Me afana la palabra que supera al
silencio.
Me desvela la palabra que sale del alma.
Me aviva la palabra que nos aproxima.
La palabra es el espejo de la vida.
El ser humano no es más que una palabra
dispuesta a dar sentido al mundo.
Hágase la palabra y se despertó el hombre.
Dios no es más que el Creador de la palabra
y el inventor de los lenguajes del alma.
Con el arte de la palabra se construyen los sueños.
Por una palabra se enamora o se mata.
Sembrada la palabra, germina y alza el vuelo.
El pensamiento es el que convence y vence.
La palabra nos desnuda y nos anuda ideas.
Uno es lo que es, el recuerdo inmortalizado.
Al final, lo que importa no son las palabras,
sino los abecedarios vertidos a la vida,
unas veces como luz y otras veces como espada.
Sabed que solamente una palabra de aliento
merece ser pronunciada y ser vivida.
Son las únicas palabras que iluminan el camino.
En una palabra, que la vida es fascinante,
sólo hace falta beberla, con las gafas correctas,
de la pasión del verso entre los labios.
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