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OPINIÓN - JUEVES, 5 DE ABRIL DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La angustia de los parados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Nos vemos de higos a brevas. Entonces, nos saludamos y hasta intercambiamos unas palabras sobre fútbol. Un día me contó que solía situarse detrás del banquillo donde yo me sentaba cuando fui entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta. Dado que en aquel tiempo vivía su adolescencia yo calculo que debe andar por los cuarenta y pico de años.

Días atrás, al cruzarnos, hicimos lo de costumbre: pararnos, saludarnos, y hablar de qué equipo ganará la Liga y de las muchas tribulaciones que viene padeciendo la Asociación Deportiva Ceuta. Eso sí, le vi agachado. Como si un enorme pesar estuviera presionándole con una fuerza desmedida. Pero me abstuve de preguntarle acerca del motivo de preocupación que tan bien delataba su lenguaje corporal.

Cuando estábamos a punto de despedirnos, creí conveniente invitarle a tomar conmigo el aperitivo. Y aceptó. Y, tras unos minutos de divagaciones, fue él quien decidió ponerme al tanto de los problemas que le acucian.

-Hace dos años prescindieron de mí en el trabajo. Fue un mazazo en toda regla. Yo no sabía qué hacer conmigo mismo. Iba de un lado a otro por la casa como un perro abandonado. Y lo peor era mi mujer, saliendo a su trabajo por la mañana a la misma hora de costumbre diciéndome adiós tan cariñosamente. Algo así como si yo padeciera una enfermedad incurable.

El hombre se toma un respiro, se alivia la garganta con un trago de cerveza, y tras un carraspeo nervioso, se siente ya en condiciones de seguir narrando su desventura.

-Por la tarde, cuando mi mujer regresaba a casa, yo odiaba su aire falsamente alegre, su manera de no atreverse a preguntar si había alguna novedad en lo tocante a encontrar empleo. Y entonces comenzaban sus preguntas: “¿Qué has estado haciendo?”. “¿Con quién has hablado?”. “¿Fuiste a ver a mi hermano para preguntarle si había hablado con el dueño de la tienda…?”. Luego, pasados unos minutos del interrogatorio, caía en la cuenta de que yo estaba a punto de reventar. Así que volvía a decirme lo mismo de cada día: “No te preocupes, con mi salario y tu subsidio de paro no tenemos que preocuparnos durante algunos meses”. Y a mí me invadía la angustia.

-¿Sigues cobrando el paro? -le pregunto.

-No. Ya se me ha terminado. Y lo peor es que las cuatro perras del despedido las invirtió mi mujer en algo que ella creía que era de necesidad… Reformas. También, la verdad sea dicha, el dinero recibido fue nada y menos. Pero el problema radica en que yo no sé lo que hacer sin trabajo.

Ya había soltado la gran palabra. Un varón sin trabajo se siente casi emasculado. Y mi conocido anda sumido en una crisis profunda. Una crisis en la que, desgraciadamente, se hallan muchos parados. Cada vez más. Incluso sin tener la ayuda económica ni la moral de sus mujeres. Una tragedia que en algunos lugares está abocando al suicidio. Mientras los políticos llevan un tiempo recreándose en esa expresión tan manida de “Coger el toro por los cuernos”. Les falta decir que ¡Duro y a la cabeza! Para que vea la gente que con la autoridad no se juega. Los que hablan de coger el toro por los cuernos llevan ganando una pasta gansa desde que hicieron la Primera Comunión. Por ser políticos. Parlanchines de circo (Gala).
 

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