Si uno quiere tener la tensión
equilibrada, es mejor no ver los telediarios ni los
programas de análisis económicos, tampoco leer la prensa
escrita y digital que en esa materia suscita lágrimas y no
precisamente de cocodrilo. Son fechas éstas de negro
panorama en que casi todo el mundo se cisca en la bolsillera,
vacía de contenido, rebosante de penas.
Si Grecia aguanta, España deja de tiritar e Italia ya no
digamos. Que si no la revolución toma las calles aunque
primero asome su negra pezuña. Que tira para atrás de hedor.
El interés es lo que prima, la generosidad hace aguas. La
envidia ya no es el peor de los pecados. La desplazó la
corrupción, que es líder mundial.
Poderosos hombres mono-tema, encumbrados en la vanidad
engolfada de monedas y que viajan a bordo de la estulticia,
también cegados de hembra nueva, la más astuta de los
mortales.
Pobres de comparsa nosotros, el pueblo llano, que no sabemos
vivir en sociedad.
Sólos y ante la coyuntura que muestra su lado cuasi trágico
tiembla el presente, y por eso nos reagrupamos en torno a la
familia, a la sazón salvadora única de nuestros intereses.
Cuánto impío personaje, cuanta llamada humanidad pestilente.
Sube como la prima de riesgo el odio efervescente, medicina
de infelices. No queda apenas respeto, ni tolerancia menos
aún amor al prójimo.
Si esto es el presente, qué será del futuro.
Bueno, por lo menos en verano hay Eurocopa. Aunque esto lo
afirme un desapasionado del balón, al que le da lo mismo que
ruede, salte, se pinche el esférico. O de resultas de un
balonazo certero a lo tipo Cantoná, se le rompa el apéndice
nasal al feo de la tribuna cuatro, que tanto reía el muy
tunante por la jugada de testosterona del francés.
Sálvese el que pueda. Porque visto el presente, me quedo al
fin con mi perro mestizo Yago, que además de serme fiel, es
juguetón y obediente. Aunque muerda.
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