Mientras lean éstas líneas, hoy
domingo las principales ciudades de Marruecos se aprestan a
vivir otra jornada del Movimiento del 20 de Febrero (M20F)
que, insisto, ni está muerto ni mucho menos enterrado. En
Rabat la manifestación saldrá a las 16.00 desde donde
siempre, la Plaza Bab El Had, estando previsto que ésta vez
avance hasta las puertas del Parlamento, siendo convocada
bajo el título “La libertad de manifestarse hasta la caída
de la prevaricación y el mal gobierno”. En el norte, de
Tánger a Tetuán y sobre todo en Alhucemas, también están
previstas una serie de marchas que a ver cómo acaban en la
luminosa y bravía tierra de la lavanda, de la que un día de
éstos les escribiré con más profundidad.
Por cierto la que se ha empezado a poner las pilas y retomo
en unas líneas la columna del pasado domingo dedicada a la
memoria de la adolescente Amina Filali, es la ministra
“pejedista” de Solidaridad (Mujer, Familia y Desarrollo
Social), Bassima Hakkaoui, quien el pasado miércoles
visitaba en el barrio casablanqués de Sidi Othmane el hogar
para madres solteras de la Liga Marroquí para la Protección
de la Infancia, ofreciendo la ayuda de su ministerio
mientras, de paso, defendía por primera vez públicamente la
causa de las madres solteras y de sus hijos. El gesto, nada
banal, es más importante de lo que parece al venir de de una
ministra de cuño ideológico “islamista” pero, a la vez y por
lo que la conozco, sensible y de talante humanista. Bassima
Hakkaoui parece escuchar y está en la brecha, bien por ella.
¿La “burbuja inmobiliaria”...? Marruecos ha ido capeando al
no depender las empresas de construcción tanto de la
financiación bancaria, merced a cierta situación estructural
de todos conocida. Pero mientras la sequía aprieta y el
Reino, ojo avizor, importa cereales a diestro y siniestro,
la burbuja inmobiliaria marroquí amaga con reventar
relegando a una minucia la gravísima crisis del cemento en
España. Las comparaciones son odiosas pero así están las
cosas: la crisis avanza al trote en el vecino país, mientras
los disturbios en las ciudades y villas del interior se
acumulan sobre las espaldas del nuevo gobierno. No sé lo que
le habrán contado días pasados en Tánger al presidente de la
Cámara de Comercio de Ceuta, Kalim Boulaix, ni como verá la
situación el presidente de ADESC, Abdelmalik Mohamed, quién
también se acercó por allí pero les cuento: junto a la
corrupción rampante y el lavado de dinero, a la orden del
día, los proyectos inmobiliarios inacabados y/o abandonados,
se cuentan ya por decenas. El titular del último número de
La Vie Éco , del 23 de marzo, es tremendo, se lo reproduzco
porque yo nunca, nunca digo, me invento nada (otra cosa es
que no lo cuente todo): “Inmobiliaria en Tánger: el gran
lío”. En síntesis: “Los compradores internacionales, los MRE
(emigrantes) y los locales que se presentaban hace cinco
años para comprar una residencia secundaria han
desaparecido. La demanda ha bajado el 80% y los precios han
conocido caídas de hasta el 65%”. El semanario apunta a la
histórica capital del Estrecho como “una villa muerta”, si
bien todavía estarían en movimiento los alojamientos
sociales pues Tánger concentraría, atención, el 25% de los
que actualmente se construyen en todo Marruecos Sería
interesante saber qué opinan al respecto los ceutíes citados
y a ver cómo evoluciona la economía marroquí como presunto
motor del estancamiento económico de Ceuta, soportable solo
mientras siga llegando ayuda de Madrid o de la Unión
Europea. Y no solo en Tánger:en la cercana Martil los pisos
y apartamentos recientemente construidos y vacíos son ya
legión. Un síntoma: el gigante español del turismo Barceló
acaba de abandonar el complejo de Saidía (un fiasco por
cierto), sito en la costa rifeña más allá de Nador y cercano
al Muluya, camino de Argelia. Es lo que hay, digo. Visto.
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