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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ley de Transparencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Estoy volviendo a leer ‘Vidas Mágicas e Inquisición’. Escrito por Julio Caro Baroja. Libro que trata de brujas, nigromantes y astrólogos (por cierto, se lo recomiendo al presidente de la Comunidad Romaní de Ceuta, Miguel Francisco Jiménez). Y he recordado, inmediatamente, lo que el escritor dijera en su momento sobre los políticos: “Si hoy existiera la pena de la hoguera, los políticos serían los más sujetos a ella”. Frase dura, tan dura o más como esa tan descarnada que reza así: “La que sea puta que cruja”.

Aunque hemos de reconocer que los políticos se han ido ganando con creces el descrédito y la hostilidad de innumerables votantes. Incluso de los propios políticos. Ejemplo: la mayoría de los políticos son analfabetos. Lo dijo Julio Anguita y se quedó tan pancho.

Tampoco se quedó corto Iñaki Anasagasti (del que dicen que cuando habla lo hace con tal precisión que a los contrarios les gustaría estar en otro sitio. Y que además perdona poco la imbecilidad) cuando dijo que en política, lo verdaderamente importante cabe en la punta de una servilleta.

Y así podríamos seguir sumando dicterios, palabras o frases insultantes dichas contra una casta que cada día es más odiada y, por tanto, vilipendiada a cada paso. Pruebas de imbecilidad ha dado recientemente Francisco Camps. Haciendo unas declaraciones a las que Rita Barberá, otrora su valedora, ha salido al paso para decirle al ex presidente de la Generalidad valenciana que haga el favor de no seguir haciendo el idiota.

En ocasiones, uno no sabe si preferir a un político corrupto, con la gravedad que ello acarrea, que a un necio, memo o zoquete. Aunque a veces los hay que, además de llevárselo calentito, lucen también la etiqueta de tontos con balcón a la calle (¿verdad, maestro Burgos?).

Pues bien, Mariano Rajoy ha anunciado, días atrás, que hoy viernes cuando escribo, va a ser aprobado en el Consejo de Ministros la Ley de transparencia. Para que “la gente sepa en qué se gasta su dinero”. Y que si se enchufa a alguien “salga el nombre y apellidos y se explique cuáles son las razones por las que se contrata”.

Menos mal que la ley no se aplicará con carácter retroactivo. Porque de haber sido así, sí, ya se que es hablar por hablar, los ayuntamientos y las empresas municipales habrían empezado a quedarse escasas de personal. Y, por tal motivo, no habría problemas de recortes ni nada por el estilo.

Y, desde luego, sería una gozada ver a presidentes autonómicos, alcaldes, monterillas, y delegados del Gobierno dando fe por escrito de las cualidades que atesoran sus asesores, sus colaboradores, sus hombres de confianza. Amén de tener que demostrar las habilidades de todos los parientes y amigos que fueron colocados por algo tan ejemplar cual es la dedocracia.

Sistema del cual el secretario general de CCOO de Ceuta podría, en cualquier momento, dar una conferencia. Basada en cómo con el simple envío de un fax, cuando no se usaban los correos electrónicos, se tenía la certeza de que el recomendado pasaba a formar parte de la plantilla de cualquier organismo municipal.

En fin, bienvenida sea la Ley de Transparencia -siempre que se aplique-, por más que mueva a risa leer cómo la vienen celebrando quienes fueron colocados a dedo. Ay, Señor…
 

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