Tímida, cadenciosa, más que lluvia
esto es un “orbayu” pero la tierra, seca, parece esponjarse
recibiendo cada gota con avidez y glotonería. En Marruecos,
todavía en buena medida “gobernar es llover” y si no repasen
la masiva importación de cereales de los últimos meses: ante
una caída de la producción que puede llegar hasta el 50%,
entre el pasado junio y febrero de 2012 se han importado
solo de América del Sur 400.000 toneladas de trigo.
La carretera de la costa, “La Corniche Mediterranée”, sigue
avanzado a buen ritmo: si el tramo Nador-Alhucemas nos
ahorró el serpenteante tramo de Casita, ahora desde
Alhucemas a Punta Pescadores es un paseo pero más allá,
desde Yebha (antiguo Puerto Capaz) hasta Oued Laou y Tetuán,
la caja abierta de éste tramo se muestra como una brutal
herida en el paisaje y, pese a los pronósticos, dudo mucho
de que esté acabada para el verano. Por las montañas del
interior Bab Berred ha sido, ¡albricias!, al fin asfaltado y
entre Ketama y Targuist, espartanas marquesinas de hierro
protegen a los viajeros de las inclemencias a la espera del
autobús. Pero la ruta sigue siendo penosa, con el asfalto
sin pintar aun cuando algunas curvas han sido mejoradas.
Unos trescientos kilómetros separan la tierra de La Lavanda
de la Blanca Paloma de la Yebala, pero cuenten con paciencia
y cuatro horas para hacer el trayecto. El yebel Tidirhine,
alzado con sus 2.450 metros en el Rif central, marca dos
espacios: si hacia Xauen aun se mantiene cierto verdor (Bab
Berred es donde más llueve de todo Marruecos), bajando hacia
Targuist y siguiendo hasta Alhucemas la aridez del terreno
va abriéndose camino. Si decidimos acortar abruptamente
bajando hacia Badis (Torres de Alcalá), un seco “wadi” nos
espera al final, entre chumberas y tierras de cereales
cultivados en terrazas y pequeñas explanadas, sobre las que
señorean su presencia las típicas varas de hierba que tanto
se asemejan a sus homónimas asturianas y gallegas. ¡Ay la
añorada tierrina, siempre presente en el alma y el corazón!.
Y continuando hacia la luminosa Alhucemas, la antigua Villa
Sanjurjo fundada por España, los cauces secos de los “Oued”
Amdouch, Tizirene, Snada, Imalsinem, Merika y Bouham, nos
acompañan con sus fauces abiertas llenas de guijarros casi
hasta el cruce en que podemos desviarnos por Izemouren,
saliendo cerca de la costa, o continuar por la carretera
general para alcanzar finalmente Alhucemas. Ahora pueblos y
aduares parecen tranquilos, pero en el Rif aun vibran los
duros enfrentamientos de los últimos tiempos con los
efectivos policiales del “neo Majzén”, que parecían
retrotraernos a tiempos pasados. La memoria histórica late
muy viva, el fantasma de la figura del legendario Mohamed
ben Abdelkrim El Jatabi aun cabalga desde Axdir y el
descontento y la desafección laten a flor de piel. La del
Rif, como diría L. Bronfield, es “la historia de una tierra
fecunda mal explotada, asesinada por negligencia, codicia o
ignorancia” y en Cala Quemado, la playa urbana de Alhucemas,
los nuevos hoteles en construcción al pie de la misma (un
crimen ambiental y ecológico) les roban hasta la misma arena
a los bravíos rifeños.
Sobre hoy ya les contaré, pero si en Tánger como todos los
domingos el Movimiento del 20 de Febrero sacó el día 25 sus
activistas a la calle, sobre mil quinientas personas
vinculadas sobre todo a las fuerzas de izquierda y que este
escribano del limes acompañó por la tarde en su “pateo” de
cuatro horas desde la barriada de Beni Makada hasta la
céntrica Plaza de las Naciones, “Manteniendo la resistencia”
como decían, en la capital del Reino, Rabat y en una
demostración de fuerza que es todo un aviso, las
disciplinadas huestes de la “yamâa” del jeque Yasin,
Justicia y Espiritualidad, escenificaban su rechazo a la
existencia de Israel y su apoyo a los palestinos
catapultando a las calles más de cien mil personas. Los
“adilistas” son el mayor movimiento de masas del país y los
únicos con capacidad de poner en un brete a la dinastía.
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