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OPINIÓN - DOMINGO, 25 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Gitanos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Vengo leyendo, con satisfacción, a Miguel Jiménez Campos, presidente de la comunidad gitana, porque me permite recordar los amigos gitanos que yo tuve durante muchos años. Sí, tuve, digo bien; puesto que algunos murieron y otros, con el paso de los años y la distancia, he dejado de frecuentarlos y también de saber de ellos. Con algo más que pesar.

Dice Antonio Gala, algo que yo he compartido siempre: “Los gitanos son generosos con quienes les da la gana: ellos olfatean, y deciden”. Así que mis amistades con gitanos fueron de verdad. De las que yo me sentía tan orgulloso cual seguro. Las tuve en el mundo del cante y del baile; que es mundo donde si un artista consagrado decide agasajarte con su arte, porque sí, porque le da la gana, sin que medien intereses de ningún tipo, es la mejor prueba de amistad. De tenerte ley.

En estos momentos, cuando escribo, no tengo más remedio que acordarme de Ramón Núñez, cantaor y bailaor gitano, más conocido en el mundo del cante flamenco con el nombre artístico de Orillo del Puerto. Aunque él había nacido en Chiclana de la Frontera. Donde murió en 2004. Las anécdotas que me contaba Orillo fueron muchas, y muchas las veces que nos lo pasábamos bomba en un bar de los portales de El Puerto de Santa María, cuyo propietario era un tío de Joaquín, jugador del Málaga.

De su viaje a Rusia con Antonio Gades, podría contar y no acabar. Una noche de verano se me presentó Orillo en Ceuta para bailarme en el Pub Tokio. Y lo hizo porque sí. Porque era mi amigo y necesitaba verme. Me cantó por bulería. Y bailó el cochecito lerén, dejando a los clientes con la boca abierta. Su actuación, improvisada, fue un clamor, allá en los años ochenta. Como clamorosos fueron los cantes dedicados por su hermano, Rancapino, en la Venta El pájaro de Chiclana, a Pepe Jiménez, ‘Bigote’ y a mí. Y además pagó la comida. Y qué decir de mis días recorriendo el paseo de Valdelagrana con José Cortés Jiménez, ‘Pansequito’.

En el mundo del fútbol, los futbolistas gitanos que estuvieron a mis órdenes fueron siempre educados, disciplinados, trabajadores, y más listos que el hambre. Amén de estar siempre dispuestos a levantar la moral decaída de los compañeros cuando los reveses se presentaban. Eso sí, conviene tener presente que no es fácil confraternizar con ellos, llegar al fondo de la amistad y de la confianza. Porque tienen motivos más que suficientes para ser desconfiados. Y es que el catalogo de leyes represivas es demasiado largo, desde los Reyes Católicos a los Vagos y Maleantes. Cervantes en la Gitanilla los puso a parir. Dijo de ellos impropios. Y a ver quién era el guapo entonces capaz de llevarle la contraria a Cervantes, que era además miembro de otra minoría perseguida: la judía.

En fin, que aprovechando la ocasión, debido a que, como ya he reseñado más arriba, vengo leyendo lo que escribe el presidente de la comunidad gitana, Miguel Jiménez Campos, le dedico estas líneas y le recomiendo que procure leer, si acaso no lo ha hecho aún, ‘El Polémico dialecto andaluz’; libro en el cual hay capítulos dedicados al idioma gitano, los gitanos en Andalucía, el cante y el baile gitano. Y el vocabulario gitano más usual.
 

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