¡Vamos hombre!, ya llevo casi un
mes sin estar en contacto con vosotros, queridos e
hipotéticos lectores, que parecía encontrarme en una isla
desierta del Pacífico.
Pues, eso es lo que he estado haciendo: un descanso forzoso,
todo lo pacífico que se quiera, después de una desconexión,
casi, de la vida misma.
No voy a entrar en detalles porque ya no hay espacio, ni
tiempo, para especular ni para dar lugar a los vicios del
morbo especulativo.
Vuelvo de nuevo a contactar con vosotros, aunque con la
cabeza totalmente en blanco, aparte de las canas, porque
mantener mis manos y mis células grises en estado de
hibernación me resulta insoportable. De hecho me he quedado
sin uñas de tanto mordérmelas.
Tengo que planificar la manera y formas de expresar mi
opinión siguiendo el esquema de artículos anteriores aunque
más centrado en asuntos cercanos y con ello tratar de animar
la corrala con el fin de aportar un granito de arena al
vertiginoso descenso de la clase política por las vertientes
corruptas de la especulación.
Que en este país se juzgue a un juez por cumplir con su
deber… no lo he visto ni en las puertas del cielo por las
que tan cerca he pasado.
Esto convierte a la Justicia en un espectáculo circense a
capricho de quienes rigen el sistema, porque no me entra en
la cabeza ese juicio contra un juez, cuando existen
herramientas que son pertinentes en el uso de la justicia,
como son las amonestaciones y las sanciones.
Herramientas que también disponen los ejecutores de la
Sanidad Pública, los médicos, para cumplir con su deber
hacia los enfermos.
Si quieren protestar por los recortes, los ceses, etc. que
lo hagan contra quienes correspondan y no meter al enfermo
en la olla de presión creada. Este último siempre la paga y
no con el copago.
Visto que en este país se toleran cosas impensables para un
siglo donde todo está muy avanzado (excepto en países donde
el islamismo es fundamentalista y en aquellos donde matan
bebés porque no han salido como esperaban), como decía,
visto que para operar a uno de las encías le tengan que
citar el mes de noviembre del año en curso y no precisamente
para usar la herramienta propia de esas actuaciones sino
para ver cómo andan las mencionadas encías… apaga y mándalos
a donde ya pensamos todos.
Todo ello me hace pensar en cuando estaba en Ceuta y acudí a
una clínica privada para que me dieran un diagnostico sobre
cierto achaque.
Recuerdo que pagué 120 euros por una consulta de cinco
minutos y en la que el ‘competente’ médico me diagnosticó un
cero patatero. O sea que no tenía nada malo.
Pero resulta que lo que tengo es demasiado grave como para
que pueda pasar desapercibido a un médico sin experiencia.
Este tema, que explico en los tres últimos párrafos puede
abrir la puerta a presentar demandas contra la clínica que
dio un diagnostico de cero patatero porque con el tiempo que
ha pasado desde esa ‘sentencia’ no ha hecho más que agravar
el tema.
Bueno, ya basta de ‘en fin’ porque es una palabra que toca
al fin y en este caso no es menester seguir utilizándola
porque ya no es una quiniela para acertar o no el tope de la
vida.
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