Mariano Rajoy, tras perder
varias elecciones, se percató de cómo en su partido cundía
la desconfianza hacia él. Y además supo que era comparado
con Javier Arenas. Quien se había ganado con creces
el derecho a ser considerado un político negado en las
urnas.
Hace ya tiempo, oí que un argentino calificaba de mufa a
Rajoy. Mufa, por si ustedes no lo saben, significa lo mismo
que gafe (por cierto: los argentinos dicen que Marcelo
Bielsa -entrenador del Athletic- nunca consigue la
victoria decisiva. Y el hombre viene sufriendo, a pesar de
los halagos merecidos, el calvario de que se le atribuya
también semejante palabro).
A lo que iba, y perdonen la digresión, cuando Rajoy estaba
siendo asediado desde todos los ángulos de su partido,
Gustavo de Arístegui, cliente de la cafetería del hotel
Palace, iba diciendo, a quienes le prestaban atención, que
el líder del PP debería ser Gallardón. Y, cuando se
ajumaba, no se cortaba lo más mínimo en proclamar que
decenas de diputados –varios cientos- le habían pedido que
él asumiera el liderazgo del PP.
Arístegui vino un día a Ceuta, creo haberlo contado ya,
presumiendo de su importancia como político y dejando
entrever que su amistad con Aznar podría auparle a la
presidencia del PP. Eran días en los que, amén de Arístegui,
muchos más en el partido suspiraban por quitarse de encima a
Rajoy. Entonces, quien más cerca estuvo de don Mariano fue
Javier Arenas. Que era experto en cosechar derrotas
electorales y, sobre todo, en afrontar lo peor de ellas: ser
tachado de cenizo, de aguafiestas, de gafe. Pues ya sabemos
el temor que todos tenemos hacia aquellas personas que son
tenidas por malas sombras. Y si no que se lo pregunten a
quien fue considerado el mayor gafe del reino: Yáñez.
Político socialista.
La ayuda de Arenas a Rajoy, y a la inversa, más que ayudar a
la causa ha desembocado en un problema grande para
Andalucía. Puesto que la amarga victoria del primero, debido
a que cometió el error de ocultar los presupuestos
encanallados a los andaluces, hasta después de las
elecciones, ha dejado a los habitantes de la región más
grande de España en estado de echarse a temblar por su
futuro.
Me explico. La política, decía Cánovas del Castillo,
es el arte de aplicar en cada época de la Historia aquella
parte del ideal que las circunstancias hacen posible. El
bipartidismo, que no es malo por serlo, disminuye el talento
de los gobernantes cuando degenera en partitocracia y cuaja
en una oficina de empleo para ganar votos antes que en una
gestora para el progreso de la nación. Ni la oposición está
para hacerle la vida imposible al Gobierno, ni éste para
humillar a la oposición.
En Andalucía, el Gobierno que presida Griñán, con los
votos de Izquierda Unida, tratará de hacer una política
contraria a lo que dicta la razón del momento. Lo cual será
motivo suficiente para que el Gobierno presidido por Rajoy,
que ya ha aireado la amenaza, intente meterlo en cintura a
cualquier precio Enfrentamiento que redundará en contra de
los andaluces y de los españoles en general. Lucha entre
partidos a la búsqueda de votos, poder y privilegios. Rajoy,
Arenas y Griñán están gafados. Y tocará padecerlos. Que Dios
nos coja confesados.
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