El PSOE siempre ha hecho preponderar la “dedocracia” sobre
la “meritocracia” y colocado y recolocado a afines en
puestos para los que, la mayoría de las veces, no estaban
capacitados. Aunque no es honrado “hacer leña del árbol
caído”, en el caso de Sara Pupato está el mérito de haber
logrado poner de acuerdo a todos los sindicatos, aunque sea
en contra de ella y parece haber servido de catalizador de
todas las iracundias que la culpabilizan de los infinitos
fallos que ha venido arrastrando la Sanidad en esta ciudad.
Pero el que no sabe es como el que no ve y en la mayoría de
los casos tiene mucha más responsabilidad el que designa
alegremente y por afinidad a una directora general que ha
merecido un rechazo general, que la propia directora
general. O si no ¿Quien nombró a Luis Roldán, que carecía
hasta del bachillerato, cómo Director General de la Guardia
Civil? Es más, ¿está exento de responsabilidad quien designa
para un determinado puesto a una persona que no está
preparada para el mismo?. Son las sombras de la pésima
utilización del poder político, cuando los aupados por las
urnas se dejan llevar por el espíritu del INEM y usan con
prodigalidad la “dedocracia” para beneficiar con un jornal a
los amigachos, despreciando la “meritocracia” que viene a
ser un mix de inteligencia, talento y aptitud adobados por
la excelencia.
Sombras de “Familia Adams” cuando el llamado a utilizar “el
dedo” considera al “excelente” como un rival en potencia y
prefiere echar mano del “andar por casa” y del “de toda la
vida” sin injerencias externas que pueda desequilibrar el
delicado ecosistema de los privilegios. Y el que esté libre
de pecado, que tire la primera piedra.
Y no es que los sindicatos se hayan salido con la suya, sino
que la petición del cese de Sara Pupato alcanzaba las cimas
del clamor, pero lo evidente es que, nombrada por quien la
nombrara o nombrado por quien le nombre, cuando un cargo en
el ejercicio de sus funciones es excelente y todos se
encuentran satisfechos, el origen político de la designación
se obvia y a nadie le interesa, porque el cargo en cuestión
tiene méritos bastantes cómo para ocuparlo y hacer de él un
instrumento de buen funcionamiento. ¿Rechazaría alguien al
profesor Punset cómo Director General de Salud Mental en
cualquier Autonomía o en el propio Estado? Y Punset procede
de la izquierda, pero sobre su ideología se alza su valía
intelectual que es un factor que a todos alcanza y a todos
satisface.
No es el caso, Sara Pupato fue nombrada a dedo y a su vez
trató de amortizar la confianza en ella depositada colocando
a los que tuvieron que emigrar tras el Renacimiento y la
catarsis del 20N. Y habida cuenta que los sindicatos son de
izquierdas no existe sospecha de discrepancias ideológicas o
partidistas a la hora de tener con la ex directora general
una relación pésima, además de criticar con acritud cada una
de sus iniciativas a cual más desacertada, según los
sindicalistas.
Con la salvedad de que los errores han venido siendo la
tónica habitual durante el descansado Gobierno del PSOE,
desde la cúpula a sus aledaños autonómicos, de ahí a los
ayuntamientos y por medio en toda la Administración, lo
fundamental es que, llegado el “cambio”, este se materialice
con relativa rapidez a nivel de los dedócratas de la época
anterior y que se asuma con honradez el criterio único del
mérito a la hora de nombrar, designar, elegir o
responsabilizar. Porque el INEM de los allegados ha
funcionado demasiado tiempo a nivel nacional y siempre se ha
optado por el “colega” antes de optar por el politólogo al
que se ha considerado habitualmente un “enteráo-a-ver-que-se-ha-creído”.
Con la renovación se espera y se exige un “cambio” en la
gestión que ha de convertirse en “buena gestión” aunque el
electo sea un sij con turbante y sin opción política, pero
que lo merezca y sea excelente, ahí está el meollo de la
cuestión.
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