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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

José Antonio y su abuelo
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Repasando, una vez más, nuestro libro “Un antes y un después”, me detengo en la colaboración de José Antonio A.O. De nuevo, su contenido me devuelve a la realidad de un pasado que, desgraciadamente para mí, no volverá

José Antonio, presenta en su colaboración, su paso por nuestro Colegio, el recordado “Convoy de la Victoria”, de forma apasionada, así como los distintos cambios que se operaron en el transcurso de su escolaridad obligatoria, la E.G.B., obteniendo su Graduado Escolar; su paso por el Bachillerato y Universidad, donde consiguió la titulación de Ingeniero Superior en Informática; su acceso a la docencia en el I.E.S. de Camas, en la localidad sevillana del mismo nombre.

“Recuerdo que de pequeño no me gustaba ir al Colegio. Y esto no era debido a que me lo pasara mal allí, ni ninguna otra razón similar. Lo que ocurría es, que se trataba de una obligación. Creo que, en general, esta era la idea que se tenía del Colegio: un lugar al que hay que ir por obligación, a pasar una parte importante del día. Poco menos que un castigo. Hay que tener en cuenta que eran otros tiempos. En mis primeros años, llegué a conocer el patio del Colegio dividido por un muro. Era un vestigio de aquella educación de separación de sexo. En esos tiempos íbamos uniformados, y todas las mañanas se rezaba el “Padre Nuestro”. Digo “se rezaba”, porque por lo que a mí respecta, se “rezaba solo”… También quedaban algunos maestros, de los “antiguos”, de los que “daban leña”, aunque, afortunadamente, yo no les llegué a “conocer”. En definitiva, yo iba al Colegio porque tenía que ir. Sirva de ejemplo que a veces decía mi abuelo “que yo era el niño más listo de todo el Colegio”, porque era el último en entrar y el primero en salir”.

Así, fueron pasando los cursos, hasta que un día me di cuenta de algo insólito. ¡Me gustaba el Colegio! No fue algo que ocurriera de repente, sino más bien se trataba de un proceso gradual. Al fin y al cabo, tenía bastantes amigos entre mis compañeros, me llevaba bien con los maestros y, además, no estaba allí sólo para estar: al contrario, estaba haciendo algo muy interesante: aprender. Tanto es así que, en el Séptimo curso de la E.G.B. –si la memoria no me falla- tanto yo como algunos compañeros, nos quedábamos un rato más, después de la finalización de las clases, ya fuera colaboración con el maestro, tutor, en la preparación de algunas actividades, o repasando lecciones, o simplemente charlando. Y lo cierto es que lo hacíamos muy a gusto. Como no podía apartarme de la norma, hice lo que todos los niños con capacidades y recursos económicos podían hacer: me matriculé en el Instituto para conseguir mi Bachillerato. Después a la Universidad, donde estudié la Ingeniería Superior de Informática. Acto seguido conseguí el acceso a un Instituto de Formación Profesional, en la localidad sevillana de Camas impartiendo la asignatura de “Informática” en el Grado Superior. Recientemente he contraído matrimonio y nuestro domicilio está en la capital, Sevilla.

Sé que en los momentos actuales la enseñanza pasa por momentos muy críticos, debido a la escasez de motivación que tienen nuestros alumnos, pero la materia que imparto colabora a que el problema sea menor. Yo me aplico que “lo que aprendía hace años, me sigue sirviendo y procuro aplicarlo a diario, tanto para mí como para mis alumnos: las cosas se hacen mejor cuando se hacen a gusto…”.

Pero de José Antonio hay que retomar episodios de su pasado escolar, como un cualificado humorista, puesto a disposición de improvisados cuadros artísticos del Colegio, que con programadas actuaciones, tanto en el propio Colegio como en modestos escenarios, los “artistas” ponían su arte a disposición de la organización.

Los alumnos que llegaban al último curso de la EGB, sentían la necesidad de programar su viaje de fin de curso. Pero siempre tropezaban con el mismo problema: su financiación. Las dificultades económicas hacían ponen en marcha unas actividades que cubrieran los gastos para llevarlo a cabo.

Ese curso se llegó a la constitución de un cuadro artístico, seleccionándose, dentro de lo que se pretendía, “artistas” de diversas modalidades: así surgieron “cantaores”, cantantes, bailarines, guitarras, un pequeño conjunto de canciones modernas, con un modesto material musical, un sorprendente humorista, con amplio repertorio de chistes… Con lo recaudado por actuaciones, se suplementaba a las clásicas soluciones: participaciones de lotería de Navidad, venta de cajas de surtidos navideños, aportaciones de los “comprometidos” con el viaje”, aportación de Centro Escolar…

Para los ensayos, disponía el grupo de “artistas”, de un pequeño local en el propio Centro, donde en los ratos libres (recreos) se preparaban para conseguir la mejor puesta a punto. El lugar de actuación estaba ya señalado: en un club recreativo de una barriada próxima al Colegio, que, además disponía de un pequeño escenario.

Se repitieron varias actuaciones del Cuadro Artístico, siempre en los Sábados por la mañana y se cosecharon éxitos: buen espectáculo y buenas asistencias. Al estar la entrada a un precio muy asequible, la recaudación no era todo lo abundante que se hubiera deseado, pero tampoco estaba mal.

Los mayores aplausos se los ganaba el “humorista”. Tenía una gran serenidad y, daba la impresión que, por su forma de contar los chistes, que toda su vida los había escenificado. Destacaban aquellos que decían así: “Esto era un español, un francés y un inglés… exagerando siempre las situaciones presentadas a favor del español. Después de cada actuación, arrancaba muchos aplausos. Y los espectadores lo comprometían con ¡otro”, ¡otro!... no pudiendo negar a tan “selecto” público” y continuaba con su repertorio.

Pero, todas sus actuaciones eran seguidas por un espectador de excepción, que era el que más aplausos dirigía al “humorista”. También me comentaron que disponía el abuelo una especie de cuaderno con una gran selección de chistes. (En la fotografía, una de las actuaciones del “humorista” José Antonio).
 

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