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OPINIÓN - SÁBADO, 3 DE MARZO DE 2012

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Otro cuento: ¡El mandamás, que rabiaba desnudo!

Por Ángel Díez


Era una noche negra, con muchos truenos y aguas oscuras, cuando el sol más calentaba que se fueron todos aquellos- que alquilan su vida a tiempo parcial por los jornales de la administración -, en tropel a la casa del Mandamás. Marchaban enfadados, pues sus congelados sueldos se rebajaban, y por ello, y nada más que por ello, iban a por algo que del todo ninguno nada entendía.

Llamaron a su puerta varias veces y con mucha insistencia: ¡Mandamás…Mandamás…Mandamás…ábrenos tu puerta por favor!.

Y esta al fin se abrió. Allí estaba el Mandamás en ropa de cama, que a fin de cuentas esa era su misión en tal hora y en tal día. ¿A que venís hijos míos, venís a por la jornada partida o especial, o…acaso solo para protestar por alguna reducción o subvención que según mi opinión a alguien le correspondía o no?

¡No Mandamás… no Mandamás… no Mandamás…venimos buscando una explicación, a una cosa que nos pasa y que no encontramos solución!.

¡Tranquilos hijos míos, que esto no es así!. ¡Recordad que yo nací en una ciudad dulce y marinera…!¡Y estas, son cosas que pasan y sobre las que dejo que sean otros los que den la pertinente explicación!. ¡Son problemas derivados del mas allá!. ¡De otros señores que mandan más que lo que yo mando acá!. ¡También, los sindicalistas liberados os lo dirán… que esto no es obra mía, ya que ellos estuvieron conmigo en la terrible decisión! ¡Sé que es duro para vosotros, pero así son las cosas… unos ganan y vosotros perdéis, no queda otra resolución!

¡Iros tranquilos, hijos míos! Dijo el Mandamás con alguna esperanza. ¡Que yo me voy a la cama y allí con mi almohada encontrare mi solución!. ¡Pero de las jornadas y de la reducción de sueldos olvidaros, porque esto es algo ya decidido por el equipo que dirijo y tenemos que rebañar los euros que nos faltan!. Fueron sus últimas palabras y después el Mandamás cerró la puerta ante sus narices.

No hubo ya más palabras, entre todos aquellos - que alquilan su vida a tiempo parcial por los jornales de la administración -, y el Mandamás. Luego los pobres laboradores, se fueron angustiados a sus casas. La puerta tras ellos se había cerrado y el Mandamás agotado de tanta explicación en la cama se metió. Durmió, largo y pacifico, ya que sabía que él, jamás tendría esos problemas domésticos de económica reducción.

Y ahí, quedo la cosa, el Mandamás nada explicó, y todos los demás -gentes sin importancia social -, se fueron sin saber como encontrar a sus problemas solución. ¿Qué de qué, y por qué y sobretodo para qué? pensaban para sus adentros cuando cabizbajos se marchaban

Porque… ¿Qué es lo que pasa en el pueblo, cuando unos pierden y otros en cambio viven de algo más que no es la sola subvención? Además… ¿Dónde encontrar otro Mandamás, que pueda darles solución o al menos una explicación de las rebajas, de las pérdidas y de la salarial congelación?

Atrás quedan los días de bondad, bienestar y cesión. Donde sin ninguna mala palabra el dinero sobraba y todos de la caja vivían. Más ahora con la caja ya vacía, son los otros tiempos de vacas flacas que ya la Biblia nos advertía. No esperemos ayuda del Mandamás, ya que él tampoco lo advirtió. ¡Solo nos queda rezar al cielo y suplicar el milagro que nunca llegará!

Pero, estas son cosas que jamás sucederán, porque en el pueblo todos saben ya que en esa puerta nunca encontrarán la solución, y nunca más a ella llamaran. Por eso, todos aceptaran las cosas con gran resignación. Así, que estos hechos no son más que una leyenda urbana más en la historia de la ciudad del cuento.

Luego, al día siguiente, al otro día y…al otro, el Mandamás siempre se despertaba viendo que todo seguía tranquilo. ¡Como él siempre deseo!. Y las gentes le aplaudían cuando el Mandamás las calles recorría. Más todos se daban cuenta que el invisible traje que siempre vestía, ya casi nadie lo veía y que ante sus ojos desnudo, el Mandamás a sus miradas se ofrecía. Y cuando el Mandamás notó, que su traje se deshacía ante la mirada de los demás, desnudo rabiaba en la soledad de su silencio.

Sin duda, la tuerca de la crisis se sigue apretando sobre todos, y aunque solo la imprevisión ya merecería castigo. Todavía… ¡Quedan aún muchos días más para llamar en la puerta de la casa del desnudo Mandamás!. ¡Y… colorín colorado el cuento se ha acabado! ¡Viva el carnaval!.
 

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