Mohamed Alí, quien, al fin,
ha conseguido encontrar su rincón de seguridad, debido a que
se siente protegido por Juan Luis Aróstegui, vive sus
mejores momentos como político. Su felicidad, la de Alí,
radica en que tiene asumido que el secretario general de
COOO es el tío más inteligente de Ceuta y del mundo mundial.
Cuando Alí oye hablar al jefe de su partido, se le cae la
baba. Se ensimisma, asciende en los aires, en una palabra,
levita. Pierde la noción del tiempo y repite sin cesar:
“¡Como Aróstegui no hay ninguno! ¡Aróstegui es cojonudo!”.
Fatima Hamed, mujer culta y con ambiciones, se
enciende siendo testigo de cómo Alí se ha echado en los
brazos de Aróstegui; se la comen los demonios al comprobar
que a su compañero de partido le hayan comido el coco; que
le hayan torcido su voluntad, y hasta ha llegado a pensar
que puede haber habido algo de magia para hacer posible que
el sindicalista sea, actualmente, quien maneje la coalición
Caballas como a él le salga de los cataplines.
Aunque Fatima, debido a que gana una pasta gansa como
consejera, aguanta el tirón de la disconformidad con la
sonrisa en la boca; una sonrisa que acabará por hacerse
vieja de tanto decir sí contra su voluntad. Y cuando una
sonrisa atractiva se convierte en una mueca acre,
avinagrada, ajada, cuesta lo indecible recuperar su alegría
primigenia. Una pena. Puesto que ella creyó siempre en
Mohamed Alí. Depositó su confianza política en él. Y ahora
se encuentra con que quien ordena y manda en su partido es
un sindicalista que no ha mucho despotricaba contra lo que
despotricaba.
Fechas atrás, iba yo en un taxi cuya radio estaba
sintonizada a una emisora local en la cual estaba siendo
entrevistado Mohamed Alí. El entrevistador le preguntaba
sobre los recortes de los funcionarios municipales y él
trataba de escurrir el bulto. De manera que sus respuestas
iban siempre en otra dirección. Y me dije tate, cartucho,
aquí hay tomate. Y tanto que sí…
El enredo consiste en que los componentes de Caballas tratan
por todos los medios de no decir ni pío en relación con la
batalla que vienen sosteniendo los funcionarios con el
Gobierno local en lo tocante a los recortes económicos. Sus
dirigentes procuran no meterse en ese jardín. Y, claro, se
les nota demasiado que ese asunto no va con ellos. Lo cual
me parece a mí la mar de bien. Tan bien como para comprender
por qué razón hay quien dice que Aróstegui gana casi nueve
mil euros mensuales y la voluntad. La voluntad consiste en
lo que todos ustedes saben sobradamente.
Los funcionarios, según me ha contado uno muy principal, no
se fían de lo que pueda decir Caballas a su favor, y por
tanto prefieren que tanto Alí como Aróstegui sigan haciendo
publicidad de la huelga general a la par que se olvidan de
los problemas de ellos. Porque están convencidos de que si
Aróstegui metiera mano en el asunto, todo podría acabar como
el rosario de la aurora.
Incluso algunos funcionarios van más lejos: no se cortan lo
más mínimo en decir que el sindicalista está esperando el
momento propicio para participar en las desavenencias con el
único objeto de obtener beneficios. Y, cuando yo oigo tales
aseveraciones, créanme que me quedo sin habla. Por lo cual
tardo un mundo en recuperarme de ese estado de idiotez. Y,
cuando recupero algo de lucidez, me pregunto: ¿Porqué
Aróstegui tiene tal fama?
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