Hay sitios en los que se respeta
mucho a la gente que gana dinero. Pues quien lo gana
demuestra que tiene ciertas cualidades. Pero tampoco es
menos cierto que en otros muchos sitios la gente que gana
dinero no está bien vista.
Es lo que a mí se me ocurre decir entre conocidos como
respuesta a quien acaba de recordarnos que en los tiempos
que corren no conviene hacer ostentaciones de ningún tipo.
Porque no está la situación para despertar rencores de las
personas que están sufriendo penurias. Que son muchas. Y lo
que te rondaré, morena.
Entonces, va alguien y dice, como quien no quiere la cosa,
que en esta ciudad hay una persona que lleva ya muchos años
ganando una pasta gansa y, sin embargo, cualquiera que no le
conozca es capaz de darle para tabaco y café.
Inmediatamente, quienes formamos parte de la reunión
preguntamos al unísono: ¿de quién hablas, se puede saber? Ya
que lo dicho nos ha despertado la curiosidad a todos. Hasta
el punto de que no cejamos en nuestro empeño de satisfacer
nuestro deseo.
Y, claro, acabamos por arrancarle al contertulio el nombre
del individuo que, según él, lleva años forrándose por
asuntos variados. Todos legales, que no se trata de insinuar
nada; pero a fin de cuenta no deja de despertar atención que
sea un sindicalista, precisamente, el hombre señalado por
percibir tanto dinero.
Sí, sé que tiene usted el nombre en la punta de la lengua, y
que si le doy unos segundos acertará de pleno; pero me va a
permitir que sea yo quien lo airee: se trata de Juan Luis
Aróstegui. Con lo cual se demuestra que es capaz de sacarle
rendimiento a sus cualidades.
Cualidades que deben ser muchas. De no ser así, sería
imposible que contara con ese grupo de seguidores, fieles
donde los haya -más o menos como los sevillistas con su
equipo- y que no se cortan lo más mínimo en decir que son
capaces de obedecer al sindicalista hasta la muerte. Vamos,
en plan secta.
Pero no creo que este sea el motivo para que alguien diga
que Aróstegui se embolsa cada mes una pastizara que de
hacerse pública daría que hablar lo suyo. De ningún modo.
Los dineros que percibe, quien cada año recibe tratamiento
de principalísima figura de la importancia en esta ciudad,
son, sin duda alguna, ganados en buena lid. Ya como profesor
y director de un instituto; ya como secretario general de
las Comisiones Obreras; ya como diputado asistente a los
plenos; ya como asesor de ciertas personas que saben
sobradamente que conviene estar a partir un piñón con quien
en un momento determinado será necesitado para que emprenda
una campaña favorable a sus necesidades.
Pues bien, en estos momentos, cuando los funcionarios
municipales se reúnen en asamblea y se les oye decir a los
cabecillas de la cosa que ha llegado la hora de formar una
asociación de funcionarios para meterle las cabras en el
corral a Juan Vivas, lo dicen porque desconfían de los
sindicatos. Pero especialmente, y lo sé de buena tinta, como
suele decirse en estos casos, por no fiarse ni un pelo del
secretario general de CCOO.
¿Motivo?... El siguiente: he oído que si hay alguien capaz
de darle la vuelta a la tortilla de las protestas por los
recortes que se avecinan, por pura necesidad, es Aróstegui.
Tiene cualidades.
|