Nos inunda el negro de las
dificultades para poder ser libres. Todo se ha vuelto muy
complicado en lugar de ser sencillo. Es difícil hacer
justicia en un mundo de poderes atrincherados en servir a
los poderosos. Hace bien la comunidad internacional en
unirse para disipar peligros. La fortaleza es lo que salva a
un país de las atrocidades. Nos gobiernan una multitud de
locos, a los que no solo hay que temerles, también hay que
exigirles buenos propósitos, como la de ponerse al servicio
de la verdad. Las dificultades pueden ser muchas, pero la
certeza sólo tiene un camino.
La tormenta de barbaries nos sorprende a diario. Cada día
aumentan más los territorios con dificultades de vida y de
acceso, no en vano las solicitudes de asilo aumentaron un
20% en los países industrializados durante 2011, según un
informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
No solamente se utiliza este derecho internacional por
cuestiones de persecución política, también para huir de las
condiciones económicas o medioambientales. El fracaso de los
gobiernos del mundo en la lucha contra las hondas y
persistentes desigualdades condena a millones de ciudadanos
a huir en busca de otras atmósferas más llevaderas.
Ciertamente, el presente nos atormenta y el futuro nos
angustia, pero el pasado nos advierte que debemos aprender
de lo vivido. Lo poco que aprendemos es a mirar, otra cosa
es ver lo que miramos. Necesitamos aprender a ver, para así
poder discernir, la crueldad de la compasión, a los
torturadores de las víctimas. Hay que salir del terreno de
la confusión. Pese al marco legal internacional creado para
combatirla, la tortura también se acrecienta. Algunas
mujeres afganas, por ejemplo, cumplen fuertes condenas por
abandonar el infierno de su propio hogar, en el que eran
maltratadas, violadas o prostituidas. Leyendo la biografía
de salvajadas que han sufrido muchas de ellas, el sabor que
a uno le queda no puede ser más amargo. Todas estas
situaciones de amargura no pueden ser ignoradas por muchas
dificultades que encontremos en nuestro diario caminar.
Tenemos los obstáculos que los seres humanos nos ponemos
unos contra otros. Sin duda, no habría grandes aprietos si
abundase la mano tendida, la buena voluntad hacia los demás.
El cambio tiene que partir de la educación. Más que dar una
carrera para vivir, hace falta templar el alma para superar
las problemas de la vida. O concienciar el alma con sanos
divertimentos. Sirva como ejemplo la campaña “el futbol
profesional contra el hambre”, que se celebra en Europa del
30 de marzo al 2 de abril. El mensaje de la campaña subraya
la necesidad de actuar ahora para evitar una catástrofe
humanitaria y nutricional causada por la sequía, la pobreza,
los elevados precios de los alimentos, el desplazamiento de
la población y los conflictos que afectan a la región
africana de Sahel.
Son estos mensajes humanos los que nos abren la puerta de la
esperanza. Una ambición reaviva otra ambición, y por muchas
adversidades que nos encontremos, siempre habrá una ilusión
por hacer el bien, que por sí mismo, ya es un gran bien. No
hay mejor predicador que el artista, todo lo embellece por
muy cruel que sea. Aprendamos de la belleza que nos gana
siempre por el corazón.
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