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OPINIÓN - JUEVES, 12 DE ABRIL DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

¿Algo huele jurídicamente a chamusquina?

Por Nuria de Madariaga


Desde hace un par de fechas venimos refiriéndonos en los medios al juicio que ha enfrentado a dos miembros de la Benemérita en el que la acusación particular del denunciante, ex guardia civil, ha imputado al denunciado un delito contra la integridad moral y otro de denuncia falsa por un supuesto acoso con desastrosos resultados en la salud mental del denunciante.

De hecho apareció mi análisis sobre estos hechos concretos añadiendo en varias ocasiones el “siempre que sean ciertos” porque realmente las versiones eran bastante desconcertantes y el hecho de que un perito forense apuntara en la supuesta víctima “rasgos paranoides” no contribuía en modo alguno a dar absoluta credibilidad a su versión. De haber diagnosticado un estrés postraumático sobrevenido o un “síndrome de Vietnam” estas patologías obedecen a factores extrenos, mientras que las personalidades paranoides “son de nacimiento” y se pueden paliar los síntomas con un tratamiento, pero la patología está.

¿Credibilidad de este tipo de personalidades? Relativa porque tienden a la fabulación y a las manías ¿Y son, en un momento dado, manipulables las personas con estos rasgos de insanía mental? Evidentemente, pueden tanto ser manipulados cómo distorsionar la realidad. Pero lo cierto es que estudiando el resumen de la historia insistí en reafirmarme en mi idea de que la petición fiscal de 15 meses era benigna “de ser reales los hechos”, por concurrir la circunstancia modificativa de “dilación indebida del procedimiento” que rebaja notablemente las penas a imponer. Pero de los flecos de ayer paso a las serias dudas de hoy sobre la veracidad de lo expuesto ante la Audiencia por parte del denunciante.

Será porque en Derecho se trata de buscar una cierta transparencia para andar sobre seguro y cuando en cualquier relato aparece un sustrato de oscuros intereses, luchas internas y represalias sin resolver, todo ello susceptible de interpretaciones distintas, entonces jurídicamente huele a chamusquina y el asunto se emponzoña hasta el punto de que si todos los letrados de España no estuviéramos empachados de alegar la doctrina de “la fruta del árbol envenenado” que sirve para un roto y un descosido (cómo antaño servía invocar automáticamente la coletilla jurídica del “derecho a la presunción de inocencia” aún sabiendo que nos iban a ignorar) prosigo, lo de la fruta del árbol vendría en este caso que ni de perlas.Porque he visto que tan sólo hay que escarbar un poco con las uñas y surge una historia denigrante de un alferez de la Guardia Civil casado con una dama musulmana (en este caso la señora era una dama perteneciente a una familia con más categoría, medios económicos, cultura y educación que todos sus detractores juntos) y del rechazo que generó este enlace y el hecho de la conversión del alférez a otra religión. Entonces habría que replantearse quien o quienes eran acosados, si el guardia denunciante o el alférez que se ganó la antipatía de algún superior y llegó a ser zarandeado por un mando. Nada de zarandeo psicológico sino, al parecer, auténticos empujones. Clima irrespirable, denuncia al mando agresivo, Tribunal Togado y la impopularidad del alférez subiendo cómo la espuma. Algo curioso porque he indagado acerca de su trabajo en otros destinos y las referencias son más que intachables y la trayectoria profesional del antiguo alférez y hoy capitán tan sólo recibe elogios. ¿Entonces? ¿Qué puede significar aquí la aparición de un personaje (para mí siniestro) cómo el ex Delegado de Gobierno Vicente Moro? ¿Será cierta la leyenda urbana de que, el por entonces alférez y desoyendo indicaciones, dispensaba un trato correcto a los detenidos en aquel infausto sumario 5/2000, les atendía y les daba agua ya que era él quien se ocupaba de los traslados de los presos? ¿Existían soterradas inquinas por haberse islamizado y maridado con una musulmana de buenísima familia y encima ser humanitario con los detenidos considerados cómo “incómodos”?. Cierto es que quienes me relatan aquellos primeros tiempos del siglo XXI pintan una Ceuta muy distinta a la actual y unas formas de actuar que no se podrían concebir a día de hoy.

Pero en general, tras las indagaciones lo que me parecía inusual, cómo que los mandos no se dieran cuenta de un tema de “brutal acoso” hacia un guardia, ahora, visto lo visto me parece normal. Si en el microcosmos de un cuartel algo así pasa desapercibido es porque no existe en la realidad. ¿Se habrá estigmatizado injustamente al capitán acusado durante años por el concurso de oscuros intereses del pasado?. La Sala no es tonta y decidirá.
 

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