Juan Luis Aróstegui suele
decir, entre quienes no cesan de dorarle la píldora, que ha
adquirido más fama gracias a quien le viene criticando desde
hace la tira de tiempo. Desde aquel tiempo en el cual nadie
osaba llevarle la contraria. Porque le tenían tanto miedo
como respeto. Miedo por ser secretario general de CCOO, y
respeto porque en aquellos entonces los periodistas de esta
tierra no querían complicaciones de ningún tipo.
La fama que dice haber alcanzado Aróstegui puede que le haya
proporcionado la posibilidad de ser distinguido cada año
como una de las personas más influyentes de la ciudad. Y me
da a mí en las pituitarias que esa consideración otorgada
por ‘El Mundo’ se la ha ganado por percibir sueldos tan
apetitosos que, si se airearan, harían posible que
innumerables ciudadanos se hicieran cruces.
Ganar mucha pasta con la que está cayendo nada más que está
al alcance de personas influyentes y conocedoras de cómo
hacer caja mediante su participación en varios sitios a la
vez. Aróstegui lleva ya una eternidad siendo un
pluriempleado de lujo. Lo que no entiendo es de dónde saca
tiempo para cumplir con todas sus obligaciones
profesionales. De manera que a la consideración de
influyente no hay más remedio que sumarle la capacidad de
trabajo que tiene y también la de comprender y adaptarse a
las situaciones, por encima del puro instinto. Es decir, que
a ver quién es el guapo que pone en duda su eficacia e
inteligencia.
Su bien pensar es el que llevó al pluriempleado a darle coba
a Mohamed Alí para aprovecharse de un partido en el
cual era más que posible obtener un escaño de concejal que
se le negaba y que, de no haber dado ese paso, se le hubiera
seguido negando hasta el fin de sus días. Un paso que
llevaba consigo la idea fija de convertirse en el líder de
Caballas. Otro logro que ha obtenido con el mínimo esfuerzo.
No hace falta más que ver los plenos para saber de qué
manera Alí ha quedado reducido a actor secundario.
Ante un hombre así, como el secretario general de CCOO, hay
que quitarse el sombrero. Ya que no deja de ser un mirlo
blanco. Por afanoso, por inteligente, por influyente, por
percibir tan buenas soldadas y, según dice él, por haber
sido capaz de alcanzar la fama debido a las columnas
insidiosas que alguien viene dedicándole.
Pero, dado que todo no se puede tener en esta vida, nuestro
gran hombre es maltratado en las urnas, fracasa cuando
convoca a los ceutíes a cualquier comparecencia pública, y
ha ganado justa fama de ser perdedor. De lo que no debería
avergonzarse. Siempre y cuando supiera perder. Pero
Aróstegui no sabe.
Así, en cuanto percibe el desafecto que le tienen los
habitantes de su ciudad, en cuanto se percata de sus
fracasos continuos, pierde los papeles y brama contra todo y
contra todos. Y los insultos salen de su boca como dardos
envenenados.
Nos llama parásitos, vendidos, desgraciados, racistas, y
otras lindezas por el estilo. Y, además, como no quiere
entender que su forma de ser lo distancia del pueblo, le
achaca sus desgracias políticas “al monopolio informativo
del PP en Ceuta pagado con el dinero de todos”.
En fin, que ante semejante actitud, la de Juan Luis
Aróstegui, me van a permitir que yo decida tacharle de
caradura. Que es lo menos que se le puede decir al líder de
Caballas.
|