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OPINIÓN - LUNES, 26 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / PLUMA DE SECANO

El primer café
 


Manuel Corral
opinion@elpueblodeceuta.com

 

Huele a café bendito. El primero del día que se me antoja mágico. Es lo bueno de despertar a un nuevo amanecer. Me gusta madrugar, aspirar el fresco efluvio del salitre del mar y desayunarme con él en una cafetería conocida, cada día de la semana. El domingo no porque toca maratón y playa, sol y sombrilla, prensa y relax. Mucho relajo, tan necesario de por sí.

Suelo degustar el café con leche tirado a brazada magistral, en un barecito cerca del currelo. Entre que estoy a gusto por el ambiente y porque cuanto en derredor acude es sano y vistoso, conste que no lo digo por el camuflaje de los milicos que han asaltado el lugar como si de una cantina de día se tratara, sabes cómo empieza la jornada pero desconoces el rumbo que ésta tomará. Si saldrá reluciente como un sol, o por el contrario, revolucionado con esas primeras llamadas al móvil tocándote los cataplines.

Y sí, no tengo necesidad de acudir a otro establecimiento, así me pongan descuento en las pulgas de pan tostadas y bañadas de zurrapa, así traten de cazarme aguantando la vista prendida en la canaleta que sugiere días de batallas interminables, de guerra sin cuartel. Que ya se sabe que ésta es plaza militar. ¡Vista al frente. Ar!.

Si bien apenas hay intimidad en torno a mi cafetería preferida, me gusta escuchar, empaparme de la conversación ruidosa de los parroquianos, soy todo antena vamos, aunque en el fondo la cháchara no me importe ni nada ni mucho. En resumen, es lo que te abstrae de tus pensamientos, lo que te fascina por lo cotidiano, que tiene su miga también. Son instantes dulces, minutos pasajeros que se abren a un nuevo día, hasta que alguien se te acerca con sigilo y te toca el hombro -y a poco pegas un brinco, joder-, ofreciéndote el 45. “Eh, qué..,ah si, vale, déme usted cuatro cupones de esos solidarios, bien, del Sánchez Prados por favor, que mañana me paso a cobrar..”

Solo que por enchufar la parabólica al canal ruidoso de la calle, oigo que alguien le dice a otro que es preciso saber lo que se quiere; que después hay que tener el valor de decirlo, y que cuando se dice, es menester tener el coraje de realizarlo. Hoy anda uno en esta tesitura, porque lo que si es cierto es que duele el amor en soledad. Es hora de hacer que mejore tu vida. Saca fuerza y pechamen y lucha por lo que quieres.

Si bien la libertad y la soledad son indisociables, como el café y la leche, también es cierto que vivir en pareja te aporta compañía, y si es buena hasta te da un soplo de amor, pero te quita la libertad. Elige. De acuerdo, la vida es complicada para todos, pero a veces lo hacemos aún más difícil, teniendo en cuenta que tú eres alguien especial para mi, pues no siempre se encuentra a una persona capaz de querer compartir intimidades, dudas, sueños también. Puede que no te alejes, que vivas el presente, que hagas realidad tus sueños, siquiera fugazmente..

Por ti, que tras la agotadora jornada mimando viejecitos –que suerte la de ellos-, y soportando estoicas clases vespertinas en aras de ampliar tus estudios sobre geriatría, lo vives descansando en tu sofá, acariciando a tu pequeña Cinthia que a modo de mascota bien te lame, que te ronronea como gatita mimosa y que apenas te deja hacer algo que te gusta y mucho: escribirme a mi.

Vale, entiendo, procuraré no dormirme y echar más cuenta de ti amiga mia, para que sigas siendo mi musa, mi inspiración mental, mi confesora personal, mi bueno ejem..(este punto queda para los dos, qué bonita lencería luces, qué tacto tan soberbio esa piel, qué…). Secreto de alcoba.

No sé dónde he leído yo que hay dos maneras de tomarse la vida: vivirla lamentándote de todo lo que te falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio, o aprovechando al máximo lo que si tienes. Y lo que tengo al alcance de la mano, con sólo triscar los dedos pulgar y corazón de la mano diestra y…¡Chash..!, he ahí una ilusión en erupción, una esperanza latente, un yo que sé. Algo por lo que no renunciar a esta oportunidad que me ofrece la vida, que se abre sugerente como la botonadura de esa blusa de seda que pudiera ofrecerse en semioculto juego para ser palpada rebuscando el afecto, la sensualidad también.

Sí, lo tengo claro, desayunar entre el gentío al amanecer pueda ser acaso el mejor momento del día, en el cual se desperezan las emociones. Pocos momentos hay tan personales, tan íntimos, donde el azar se confunde con los personajes que fluyen al olor del café. A la llamada del despertador olfativo que desprende la tostadora que emana café recién ahumado, cuyo divino olor trasciende lo subliminal, toca las fibras sensibles del sentido humano y hasta te embarga el momento, las horas que lo siguen, el día quizás.

Nada hay comparable al primer café. Ni el primer beso sin carmin de tu pareja al alba, ni la ternura del abrazo de tus retoños al despedirlos camino del “cole”, ni el breve pero intenso paseo en coche musicando la alborada por las semidesiertas calles de la ciudad, solo sobresaltadas por el ambar testimonio de los semáforos en huelga. Pronto empezamos. Venga ese café pues. El primer café.
 

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