Me cuenta, muy de mañana, una
amiga que vive en Parque de Ceuta -primera fase-, cómo había
sido sobresaltada horas antes por un ruido que parecía de
bomba. Dándome pelos y señales de cómo se plantó en mitad de
la calle con el miedo en los talones. Tal cual ocurrió con
el incendio en el garaje de su bloque, hace ya unos meses.
En esta ocasión, los incendios de automóviles han sido en la
segunda fase.
Mi amiga, todavía atacada por los nervios, no cesa de
relatarme lo acontecido en esos momentos de incertidumbre
generado por un nuevo siniestro que tiene todas las trazas
de haber sido intencionado. Y lo hace mientras, como no
podía ser de otra manera, yo le presto toda la atención del
mundo.
El desahogo de mi amiga le va proporcionando cierta calma
para que se acuerde de la buena labor desarrollada por los
bomberos, policías y servicios sanitarios. Incluso me
destaca lo precavido que fueron los servicios auxiliadores
proporcionando mantas para paliar la escasez de ropa de los
vecinos que, cuando oyeron la explosión, corrieron hacia la
calle con la celeridad típica en tales casos.
Tras la calma de mi amiga, y habiéndome cerciorado de que la
explosión y todo lo demás… ha ocurrido en la segunda fase,
le pregunto: ¿Cuántas fases de viviendas tiene Parque de
Ceuta? Y ella me responde que cuatro.
Y mi amiga, que coge las insinuaciones al vuelo, no duda en
decirme lo siguiente:
-He ahí una pista para la Policía… Ya que los delincuentes
pueden tratar de repetir sus actos de terrorismo en la
siguiente fase. Un orden premeditado, quizá, para dar
muestras de seguridad. Más bien de chulería.
-Bueno -le contesto-, pero el problema sigue siendo el mismo
de siempre: la única manera de impedir un nuevo delito sería
detener al delincuente o a los delincuentes, antes de
cometerlo. Verdad de Perogrullo. Claro que sí. Como axioma
es reconocer las dificultades que tienen los policías para
poner a los culpables ante los jueces.
Lo que no le digo a mi amiga -porque apenas ha dormido y aún
debe hacer sus labores domésticas-, para no entretenerla
más, es que mi defensa de los delegados del Gobierno ha sido
en todo momento basándome en lo difícil que es también
ocupar ese cargo. Por tal motivo, yo estuve durante años sin
cruzar palabra alguna con Francisco Antonio González.
Quien, al ser muy crítico con los delegados del Gobierno
socialistas, cuando era diputado, recibía por mi parte
muestras de desagrado en algunas columnas.
Tirantez a la que decidimos poner fin un día de mayo de
2009. En el Hotel Tryp. Cuando el diputado hacía de cicerone
de la plana mayor del ‘Diario As’ que llegaba a Ceuta para
hacer un programa que se titulaba “El encuentro con los
ases”. Modestia de criaturas.
A partir de entonces, mis relaciones con Pacoantonio han
sido correctas. Pues mentiría si dijera que desde ese día
empezamos a felicitarnos o quedábamos para salir con el fin
de conocernos más.
Eso sí, con esa corrección a la que he aludido, vuelvo a
decirle a Francisco Antonio González que ser delegado del
Gobierno en Ceuta es complicado. Tanto o más que antes. Y,
por ello, le deseo mucha suerte y discreción. Y, dado que no
es lo mismo predicar que… eso, aquí me tiene para
reconocerlo.
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