a fin de
que al ciudadano llegue un resultado transparente. Digamos
que ese experto en comunicación corporativa debe saber
mostrar ‘la cara amable’ de la institución para la que
trabaja, y para ello debe hacer fácil la tarea del
periodista: facilitar datos, concertar entrevistas,
etcétera. Los periodistas, sin embargo, nos encontramos a
menudo con que los profesionales de los gabinetes de prensa
-que normalmente no hacen otra cosa que acatar órdenes de
unos superiores que desconocen el lenguaje comunicativo-
actúan no como mediadores sino como barreras a la
comunicación. La política de comunicación de los gobiernos
ha sido criticada en tiempos precedentes y en los actuales.
Los gerentes deben aprender a canalizar a través de estos
gabinetes su información, no a ponerle cortapisas.
En Ceuta nos enfrentamos cada día a este problema, con
gabinetes de prensa de las instituciones y administraciones
locales y nacionales que no facilitan la comunicación, sino
que la complican. Si optas por las vías oficiales, la
información suele llegar tarde y sesgada. La última
situación de estas características ocurrió ayer. Este medio
quiso tomar unas fotografías en el servicio de Psiquiatría
del Hospital Universitario durante una visita realizada a la
unidad junto con el sindicato USO. El psiquiatra propuso que
la petición se hiciera a través de la responsable de prensa.
Lo que debía haber sido un puro trámite de comunicar esta
situación se convirtió en un ‘Vuelva usted mañana’, en un
‘Ya avisaremos cuando se pueda hacer la foto’. Barreras a la
información, una vez más.
La situación precedente ocurrió también con otra información
concreta, unos datos que este medio pidió al Ingesa sobre
las cesáreas practicadas. El día 7 de marzo este medio
reiteró por escrito la petición que había hecho previamente
de manera oral. La información fue facilitada el día 30; es
decir, casi un mes después. Un caso más: el gerente del Área
Sanitaria acudió el lunes a Madrid, un encuentro que
coincidía con los anuncios del Gobierno de recortes
sanitarios. La institución no sólo no informó de este
encuentro, sino que ‘desinformó’. A las 13.36 horas, el
gabinete de prensa confirmó que el gerente estaba en Madrid,
pero el director no y que no podían decir con quién era la
reunión. A las 20.41 horas matizaba que no se confirmaba si
la reunión se había llevado o no a cabo. No hubo valoración.
Los gestores, del Ingesa en este caso, pero también de otras
instituciones, deben mejorar su comunicación. Es,
claramente, una de sus asignaturas pendientes. Si sus
responsables de prensa tardan un mes en facilitar una
información es porque no entienden que en los diarios,
radios y televisiones trabajamos con datos actuales. Si el
tiempo pasa, la actualidad y el periodismo se convierten en
historia. Si a los periodistas no se nos facilita el acceso
a la información, el perjudicado es siempre el ciudadano.
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