Hacía mucho tiempo, pero mucho,
que yo no oía nada de María Antonia Palomo, con la
que hablé por última vez un día de agosto en la piscina del
Hotel Parador La Muralla. Pero hoy martes –cuando escribo-,
leyendo este periódico, he sabido de ella y de su arrebatada
defensa de los intereses de los funcionarios municipales.
Dicen las noticias correspondientes a la reunión mantenida
por casi un centenar de funcionarios de la Administración
local en el salón de actos del Ayuntamiento, que la ex
secretaria general de los socialistas se comportó más o
menos como lo hizo La Pasionaria en aquellos años
donde ya se presagiaban los males que iban a recorrer España
en todas las direcciones.
Se nos cuenta que la jefa del Área de Menores, con
vehemencia inusitada, se distinguió en su protesta contra el
Gobierno local. Es decir, que puso su palabra preñada de
ardores contra el atropello que quiere cometer Juan Vivas
eliminando los complementos específicos de cuantos trabajan
en la Administración local.
María Antonia Palomo, Premio María de Eza en 2009, y mujer a
la que siempre he procurado darle su sitio, quizá ofuscada
por hechos pasados, ha medido mal sus fuerzas y se nos ha
mostrado como fémina crispada que busca pelea a cualquier
precio.
Su discurso contra el Gobierno local, rodeada de compañeros
de trabajo, ahíto de irritación, no le hace el menor bien.
Es más, la pone en una situación complicada que ninguno de
los reunidos en el salón de actos municipal le va a
agradecer nunca.
Yo tengo la impresión de que mi estimada María Antonia se ha
dejado llevar por el ambiente caldeado y, dado que a ella le
hierve la sangre por sus frustraciones políticas, ha perdido
el oremus durante esa especie de asamblea en la cual llegó a
gritarse que sería conveniente empezar a sacar la mierda del
Gobierno.
La mierda del Gobierno, de éste y de los anteriores, la
conocemos todos. Como también conocemos la mierda
relacionada con los funcionarios que no cumplen con sus
obligaciones y que se han creído que han inventado la
penicilina. Afortunadamente, son los menos. Pero sí son los
primeros que se ponen al frente de una revolución que tiene
la misma fuerza que una gaseosa de posguerra.
Por cierto, a mí que se metan con Juan Vivas me importa un
bledo y parte del otro. Ya que el presidente no es
precisamente persona que me haga tilín. Y no me he cansado
de airearlo. Lo cual no me impide decirle a la jefa del Área
de Menores que se ha excedido en su actuación.
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