Y por qué “vándalos”? Por puro eufemismo baboso y como
sinónimo de delincuentes. Dar la denominación de uno de los
pueblos germánicos (suevos, vádalos, alanos, asdingos y
silingos) a simples malhechores me parece un agravio para la
Historia de Occidente. Pero son las miserias y las sombras
del “Lourdes linguístico” impuesto por los dictadorzuelos
del “pensamiento único”, los que nos llevan a utilizar
sinónimos edulcorados, cómo si llamar simple y llanamente
“delincuentes” a quienes cometen actos ilícitos, es decir,
delitos, fuera algo excesivamente grueso.
Ahora bien y desde la perspectiva del terrorismo urbano o
callejero que deberá tipificarse cómo delito que lleve
aparejado penas de prisión mayor res de manera automática y
sin posibilidad de libertad provisional por el riesgo de
reiteración delictiva, es decir, que los cabrones reincidan
y desde la perspectiva de un tipo de criminales que
destrozan, queman, atacan y causan un grave daño al conjunto
de la sociedad amén de generar miedo o terror en la
ciudadanía (de ahí el terrorismo urbano) lo mejor sería
comparar a esta gentuza con los hunos, que tenía bastante
más mala leche que los vándalos y que resultaban encima
bastante marginales por su salvajismo de tintes
asilvestrados.
Y en este aspecto hay que diferenciar entre la simple
“gamberrada” que no perjudica gravemente ni a personas ni a
propiedades y que si es de excesivo mal gusto puede penarse
con una multa y embargo, de lo que son conductas netamente
delictivas y que se encuentran previstas y penadas en las
leyes. Pero falta que los fiscales sean rigurosos en las
calificaciones de los hechos y comprendan que incendiar un
coche en medio de un campo puede considerarse un delito de
daños, pero hacerlo en un núcleo urbano, en una calle por la
que pasan transeúntes o ya para rizar el rizo delicuencial
en un lugar donde pueda ocasionar mayores daños y riesgo
para la vida humana, eso es un delito de incendios sin que
quepa otra lectura.
Y apedrear a vehículos policiales, autobuses, ambulancias o
bomberos es un atentado y pegar a un empleado público es un
delito contra la persona. De estos últimos hechos criminales
que he referido es de los que la ciudadanía abomina porque
producen miedo e incrementan la sensación subjetiva ¿o será
objetiva? de inseguridad.
El Delegado de Gobierno prometió “tolerancia 0” cómo en su
día hiciera el carismático alcalde Giuliani en la ciudad de
Nueva York. Pero el Delegado puede llegar con los instintos
de un ciclón y la Policía partirse los huevos actuando y
deteniendo a delincuentes, pero si no existe una clara
coordinación y unas directrices expresas de la Fiscalía del
Estado para endurecer el tratamiento de todos aquellos
hechos que generen alarma social, mejor que el último en
salir haga el favor de apagar la luz.
Y que no me vengan los redentoristas compulsivos acompañados
por los pastores evángelicos de la buena conciencia a clamar
sobre que “la sociedad es culpable” porque clamarán en el
desierto. Los ciudadanos no tienen culpa de nada. La pobreza
en sí es digna y honrada, trabajadora y profundamente
honesta y siempre recuerdo la cantinela de un mendigo que
suplicaba ayuda “Señorita, más vale ‘de’ pedí que ‘de’ robá”.
La marginalidad es algo bien distinto porque la pobreza no
es una elección sino una circunstancia que se puede
sobrellevar con la cabeza muy alta ¿No recuerdan aquel
antiguo dicho de “pobre pero honrado”?
La marginalidad por el contrario es una opción voluntaria y
no una situación sobrevenida, porque la pobreza y la
humildad no conllevan ni tienen por qué conllevar ni un
ápice de marginalidad. Para ser marginal y adoptar
comportamientos marginales “hay que servir”, por mi trabajo
he bregado entre chabolas que estaban encaladas, limpias
como los chorros del oro y las gitanas ponían a los niños
todas las tardes a hacer los deberes y si el maestro llamaba
para quejarse molían al hijo a palos, porque son los padres
quienes tienen por ley la obligación de inculcar los
principios, los valores, la educación y las normas de
convivencia.
La pobreza no se elige. Las conductas marginales, delictivas
y violentas sí. Se eligen o se derivan de problemas de salud
mental y al sociópata asocial o al psicópata dañino, no les
curan muchos billetes sino buenos médicos y tratamiento con
litio y mejunjes químicos por el estilo. El prestigios
Director de Salud Mental de Nueva York, Rojas Marcos al
hablar de delincuentes no compartía la idea de tantos de que
los comportamientos delictivos “siempre” se derivan de
patologías mentales, la tesis del médico es que “el mal
existe y la personalidad perversa también” mientras que los
psiquiatras alemanes van por la línea de que la personalidad
perversa es pura personalidad psicopática.
En todos los casos auténticos peligrosos sociales ante los
que la ciudadanía tiene que ser protegida por quienes
gobiernan. Con leyes, con cárceles o con manicomios para que
se curen, pero controlados por normativas férreas, como las
que existen en tantos países y que vienen a ser calcadas en
moderno de nuestra antigua Ley de Peligrosidad Social
¿Vandalismo en Ceuta? ¿Solución? “Tolerancia 0”, porque aquí
o conquistan la calle los delincuentes o la conquistan los
ciudadanos honrados.
|