Lógicamente me cuesta analizar lo
que no puedo comprender y tengo que confesar que nunca he
logrado superar el horror que me provoca la izquierda cuando
hace del “derecho al aborto” una especie de sanguinolienta
bandera para defender los derechos de la mujer, porque
ninguna mujer puede considerar el hecho de quitar la vida
como un “derecho”. Y mucho menos hoy en día. Porque no hay
excusas, al menos en nuestra sociedad no las hay.
Si algo nos sobra es información sobre métodos
anticonceptivos, nadie puede ya alegar desinformación ni
ignorancia y menos aún no estar al día en cuanto a
planificación familiar. El preservativo existe y se puede
solicitar en innumerables centros, pero si el varón es un
troglodita y pese a los riesgos, prefiere “ir a pelo”, la
píldora anticonceptiva se dispensa con libertad, el DIU se
implanta en los centros de salud, existe la píldora del día
después, en una palabra: todos los métodos para que no
existan riesgos están al alcance de todos, para poder
“retozar” sin consecuencias indeseadas. Hasta el más
temprano de los adolescente conoce lo que es “tomar
precauciones” y la sociedad exige de los padres el que
informen adecuadamente a sus hijos y les adviertan.
No estamos precisamente en oscuras épocas pretéritas en las
que, por considerarlo “tabú” el tema del sexo era poco menos
que un gran desconocido y siempre bajo la sombra del
“pecado” y los padres ofertaban la virginidad de sus hijas
como una especie de “joya de la familia”. De hecho la hija
podía ser perversa, mentirosa, cruel, ignorante o brutal
porque mientras fuera virgen era “buena”. Anacronismos de
tiempos duros en los que convenía tener a la mujer
“atocinada” pero desde entonces ha llovido a cántaros y se
ha avanzado a pasos agigantados en lo relativo a la
igualdad, al menos en ciertos aspectos, porque aún quedan
antiguos modelos de educación que hay que superar, bien de
manera natural y voluntario de manos de la educación y la
cultura, bien por medio de leyes y de castigos proverbiales.
Pero en lo relativo al derecho prácticamente ilimitado al
aborto que hemos venido teniendo, ni es un avance en los
derechos de la mujer, ni es otra cosa que “premiar”
comportamientos irresponsables. No estoy hablando por
supuesto de los casos espantosos de embarazos frutos de
violaciones o de relaciones forzadas, que constituyen una
excepción. Sino de embarazos por no haber puesto los medios
adecuados sin que valgan excusas porque las féminas tienen
hoy suficiente formación cómo para saber lo que hacen y cómo
lo hacen, siendo para muchos el recurso a abortar la
definitiva victoria del varón sobre la hembra.
El trauma, la intervención quirúrgica y la amargura de la
vicisitud para la madre, el padre queda exento de pasar por
la mesa de operaciones y ni tan siquiera se le pena con una
multa, ni tiene la obligación de indemnizar a la embarazada
por el trauma. Nada, ellos exentos y la madre a que le
trituren el feto en la barriga con una aspiradora, un trago
de hiel y de acíbar.
Innecesario a no ser que la vida de la madre corra peligro o
que el feto venga con graves malformaciones congénitas.
Innecesario porque el Estado tiene que reforzar íntegramente
los mecanismos para proteger a sus ciudadanos y el
nasciturus lo es, pero si el Estado quiere que nazca pese a
la oposición de la madre que no lo desea, siempre se pueden
aplicar incentivos económicos para que lleve a fin la
gestación y el niño en adopción a los miles de buenísimas
familias que anhelan adoptar. Familias que sí desean un niño
o una niña, que le van a recibir con los brazos abiertos y
que van a cumplir religiosamente el primer y segundo de los
derechos de todo ser humano que viene al mundo: 1º.- El
derecho a que le amen, se lo demuestren y se lo manifiesten.
2º El derecho a ser feliz. Y si la aspirante al aborto es
persona, mil veces dejar a un niño en manos amorosas que
acabar con él. De hecho en mi profesión he conocido a muchos
padres a quien no les hubiera confiado ni el cuidado de mi
mascota durante unas horas así que no digamos el hacerles
responsables de la vida de otro ser humano. “Algo” falló en
la Creación cuando se requieren un permiso y unas
capacidades para conducir y no se requiere lo mismo para
concebir. Porque no es justo. No es justo para el ser humano
que viene al mundo hacerlo con el handicap de unos malos
padres. Valga este análisis como homenaje emocionado a todos
los médicos del Ingesa que se niegan a practicar abortos,
porque tanto su moral, su condición humana y el juramento
hipocrático se lo impiden. Valga así mismo cómo recordatorio
de lo mucho que hemos de avanzar en el tema de los derechos
de la mujer y del niño, porque estamos en mantillas.
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