Hace tiempo, mucho tiempo que
participaba en las movidas catalanas con gente que hoy es
famosa, por una u otra razón, y era en tiempos en que mi
fuelle aguantaba cualquier embestida.
En aquellos tiempos, los políticos catalanes andaban como
hoy anda los abertzales vascos… reuniones clandestinas en
Perpignan, políticos camuflados entre españolitos que iban
‘sonados’ por las sirenas de los cines, que llamaban
pornográficos y que hoy en día no tienen más crudeza que una
película de dibujos animados protagonizados por los Simpson.
Eran tiempos en que cenaba en un restaurante semi
clandestino ubicado encima de un taller o garaje de la calle
Aragón, cerca del paseo de Gracia barcelonés, al que acudían
entre otros Manuel Fernández Chica (hoy Bibiana Fernández)
norteafricano como yo; un jovencísimo Antonio Banderas,
Carmen Maura y otros artistas llamados “progres” en la
época. Las chicas, cada cual mejor que la de la mantequilla
francesa del tango, no paraban de mostrar sus encantos con
atrevidos trajecitos de un dedo de palmo.
Las cenas que celebrábamos, así como los posteriores
tributos al dios Baco, eran como para enmarcarlas en obras
inmortales y siempre solía salir yo, casi con el dios Helios
asomando la ceja en el horizonte, más “groggy” que un peso
pesado después del combate del año.
Lo malo era que al día siguiente, o el mismo día por la
mañana, tenía que estar a las órdenes del entrenador del
equipo de fútbol en el que jugaba por entonces, así que
figúrense Vds. lo buen actor que, forzosamente, tenía que
ser yo.
Hoy, en que la libertad está rozando el libertinaje, me
encuentro muy sosegado aunque bastante molesto con quienes
consideraba mis amigos: los políticos de Convergència i Unió
(CiU). ¿Por qué?
Suelo participar en actos institucionales con relativa
frecuencia, normalmente me invitan a todos, y suelo
conversar con los socialistas Hereu, Escudé, Sala, etc., con
los convergentes Trías, Pujol… y con el pepero Arturo
Fernández Díaz y otros políticos que harían interminable la
lista.
Pues bien, cuando los políticos no son elegidos en las
elecciones de turno, suelen ser dicharacheros, campechanos y
de fácil comunicación.
Pero cuando son elegidos y ocupan cargos en las
instituciones de gobierno… suelen mostrarse distantes, fríos
y con carácter a lo Felipe II.
A excepción de los socialistas, que son sinceros aunque sean
presidentes o fregaplatos.
Pese a ello, me resulta incomprensible que los políticos de
CiU hayan destacado, últimamente, por su ausencia en actos
de carácter socio-cultural con tintes de españolismo.
En el último acto institucional socio-cultural, el que contó
con la presencia de Vicente del Bosque, noté una ausencia
absoluta de los políticos convergentes, mientras socialistas
y populares disfrutaban del acto.
Ignoro si será por catalanismo o por encontrarse,
verdaderamente, sin dinero y peleando con los peperos
madrileños por la financiación pendiente, pero es vergonzoso
que alcancen a ofrecer un desprecio concluyente hacia
instituciones que les han sido fieles largos años.
Por lo menos podrían haber enviado al conserje del Palau.
En fin, la vida sigue su curso, la gente sigue pendientes de
su presupuesto doméstico y los políticos del presupuesto
estatal.
Este artículo me ha venido en ganas escribirlo gracias a la
iniciativa de mi amigo y director de Opinión Digital, el
madrileño Miguel Ángel García-Sánchez. Se le ocurrió “meter”
un fotograma de “El último tango en París” en mi página de
Facebook con las consecuencias que Vds., queridos e
hipotéticos lectores, están leyendo.
Ojalá pudiera encontrar el elixir de la eterna juventud…
volvería al pasado pero en los tiempos actuales y,
verdaderamente, “El último tango en París” sería “El primer
tango en…”. El último lo celebraría dentro de una caja, tan
famosa, que suele aparecer en todas las películas de
Drácula.
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