Sigo desde no hace mucho la trayectoria de este acuarelista
meridional y confieso que la primera vez que contemplé una
de sus obras creí que pertenecía a alguna de aquellas series
de paisajes que pintara con maestría el gran maestro
Manchón. Sobre todo por el dominio de los grises y los
matices azules brumosos con apariencia de nubes rotas, tal
vez por eso y porque le consideraba un pintor netamente
romántico al estilo de los paisajistas ingleses, me ha
sorprendido su colección “Crónica de luz” que viene a rozar
la abstracción en su “Interior con solera” o los aires
decimonónicos en el exquisito fragmento de “Casa Hassan”,
pasando a la melancolía en los sueños urbanos, porque los
paisajes urbanos pintados a la acuarela siempre han
resultado tristes, por mucha luz que se les quiera
introducir, es la pura tesknota polaca, ese sentimiento que
los franceses llaman “le cafard”, desvirtuando el
significado auténtico de una tesknota configurada por
sensibilidad, añoranza y profunda nostalgia.
Pero Pedro Orozco es meridional, por lo extraña que domine
los cielos nublados de infinitos matices con tan singular
delicadeza, los nubarrones del levante cuando azota en el
Estrecho alcanzan virtuosismo en su pincel y si alguien he
soñado alguna vez con Finisterre, el esotérico “fin del
mundo” surgido de las raíces celtas, ese “alguien” ha
imaginado una acuarela del maestro ceutí en lo más profundo
de su glándula pineal.
Cada obra adquiere así la consistencia de un sueño robado o
de un recuerdo dormido, hurta a la realidad fragmentos de
una Andalucía lorquiana o de la Lisboa vieja de la Plaza del
Comercio comiendo pasteles en una terracita y diciendo
“obrigado” cada dos por tres ¿Y a quien no le gusta Lisboa
en primavera y los jardines de Aranjuez en todas las
estaciones? ¿Y quien no se extasia ante el botín del pintor
que ha robado los “Campos de sol” cargados de girasoles?.
Mucho arquetipo anda metido de por medio de este “magister
scholarum” experto en sombras y matices que roba los retazos
de sueños que todos amaríamos ver desde nuestra ventana. ¿Y
por qué no enmarca el resultado de su pillaje artístico con
auténticos marcos de ventanas con sus postigos e incluso sus
persianas de esparto? Así, si estás en tu casa y quieres
siestear puedes echar el parasol para que la luz del cuadro
de Orozco no te deslumbre y te impida quedarte un ratito
traspuesto, ya saben “echando una cabezada”.
El pintor peregrino extendiendo su expolio de sueños por
todo el Mare Nostrum de las costas gaditanas a los
peculiares azules griegos y de ahí las incursiones
atlánticas, pasando por tierras de Tartesso. ¿Y para cuando
el terruño de cántabros y astures? Que la Iberia Vieja es
mucha Iberia Vieja y hay mucha remembranza ancestral
dormitando en cada rincón de la geografía dispuesta para ser
saqueada y plasmada sobre el papel humedecido. ¿Orozco,
ladrón de sueños? En efecto, convicto y confeso, las pruebas
son contundentes y no puede negar las evidencias.
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