Emilio Botín dice siempre lo que
le conviene al Gobierno de turno. Y no duda en prestarse a
salir en televisión para tratar de convencernos de que las
medidas económicas adoptadas por las autoridades se hacen
por nuestro bien. La última vez que salió a la palestra
televisada fue cuando aún residía Zapatero en La Moncloa. Y
también se expresó más o menos de la misma manera que el
viernes pasado: “España está haciendo bien los deberes”. Tan
bien como para que la banca siga manteniendo muy alto su
pabellón: la banca nunca pierde. Por más que forme parte
principal de cuantos han puesto a Europa en el camino
conducente a la decadencia.
Al ver la cara del presidente del Banco Santander,
poniéndole música a la canción de que el Gobierno es
cojonudo, en medio tan potente como es la televisión, se me
vino a la memoria el comenzar de los años ochenta. Aquellos
primeros años de Felipe González, como presidente, que
fueron revueltos y convulsos en todos los sentidos.
Años, entre finales de 1983 y principios de 1984, cuando el
terrorismo de ETA, la puesta en marcha de la reconversión
industrial, la falta de entendimiento entre autonomías, y el
incesante goteo de subidas de precios fueron el detonante de
un ambiente generalizado de desasosiego que pusieron al
Gobierno en el disparadero.
Ni que decir tiene que en aquellos entonces, presionado el
Gobierno desde todos los ángulos, y amedrentados los
ministros de Economía e Industria, hubo de recurrirse al
tirón de Felipe González para que calmara el ambiente por
medio de su parla cautivadora. Todo un mensaje institucional
que tuvo como escenario el salón de la bodeguilla, con
chimenea encendida al fondo. Y desde esa estancia se pegó
casi dos horas pidiendo solidaridad y comprensión para
soportar los sacrificios que exigían las medidas de
austeridad implantadas.
En 1984, como está ocurriendo actualmente, quienes se
apretaban el ya viejo y gastado cinturón eran, sin duda
alguna, las clases sociales más desfavorecidas y las
pequeñas empresas. Éstas, que deberían ser el motor de
puestos de trabajo, vivían sometidas a la dictadura de los
altos tipos de interés de la Banca, que una vez saneada, por
medio de dinero público a bajo precio para que ésta lo
invirtiera en deuda pública a un interés mayor, se preparaba
para obtener los mejores resultados.
Y allí estaba, en esos primeros meses de 1984, cómo no, el
señor Botín, don Emilio, reconociendo que había sido un mal
año para la economía española, aunque no se cortaba lo más
mínimo en proclamar los extraordinarios resultados de su
Banco. Han sido, dijo, los mejores de de los últimos años.
Con 10.091 millones de beneficio neto. Mientras para los
españolitos de a pie fue un año difícil, agrio, con pérdidas
industriales, de paro creciente, de mayor presión fiscal y
de más burocracia.
De lo referido han pasado casi treinta años. Y muchas cosas
han cambiado. Una de ellas es que ahora pertenecemos a la
Comunidad Europea y estamos sometidos a sus directrices. Eso
sí, los que no han cambiado son los banqueros. Y Botín menos
que ninguno. Pues ahí está el hombre haciendo una vez más,
en tiempos ruinosos, alardes innecesarios y proselitismo del
Gobierno.
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