Por muchos años que uno tenga, la
capacidad de entusiasmo no se puede venir abajo. En los
tiempo actuales, la experiencia de vivir años debe hacernos
recapacitar. No se trata de vivir más tiempo, se trata de
saber vivir, sabiendo que nuestro corazón está hecho para el
verso y la palabra, para la hondura del gozo y la alegría
plena, más allá de las satisfacciones inmediatas y
pasajeras. El futuro, mientras tengamos vida, siempre es
nuestro y esto vale para todos, no sólo para la juventud,
puesto que la existencia es un continuo descubrimiento cada
día. Siempre existen motivos para apasionarse ante un
trabajo, ante la contemplación de la naturaleza, ante la
satisfacción del amor sincero y puro. Es cuestión de
búsquedas, de expresarse, de sentirse comprendidos y de
comprender al prójimo, de hacer proyecto de futuro, de
escuchar y de sentir aprecio por lo que nos rodea. Para todo
es preciso elevarse con las alas de la pasión, el desaliento
es lo peor que nos puede pasar, precisamente el secreto del
ingenio está en conservar el espíritu creativo del niño que
todos llevamos dentro, lo cual quiere decir que nunca
tenemos que perder el ánimo, mientras la vida nos aliente el
corazón.
Pensamos que tenerlo todo es lo más importante en la vida,
cuando lo único que precisamos para ser verdaderamente
felices es tener algo por lo cual ilusionarnos. Nos alegra,
pues, que este año, coincidiendo con el día mundial de la
salud (7 de abril), se reflexione sobre las medidas que
necesitamos poner en marcha para adelantarnos al
envejecimiento de la población. Se dice que la buena salud
añade vida a los años, y, ciertamente así es, luchar por
tener una saludable existencia nos favorece a todos como
sociedad. Pronto habrá en el mundo más personas mayores que
niños. Y nuestra capacidad de entusiasmo, que no depende de
los años, va a ser decisiva para que el mundo cambie. La
decepción, la indiferencia, la frialdad, son males de
nuestro siglo que no pueden arrebatarnos la vida, por eso el
mundo necesita personas entusiastas, capaces de ser
generosas y a no conformarnos con darnos sólo a los
nuestros, sino a comprometernos a fondo con la humanidad
entera, sobre todo hay que entusiasmarse por ayudar a los
más necesitados, necesariamente ahora que las desigualdades
se acrecientan en este mundo que hemos globalizado.
Por desgracia, la cultura actual lleva a menudo al desánimo,
los mensajes que se reciben lejos de hermanarnos nos
separan, prometiéndonos una felicidad egoísta. El hombre
tiene que reconciliarse con el hombre mismo y ayudarse, en
lugar de maltratarse como borregos unos a otros. Por cierto,
también el maltrato a las personas mayores es una realidad
pura y dura. En los países desarrollados, entre el 4% y el
6% han sufrido algún tipo de ofensa en su entorno familiar.
De igual modo, los ancianos que residen en instituciones,
también suelen ser víctimas, negándoles en ocasiones los
cuidados necesarios. Hay muchas personas de edad muy
avanzada que no pueden vivir solas y viven en las más ciega
soledad. Cuando tanto se habla de los Estados democráticos y
sociales de derecho, resulta que la discriminación por
razones de edad divide como jamás ha sucedido a las
comunidades entre jóvenes y viejos. La marginación a los
mayores está a la orden del día en este círculo vicioso que
vivimos. El deterioro de las facultades físicas no impide
sus facultades mentales y su capacidad de servicio social,
que debiéramos considerar mucho más. Las personas mayores,
cuando la sociedad los considera personas útiles, son
verdaderas columnas del pensamiento y los avances son
realmente positivos.
Los años pueden arrugar nuestra piel, pero la capacidad de
entusiasmo es más un signo de salud interior, que ha de
tender siempre hacia la altura. ¿Conocen algún alma
arrugada?. Seguramente muchas de esas personas mayores que
esta sociedad dice “no sirven para nada”, son un verdadero
terremoto de actividades, superior a la de muchos jóvenes.
No les neguemos la capacidad para entusiasmarse, cualquier
edad puede caer en una crisis de entusiasmo. Tampoco les
neguemos los cuidados médicos, el derecho a la mejor salud
posible de ninguna manera puede mermar con la edad. La
discriminación y el desprecio hacia nuestros mayores, más
pronto que tarde, acabarán pasándonos también factura.
Pensamos, por tanto, que es una acertadísima y necesaria
conciencia la proclamada este año con motivo del Día Mundial
de la Salud, puesto que hace falta adoptar medidas
protectoras destinadas a crear una sociedad que reconozca el
valor de las personas mayores y su aportación social,
permitiéndoles que su capacidad de entusiasmo, no se
adormezca y siga desarrollándose.
Es de justicia reconocer que nuestros mayores, se encuentren
en el lugar que se encuentren, son valiosos siempre y,
además, deben sentirse valorados. Las sociedades que se
ocupan y preocupan por sus mayores, avivando su capacidad de
entusiasmo, estarán mejor preparadas para hacer frente a un
mundo en constante evolución humana y revolución cultural.
Ellos son el reflejo de sabiduría para los jóvenes. Deben
serlo.
Su lección es pura vida. Gozar de buena salud a lo largo de
la vida es lo que les ha permitido disfrutar hoy de la
vejez; una ancianidad que es más fructífera cuando se
empieza uno a sentir joven. Precisamente, el arte de
envejecer pasa por el arte de conservar la capacidad por el
entusiasmo. Decía Baroja que cuando uno se hace viejo, gusta
más releer que leer. Ilustrada confesión, para un mundo como
el actual, al que le afanan y desvelan más las arrugas del
cuerpo que las del espíritu. Olvidamos que la
responsabilidad de todos nosotros es apoyarnos mutuamente,
sin importarnos la edad, y seguir haciendo camino con la
pasión de sentirse acogido por los de su misma especie.
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