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OPINIÓN - DOMINGO, 1 DE ABRIL DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

El atentado que no fue atentado

Por Nuria de Madariaga


Recuerdan la grave alarma social generada por los hechos? Una persecución policial y un policía motorizado que cae al suelo, según la primera versión, por haber sido pateado por el menor a quien perseguía. Claro ejemplo de atentado a agente de la autoridad con helicóptero de evacuación incluido y gran consternación en la ciudadanía que se temía lo peor por el traumatisco craneoencefálico y el autor de los hechos internado por el Juzgado de Menores. Algo lógico y hasta exigible si hubiera sido un atentado.

Pero el relato de la gravedad de los hechos comenzó a quedar desvirtuado desde el mismo instante en que, la víctima, concedió su primera entrevista a un medio escrito, creo que fue a las 48 horas de su ingreso en un centro hospitalario. Testigos directos, que más tarde resultaron no ser tan directos, mantenían una secuencia que se iba desmoronando conforme pasaban los días. El perfil psicológico del menor era absolutamente contrapuesto al de un sujeto violento capaz de perpetrar una agresión, un chico estudioso y responsable, con un entorno familiar favorable, deportista, con muchos amigos, nada de marginalidad ni de procedencia de entornos con riesgo de exclusión social y ni una conducta delictiva con anterioridad a los hechos por los que fue internado en el Centro. Sobre los hechos planeba cada vez más la sombra de las indemnizaciones y las compañías de seguros.

Pero, ¿cómo es que la Fiscalía de Menores, cuando las dudas y las versiones contradictorias corrían cómo la pólvora no se interesó en investigar y en aclarar los hechos? ¿No son los fiscales los garantes de la Legalidad? Cortitos estuvieron ¡Vive Dios! y trabajo costó al letrado conseguir la libertad del que hoy se ha demostrado que era inocente y ha padecido injustamente la experiencia traumática de un encierro injusto que ahora se debe compensar e indemnizar, amen de empapelar de oficio a los culpables de tamaño disparate y en plan “caiga quien caiga”.

Lógico que se consideraran ciertos los primeros testimonio pero a partir de que este recibió el alta hospitalaria la versión comenzó a tambalearse y no obstante el joven seguía internado, con el sufrimiento añadido de la familia, sobre todo de la madre, porque las madres de los presos son las mujeres que más sufren en el mundo. Sólo supera ese dolor la pérdida de un hijo.

Suponemos que la investigación interna en el seno de la Policía Local sería automática, con un instructor del expediente y demás requisitos.

Porque lo cierto es que no ha existido delito de atentado y el tema pudiere ser encauzado por la vía de una primera denuncia falsa, lo que conlleva innumerables dolores de cabeza para los denunciantes que comparecieron en primer lugar y luego han visto desmentidas su declaraciones. De hecho el menos damnificado es precisamente la víctima que sufrió una caída con resultado de lesiones que no son graves y que al ser un accidente laboral por efectuarse en el desempeño de sus funciones, ha de ser indemnizado por el seguro

¿Se conformará la familia del menor con una absolución y alguna que otra excusa? Cuentan que quienes sufren injustamente privaciones de libertad o quienes habiendo sido imputados resultan absueltos, acaban tan agotados tras el calvario del procedimiento judicial que ya ni ánimos les quedan para protestar, reclamar o proceder.
 

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