Existen determinados delitos que
alcanzan una grave repercusión social, en este caso concreto
ha sido un incendio que ha supuesto peligro para la vida de
los vecinos y daños millonarios que han de ser abonados a
las víctimas.
Pero no hay que olvidar que existen más delitos que
requieren la personación cómo acusación particular. No vamos
a olvidar el furor extremo de los ciudadanos durante años
que ha motivado que en estos primeros 100 días del Gobierno
Popular el Ministro del Interior, el eficaz Jorge Fernández
ha anunciado una reforma por la que veníamos clamando
durante años los juristas que era el equiparar el
eufemísticamente llamado “vandalismo” a lo que es en otro
países europeos y no digamos en EEUU, puro y simple
terrorismo humano perpetrado por delincuentes que, en nombre
de una presunta lucha “contra el sistema” incendian,
destrozan, asolan y roban en los comercios. ¿Y que tendrá
que ver la lucha ideológica contra el sistema con robar en
la planta baja de el Corte Inglés o saquear tiendas de
electrodomésticos?
Habla la Policía de que existe incluso un “turismo de
vándalos” en el que indeseables y piojosos de otros países
viajan para participar en guerrillas urbanas y robar todo lo
que pillen. ¿Equiparable a la kale borroka? No. Peor, los
delincuentes proterroristas al menos no entraban a saquear
los comercios. Pero en lo relativo a los atentados contra la
Policía ambos casos de guerrilla urbana terrorista son
idénticos así que barajar penas de 6 a 12 años sería lo
lógico. Y no vamos a hablar del Código Penal francés donde
un atentado a un agente de la autoridad lleva a penas que
incluyen en casos graves pérdida de la nacionalidad y
expulsión del país.
Jugada maestra la del Ministro del Interior que esperamos
que Gallardón lleve adelante de manera fulgurante porque las
reformas legales se están retrasando y el temible Boca que
torturó y asesinó a una niña acaba de ser puesto en libertad
tras cumplir la mitad de su pena. ¿Y que significa este
dato? Que los tratamientos penitenciarios varían según la
cárcel y el Juez de Vigilancia.
Pero el asunto es la conveniencia de que la Ciudad se
persone como acusación particular en determinados asuntos,
por ejemplo en los “apedreamientos” que ya no van a ser
“actos vandálicos” sino puro terrorismo y en todo aquello
que afecte a un número importante de ciudadanos como ha sido
este incendio.
¿Y que se logra? Pues evitar esos “pactos” infumables con
los que los fiscales y los jueces se ahorran los juicios. Y
son injustos. ¿El por qué de su injusticia? Les diré que si
un fiscal está dispuesto a reducir una pena, por ejemplo, de
cuatro a tres años de prisión (es un simple ejemplo) el
fiscal no prevarica al ofrecer esa rebaja sino que se atiene
a las leyes de forma estricta y comprende que ese imputado
no “merece” una pena de cuatro años sino de tres.
Entonces, ¿si el fiscal admite en conciencia que la pena
debe ser menor y el juez lo admite, por qué si el imputado
no se conforma la pena sube? Si el fiscal entiende que debe
pedir X años ahí se tiene que mantener porque si, por
ahorrarse el juicio, rebaja la pena, esa primera petición es
injusta y estaba injustificada. Ni acuerdos, ni apaños, ni
arreglos, porque eso es frivolizar la justicia. Las
conformidades voluntarias en caso de delito flagrante sí son
lógicas, pero hacerlo de forma automática en ese engendro
jurídico que son los juicios rápidos causa inquietud porque
siempre te preguntas que si se rebaja la pena es porque
puede ser rebajada, entonces ¿Por qué no se pide una pena
justa desde un primer momento por parte del fiscal? No
obstante en el caso de que exista una acusación particular
esta parte del procedimiento también tiene que estar de
acuerdo con la conformidad y la rebaja consiguiente y si no
lo está el juicio continua y cada cual mantiene sus tesis.
Pero ¿Cuando comenzará la labor de los legisladores
“reales”? Quiero decir la labor de aquellos capaces de
legislar, no desde el conocimiento académico de las leyes
sino desde la experiencia “real” y vivida en primera persona
en los tribunales, comisarías y calabozos, que no sobre las
moquetas de los despachos y dándose muchas ínfulas pero sin
que se les haya impregnado jamás la chaqueta del tufo de las
cárceles a la hora del almuerzo, ni atenido en los calabozos
inmundos a las personas, ni asistido a las víctimas. Porque
eso es lo “real”.
|