Manolo Ruiz-Sosa me llamó
un día para invitarme a una comida. Él estaba entrenando al
Jaén en Segunda División A. Y quería que hiciera todo lo
posible por desplazarme a Linares. Ya que allí nos esperaban
el presidente del club y el entrenador, José Antonio
Viera Chacón, para hablar de fútbol.
Me desplacé a Linares, y Manolo hizo las presentaciones. Y,
a partir de ese momento, la comida transcurrió entre
anécdotas que hicieron las delicias del entonces dirigente
del equipo linarense. No en vano Ruiz-Sosa era tan divertido
como capaz de poner a cualquiera en su lugar descanso.
Viera hablaba poco y parecía que estaba por encima del bien
y del mal. Se lo tomaba todo en serio. Y yo tuve la
impresión de estar ante un maestro de escuela convencido de
que había inventado el fútbol. En un momento determinado,
Ruiz-Sosa le preguntó a Viera sobre el partido que le tocaba
jugar a su equipo en Onteniente. Y éste, como si nos
estuviera desvelando un secreto de Estado, respondió que
iría al pueblo donde se fabricaban mantas de mucha calidad
con un plan premeditado para empatar.
Tras cambiar impresiones gestuales con Manolo, éste me pidió
que opinara, dado que yo conocía a los equipos de la región
valenciana más que bien. Y así lo hice. Mira, José Antonio,
yo no sé cómo se puede hacer un plan premeditado para
empatar, pero hazme caso: ve con cuidado; pues aunque el
Onteniente no está carburando, equipo tiene para hacerle
seis goles al adversario más pintado.
El entrenador del Linares, que en esos momentos ocupaba
lugar destacado la clasificacion, sacó a relucir una risa
sarcástica que aún recuerdo. Y, claro, acabó tomándose a
excentricidad mi consejo. Tres días más tarde el Onteniente
le hizo seis goles al conjunto de Viera. Así que tardó nada
y menos en salir de naja.
Cuando Viera firmó en el Xerez yo llevaba ya dos temporadas
en el Portuense. Y descubrí que el técnico del equipo
jerezano, aprovechándose de que mi presidente era incapaz de
decir que no a casi nada, hizo uso de nuestras instalaciones
sin el consentimiento mío. Y, claro, en cuanto lo supe le
dije lo adecuado en esos casos. Y el sevillano, que presumía
de tener todas las amistades del mundo en los centros de
poder del fútbol de su tierra, me denunció en el Colegio de
Entrenadores. Denuncia a la que no le prestaron la menor
atención. De Jerez, el tal Viera salió pitando antes de
acabar la temporada. Y fue entonces cuando se afilio al
partido socialista. No sé si antes o después de entrenar al
Algeciras un ratito.
Así que degenerando, como el banderillero de Belmonte,
Viera acabó siendo delegado del Gobierno en Sevilla, entre
otros muchos cargos. El último fue el de secretario general
de los socialistas. Ahora, con el asunto de los ERE, cuando
Francisco Javier Guerrero, el que fuera director
general de Trabajo y Seguridad Social de la Junta de
Andalucía, apunta hacia Viera, en su etapa de consejero de
Empleo, éste lo desmiente todo. Como es lógico. Aunque a mi
me da en las pituitarias que Viera Chacón está muy
acostumbrado a mentir. Ya lo hizo cuando declaró en los
medios, a modo de halago, que a él nunca lo habían
destituido en ningún club. Y mintió como un bellaco. Puesto
que fue despedido en Linares y en Jerez. Y eso que estuvo
media hora en esa profesión tan compleja como es la de
entrenador de fútbol. ¡Uf!
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