Era una noche negra, con muchos truenos y aguas oscuras,
cuando el sol más calentaba que se fueron todos aquellos-
que alquilan su vida a tiempo parcial por los jornales de la
administración -, en tropel a la casa del Mandamás.
Marchaban enfadados, pues sus congelados sueldos se
rebajaban, y por ello, y nada más que por ello, iban a por
algo que del todo ninguno nada entendía.
Llamaron a su puerta varias veces y con mucha insistencia:
¡Mandamás…Mandamás…Mandamás…ábrenos tu puerta por favor!.
Y esta al fin se abrió. Allí estaba el Mandamás en ropa de
cama, que a fin de cuentas esa era su misión en tal hora y
en tal día. ¿A que venís hijos míos, venís a por la jornada
partida o especial, o…acaso solo para protestar por alguna
reducción o subvención que según mi opinión a alguien le
correspondía o no?
¡No Mandamás… no Mandamás… no Mandamás…venimos buscando una
explicación, a una cosa que nos pasa y que no encontramos
solución!.
¡Tranquilos hijos míos, que esto no es así!. ¡Recordad que
yo nací en una ciudad dulce y marinera…!¡Y estas, son cosas
que pasan y sobre las que dejo que sean otros los que den la
pertinente explicación!. ¡Son problemas derivados del mas
allá!. ¡De otros señores que mandan más que lo que yo mando
acá!. ¡También, los sindicalistas liberados os lo dirán… que
esto no es obra mía, ya que ellos estuvieron conmigo en la
terrible decisión! ¡Sé que es duro para vosotros, pero así
son las cosas… unos ganan y vosotros perdéis, no queda otra
resolución!
¡Iros tranquilos, hijos míos! Dijo el Mandamás con alguna
esperanza. ¡Que yo me voy a la cama y allí con mi almohada
encontrare mi solución!. ¡Pero de las jornadas y de la
reducción de sueldos olvidaros, porque esto es algo ya
decidido por el equipo que dirijo y tenemos que rebañar los
euros que nos faltan!. Fueron sus últimas palabras y después
el Mandamás cerró la puerta ante sus narices.
No hubo ya más palabras, entre todos aquellos - que alquilan
su vida a tiempo parcial por los jornales de la
administración -, y el Mandamás. Luego los pobres
laboradores, se fueron angustiados a sus casas. La puerta
tras ellos se había cerrado y el Mandamás agotado de tanta
explicación en la cama se metió. Durmió, largo y pacifico,
ya que sabía que él, jamás tendría esos problemas domésticos
de económica reducción.
Y ahí, quedo la cosa, el Mandamás nada explicó, y todos los
demás -gentes sin importancia social -, se fueron sin saber
como encontrar a sus problemas solución. ¿Qué de qué, y por
qué y sobretodo para qué? pensaban para sus adentros cuando
cabizbajos se marchaban
Porque… ¿Qué es lo que pasa en el pueblo, cuando unos
pierden y otros en cambio viven de algo más que no es la
sola subvención? Además… ¿Dónde encontrar otro Mandamás, que
pueda darles solución o al menos una explicación de las
rebajas, de las pérdidas y de la salarial congelación?
Atrás quedan los días de bondad, bienestar y cesión. Donde
sin ninguna mala palabra el dinero sobraba y todos de la
caja vivían. Más ahora con la caja ya vacía, son los otros
tiempos de vacas flacas que ya la Biblia nos advertía. No
esperemos ayuda del Mandamás, ya que él tampoco lo advirtió.
¡Solo nos queda rezar al cielo y suplicar el milagro que
nunca llegará!
Pero, estas son cosas que jamás sucederán, porque en el
pueblo todos saben ya que en esa puerta nunca encontrarán la
solución, y nunca más a ella llamaran. Por eso, todos
aceptaran las cosas con gran resignación. Así, que estos
hechos no son más que una leyenda urbana más en la historia
de la ciudad del cuento.
Luego, al día siguiente, al otro día y…al otro, el Mandamás
siempre se despertaba viendo que todo seguía tranquilo.
¡Como él siempre deseo!. Y las gentes le aplaudían cuando el
Mandamás las calles recorría. Más todos se daban cuenta que
el invisible traje que siempre vestía, ya casi nadie lo veía
y que ante sus ojos desnudo, el Mandamás a sus miradas se
ofrecía. Y cuando el Mandamás notó, que su traje se deshacía
ante la mirada de los demás, desnudo rabiaba en la soledad
de su silencio.
Sin duda, la tuerca de la crisis se sigue apretando sobre
todos, y aunque solo la imprevisión ya merecería castigo.
Todavía… ¡Quedan aún muchos días más para llamar en la
puerta de la casa del desnudo Mandamás!. ¡Y… colorín
colorado el cuento se ha acabado! ¡Viva el carnaval!.
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