Decepción ante la petición fiscal
en el caso del ex-guardia civil que presentó denuncia contra
su superior. Auténticamente ligth. Y la Justicia no debe ser
ligth, sino calibrar el daño real causado por los hechos que
se juzgan. En mi opinión y tras examinar un resumen de este
caso tan poco ejemplar, no puedo menos que recordar la
“caña” que hemos recibido los juristas durante los últimos
años en lo relativo a la especial sensibilidad ante los
delitos contra la integridad moral del artículo 173 del
Código Penal.
Tal vez porque este tipo de acoso que excede al mobbing, se
relaciona con el cruento abuso escolar y con la violencia
doméstica, todas las víctimas poco menos que en el mismo
canasto y todas merecedoras de un férreo apoyo de la
sociedad y de las leyes. ¿15 meses de petición para años de
sufrimiento psicológico con el plus de dos denuncias falsas
a modo de otro par de ordalías, archivadas? ¿Y por qué no se
interpuso querella por calumnias inmediatamente después del
archivo? Otra vía que la del presunto delito continuado (es
delito continuado) contra la integridad moral con supuesto
abuso manifiesto de autoridad y hasta pudiera ser que varios
tipos de participación en los hechos, porque hay un autor
material ¿Pero puede existir un cómplice por omisión o algún
encubridor? ¿Y la responsabilidad civil subsidiaria por las
secuelas psíquicas? ¿Y cómo se compensa el miedo ante las
dos falsas denuncias y la angustia hasta verlas archivadas?
¿Se ha realizado la lógica evaluación psiquiátrica del
presunto autor de los hechos para determinar si existen
rasgos patológicos en su personalidad?.
Porque si la versión de los hechos de la víctima,
tímidamente refrendada por el fiscal, es cierta, estamos
ante un supuesto de extrema gravedad y ante un ensañamiento
continuado en el tiempo contra una persona de rango inferior
¿Y nadie en la Comandancia tuvo constancia de lo que estaba
pasando? Afortunadamente los hechos acontecieron hace muchos
años y se supone que algunos de quienes allí se encontraban
ya no estén, porque si con ese tipo de comportamientos hay
que bregar, mejor caer en manos de los Mossos D´Escuadra. El
relato de los hechos es siniestro y todo el supuesto
transpira insanía, crueldad y oscuridad. No es lo mismo ser
víctima en una empresa de recauchutado que en un cuartel de
la Benemérita. Porque el sentido y la esencia de la Guardia
Civil forma parte de los arquetipos de “lo” español y tal
vez porque existe en todos una profunda admiración ante los
“picoletos” es por lo que existe una aún mayor exigencia de
honor. Y lo digo cómo espectadora de aquellos cantos de la
Andalucía de los años 80 donde se decía “¿Y cual es el río
más largo de España? El de la Guardia Civil que nace en
Andalucía y muere en el País Vasco”. Demasiados españoles
tiñeron de sangre y valor el uniforme cómo para poder
permitir que “haya existido” un comportamiento similar en el
Cuerpo.
De ahí la opinión que,de ser ciertos los hechos encausados,
se adecua más la respuesta penal de la acusación particular
que el simbolismo ligth del fiscal. Historia tenebrosa, más
bien un folletín de venganzas, desencuentros, infamias y
enfrentamientos. ¿Donde estaban los mandos? Todo adquiere
especial gravedad por el “ser vos quien sois” y la enorme
responsabilidad que implica el ser Guardia Civil siempre
bajo el prisma de la opinión pública en sus actuaciones.
¿Será este caso la excepción que marca la regla de la
ejemplaridad en el resto? Probablemente, pero en sí es un
supuesto bochornoso, lo bastante cómo para que el
procedimiento no hubiera sufrido tantas dilaciones. Y más
que suficiente cómo para una responsabilidad civil
subsidiaria por parte de la propia Benemérita ¿Delito contra
la integridad moral o mobbing? En uno y otro supuesto desde
la reforma del Código del 2010 “paga la empresa” sin la
alternativa de poder escurrir el bulto de las
responsabilidades.
¿Y puede una indemnización compensar el calvario sufrido?
Compensarlo desde luego que no, pero el dinero sí es capaz
de comprar las artes de buenos especialistas psiquiatras de
las nuevas generaciones que comienzan a calificar como
“Síndrome de Vietnam” los destrozos mentales provocados por
una situación de miedo y estrés mantenida en el tiempo con
el consiguiente deterioro físico y psíquico provocado por al
alteración de la química del cerebro. Si se ha estudiado
algo de psiquiatría forense se conocen muy bien las secuelas
que se derivan en las víctimas de este tipo de delitos. Y
este no es un caso más. Es un caso grave.
|