Un sábado corriente en que el
cielo, por la tarde, permitió que alguna nube loca se
deshidratara soltando un poco de agua, tacañamente, y
mojando un pequeño trozo de Catalunya, tan brevemente que a
los pocos minutos recuperó, la nube, el agua soltada,
evaporándola y secando ese pequeño trozo.de la tierra que ha
sido mi residencia durante largos años de destierro
sentimental.
Con esta corta descripción del tiempo reinante, me preparo
para asistir a la Cena de Gala que organiza la Federación de
Casas Regionales y Entidades Culturales de Catalunya, como
cada año por estas fechas, y con el aliciente de que se
otorgaría un galardón a la Casa de Ceuta en Barcelona por su
trayectoria conocida por todos.
Lo que no me esperaba, al llegar al cosmopolita Hotel Fira
Barcelona, totalmente copado por los asistentes a la
exposiciones y congresos que regularmente se celebran en el
recito ferial cercano de Montjuic, era encontrarme con un
personaje tan enorme, grande y lúcido del mundo
futbolístico.
Rafa Corral, el presidente de la Casa, no me dijo
absolutamente nada de esto y de ahí mi sorpresa de
encontrarme con mi amigo, porque amigo veraz lo es y al que
me une otros lazos que no son meramente deportivos, el
hombre que llevó a España conseguir el título de Campeón del
Mundo: Vicente del Bosque González.
El Marqués del Bosque, salmantino él, tres años más joven
que yo, resulta ser un hombre al que la fama no se le ha
subido a la coronilla.
Campechano y jovial, no duda en levantarse, con sus 1,84
metros de ‘altitud’, del sillón desde el que presenciaba el
partido Barça-Gijón, mientras espera el comienzo de la cena
de gala, para saludarme con todo el cariño del que es capaz
de desprenderse.
Si piensan que yo tenía una oportunidad de hacerle una
especie de entrevista… olvídense, porque a los pocos minutos
se vio rodeado de tanta gente, asistentes a la cena, que su
mirada me dio la consigna que ello sería imposible.
Tenía que pagar, Vicente, el tributo casi obligatorio de
todo famoso.
Ya dentro de los actos, que narro en la correspondiente
Crónica de Ceuta en Barcelona y en otro lugar de éste
periódico, destacó el afán de nuestro amigo Julio Ríos
Gavira, presidente de la Federación organizadora del acto,
porque todo siguiera el guión establecido de manera
impecable.
Por eso, por el celo de Julio, caballa donde los haya, el
acto transcurrió con toda normalidad, porque normal es que
Vicente del Bosque se vea agobiado, en todo momento, por el
alud de peticiones de autógrafos de los asistentes.
Tan agobiado se encontraba, aunque por su temple no lo
demostraba, que apenas me permitió, no él si no los demás,
entablar una conversación siquiera corta.
Prueba de ello está en que la guapa y monumental
presentadora de TV, que quería entrevistarle, casi se tiraba
de los pelos esperando la oportunidad de ‘cazarlo’. Aguantó,
la chica acompañada por el cámara, más de cinco horas a pie
de cañón sin conseguir disparar, siquiera, una salva.
Cuando me fui, aún esperaba nerviosa.
Me despido de Vicente del Bosque pidiéndole mandara
recuerdos a una persona que sólo él sabe… pero los caballas,
ceutíes de toda la vida, presentes en el acto insistieron
tanto en que les fotografiara con el seleccionador que no
tuve más remedio que aguantar media hora más gastándome el
dedo medio en el disparador mientras el índice hacía girar
el diafragma.
Bastante cansado, porque no estoy recuperado totalmente, me
pierdo en la húmeda noche barcelonesa mientras Vicente del
Bosque continúa enterrado en un marasmo humano suplicante de
su firma.
No dejo de olvidar mi encuentro con amigos como Jordi Hereu,
ex alcalde de Barcelona, Davíd Escudé, presidente del
Consell Municipal, Arturo Fernández Díaz, jefe del PP
barcelonés y hermano de Jorge, el ‘duro’ ministro de
Interior.
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