Tres años estuve yo trabajando en
el Instituto Municipal de Deportes, desde hace ya cierto
tiempo llamado Instituto Ceutí de Deportes. Concretamente
desde septiembre de 1987 a febrero de 1990. Fui director de
una Escuela de Fútbol y supervisor de cuanto aconteciera en
ese organismo. En realidad, mi misión consistía en descubrir
irregularidades y ponerlas en conocimiento de Juan Vivas.
Quien, aposentado en su despacho de Procesa, tomaba notas de
las mismas.
Durante ese tiempo tuve la oportunidad de aprender cómo
funcionaba la Casa Grande. Y también presencié cómo los
políticos acudían al despacho de Juan Vivas con el único fin
de que éste les asesorara de los cometidos de sus
respectivas consejerías. Debido a que, casi todos, por no
decir todos, carecían de conocimientos suficientes al
respecto.
Chaves, Montero, Vázquez, Aróstegui y
los demás concejales acudían prestos al despacho de un
funcionario que les daba jarilla en todos los sentidos y los
convertía en acérrimos defensores de su forma de ser.
Parecía que Juan Vivas los encantaba. De tal manera que un
día alguien llegó a decirme que si yo no notaba que los
concejales salían del despacho de Procesa convencidos de que
sabían más que Lepe, Lepijo y su hijo, gracias a los
consejos y asesoramientos del director de la sociedad
municipal.
De Juan Vivas debo decir que es la persona que más
conocimientos tiene del Ayuntamiento. De sus funcionarios.
De los políticos. Y de cuanto ha sucedido y sucede en ese
edificio del cual nunca ha dejado él de decir que quien se
pone en su contra, en contra de la Casa Grande, como a él le
gusta nominarla, más le valdría coger el primer barco. Y a
fe que no miento.
Los funcionarios que están luchando junto con los
sindicatos, en defensa de sus honorarios, saben
perfectamente que el final de la historia radica en que
Vivas se siente con ellos a dialogar. Porque están
convencidos de que entonces se hará la luz y todo acabará
entre palmeteos de espalda y algún que otro aupa Vivas.
Porque en el fondo lo que los funcionarios desean, por
encima de cualquier otra cosa, es que el presidente de la
Ciudad se digne a bajar al ruedo de la disputa y comparta
con ellos las discusiones relacionadas con unos recortes de
emolumentos extras que ya dan por perdidos.
A los funcionarios los que les desagrada en extremo es tener
que entenderse con personas que a ellos no les hace tilín.
Personas a las que, por más que hayan sido votadas por ir en
una lista de un partido, apenas prestan atención. Una
situación que Juan Vivas, cuya astucia está fuera de toda
duda, conoce a la perfección. Y por ello, uno está
convencido de que todo terminará entre risas y parabienes.
Por tal motivo, cabe decir, porque creo que viene a cuento,
que si Susana Román Bernet, consejera de Juventud,
Deportes y Menores, conociera a Juan Vivas como yo,
seguramente sería más precavida. Más prudente. Menos dada a
propalar asuntos que deben resolverse entre bastidores. De
no ser así, o sea, de afanarse por ser noticia, le auguro
reveses. Y aquí estaremos para contárselos a nuestros
lectores.
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