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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE MARZO DE 2012

 

OPINIÓN / SNIPER

11-M: ¿un atentado de Estado?
 


José Luis Navazo
yebala07@yahoo.es

 

Lo recordaba en una larga entrevista concedida a un diario de tirada nacional, días pasados, el responsable de Relaciones Exteriores para España y América Latina del PJD (Partido de la Justicia y el Desarrollo, los islamistas parlamentarios marroquíes), Mohamed Belhasen: “Seguimos desconociendo la autoría de los atentados de Casablanca, Madrid y Marrakech”. Opinión valiente, razonable y a la que me sumo. El terrorismo de uno u otro color y el “yihadista” en primer término ahí está, sin duda y existe per sé, pero también es verdad que no en pocas ocasiones es utilizado desde los atentados del 11-S en Nueva York como burda cobertura de estratégicos y oscuros intereses de Estado: sabemos por ejemplo quiénes fueron los ejecutores materiales de los magnicidios de Carrero Blanco o Aldo Moro (del presidente Kennedy aun no está claro), pero la autoría intelectual de los mismos apuntaría en otras direcciones. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios (Clausewitz dixit) el terrorismo, mal que nos pese y aun definiéndolo como queramos, también.

Todo atentado terrorista es único y tiene su propia lógica; nada ocurre al azar en la multívoca fenomenología terrorista. Más que ofuscarnos intentando interpretar el acto terrorista en sí y aun conociendo a sus ejecutores, aprenderíamos descifrando los vectores, es decir: ¿a qué intereses sirve cada atentado terrorista en particular…? Solo desde este prisma podremos vislumbrar algún atisbo de luz dentro de este sucio y complejo fenómeno. El terrorismo es, eventualmente y mal que nos pese, una rentable arma política al uso y el primer paso para combatirlo con éxito es admitir sin rubor ni complejos este desagradable supuesto. ¿Al Qaïda y el 11-M…?: su aparente reivindicación fue una hábil falsificación. Y el presunto suicidio colectivo de los magrebíes de Leganés (¡no hubo autopsias!) un forzado montaje para eliminar pruebas, hipótesis que entiendo fui el primero en apuntar en su momento y telefónicamente desde Martil (Tetuán) en una entrevista colectiva de RadioMadrid/Intereconomía, para asombro al otro lado de la línea del actual embajador de España en Nueva Delhi.

Los atentados del 11 de marzo de 2004, de los que este domingo se cumple un triste aniversario más, no escapan ni mucho menos a este planteamiento. Cada año es más evidente que su ejecución, coordinada y en el momento preciso, ni antes ni después, responde a técnicas y planteamientos muy sofisticados tras los cuales se escondería un frío y fino análisis de inteligencia respaldado por un gabinete de guerra psicológica ad hoc.

Es decir, el 11-M sería al fin y a la postre un atentado múltiple por encargo que entroncaría, en su vértice, con el terrorismo de Estado, verosímilmente al menos a dos bandas y con la obscena connivencia de algún sector de los servicios del país afectado. No sería la primera vez. Y los parámetros de la masacre del 11-M, sus vectores, responden a una calculada operación de inteligencia militar; a una elaborada “estrategia de la tensión” que nos retrotrae a la lacra del terrorismo “negro” y “rojo” en la Italia de los años sesenta y setenta del pasado siglo, con la matanza de la “strage” de Bolonia del 2 de agosto de 1980 como luctuoso precedente de la estación de Atocha, incluyendo probablemente el mismo tipo de explosivo que no fue precisamente Titadyne o dinamita Goma2-ECO, conocida también como Riodín, sino probablemente explosivo militar tipo C3 o C4, SEMTEX en su versión checa o PE4 británica, por ejemplo. De ahí las inusitadas prisas en destruir los vagones de los trenes explosionados, quizás a distancia.

Las continuas cortinas de humo, las interesadas informaciones de la trama mediática, las aviesas intoxicaciones de quienes, desde los aparatos del Estado, deberían velar por la verdad, los numerosos interrogantes y dudas razonables que rodean su planificación y ejecución, el incumplimiento de los protocolos más básicos en la investigación, la rápida destrucción de pruebas objetivas por un lado (los vagones afectados)… y la sorprendente aparición sucesiva de pruebas falsas por otro (furgoneta de Alcalá, mochila-bomba de Vallecas…), son reveladores exponentes de los esfuerzos desplegados al más alto nivel para ocultar la verdad: las pruebas de la versión oficial se han evaporado como el humo… y por si fuera poco, ni ETA ni Al Qaïda tienen capacidad para falsificar pruebas.

En síntesis: cuantas más explicaciones oficiales van surgiendo … el entramado menos verosímil parece. Intuyo que más de un veterano experto antiterrorista comparte éstas desazonadoras impresiones. La cruda realidad, conviene insistir en ello, es que los atentados de Atocha son un ejemplo de manual de lo conocido profesionalmente como “Falsa Bandera”. Solo bajo este prisma es posible empezar a arrojar algo de luz sobre esta tragedia. Naturalmente, también hay una serie de vectores que, debidamente analizados, nos muestran la imposibilidad incluso técnica de que los atentados fueran organizados y ejecutados por sus autores oficiales, más tarde oportunamente “suicidados” en Leganés. Curioso atentado islamista éste, ¡el único de su género en el que no hubo terroristas suicidas ni antes ni después!.

El 11-M es como una piel de cebolla, con diferentes capas, tras las cuales y en última instancia podrían estar las avezadas y cómplices manos de dos reputados servicios de inteligencia extranjeros… con altas complicidades en el aparato de seguridad español. Junto a una excelente campaña de mediática de intoxicación y desinformación de altos vuelos. Recapitulemos: ¿quién tenía el motivo?; ¿quién la doctrina?; ¿quién la oportunidad?. Y finalmente… ¿quiénes fueron los beneficiarios?.

En lo que respecta al PP y el PSOE, ¿qué siguen ocultando, por qué su cobardía y camuflado desinterés en arrojar luz sobre la mayor masacre terrorista de nuestro país?. Las terribles heridas del 11-M, sociales y políticas además del inmenso drama humano que supusieron, siguen abiertas y sin cicatrizar, supurando. El 11-M marca a sangre un antes y un después en la historia contemporánea de España; España no ha vuelto a ser la misma y quienes diseñaron intelectualmente los atentados calibraron perfectamente las consecuencias de esta tragedia: abacorar a la población, dividir al país y postergarlo de la escena internacional. Así, lo que hoy está sucediendo en esto que todavía se llama España, un Estado asimétrico y desvertebrado, cuasi federal, en el que sus ciudadanos ya no son iguales ante la ley sino tan solo en referencia al espacio geográfico que ocupan, solo es entendible tras el certero multiatentado terrorista del 11-M en Madrid, concebido por una mente brillante y perversa tras el que ha ido deviniendo, en cascada, el entramado político que seguimos padeciendo, mientras se intenta sepultar en el olvido a los casi dos centenares de asesinados en la brutal masacre. La España de estos últimos años junto al perfil de sus relaciones bilaterales con más de un país, no lo duden, es fruto maduro y consecuencia directa de los atentados del 11-M. El 11-M España, como potencia aun de segundo orden, fue brutalmente y sin apelación quitada de en medio… para tranquilidad de una cercana potencia decadente… y respiro de otra potencia cercana emergente, ambas con estrechos e históricos lazos. Mientras y desde el otro lado del Atlántico a verlas venir y dejarlas pasar, si bien la embajada de los Estados Unidos en Madrid se apresuraba, ¡apenas hora y cuarto tras los atentados!, a remitir correos telefónicos (SMS) a su personal y a los mandos de las fuerzas norteamericanas desplegadas en España, confirmando la autoría de Al Qaïda. Y desde La Moncloa sin enterarse.

Alimentar la memoria es mantener la esperanza. Poco más puede hacer este escribano del “limes” en memoria de las víctimas que insistir y recordar un año más, a tirios y troyanos, que la mayor matanza terrorista sufrida en España aun está, para vergüenza del Estado y toda la sociedad, sin esclarecer. Y a los hechos me remito. Así pues y mientras viva, ni es la primera ni será la última vez que me ocupe de la tramoya del 11-M como atestigua la hemeroteca de este medio. Ni olvido ni perdón.

Y por cierto: ¿está realmente claro cómo, por qué y en qué condiciones apareció en octubre de 2007, en Ceuta, el vehículo BMW blindado que Jamal Ahmidan, “El Chino”, utilizó hasta finales de enero de 2004…? Visto.
 

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