Es la crisis. Las crisis. La gente
no habla de otra cosa que no sea de los recortes habidos.
Incluso ha vuelto a reverdecer laureles aquella frase añeja
de “Virgencita, déjame como estoy”. Y todo porque existe la
sensación generalizada de que las cosas se atascan,
rechinan, crujen, y están a punto de estallar si Bruselas
sigue pidiendo más sacrificios a los Gobiernos europeos.
Nunca antes unas elecciones autonómicas habían despertado
más interés que las que se van a celebrar en Andalucía, ya
mismo. Interés no basado en saber quién será el ganador, que
es algo ya más que dado por hecho que será Javier Arenas,
sino por el deseo temeroso de conocer en qué medida los
ciudadanos seremos maltratados, una vez más, por las nuevas
medidas económicas adoptadas por el presidente Rajoy.
Un temor fundado. Puesto que la gente, a estas alturas, es
consciente de que esas medidas están siendo mantenidas en el
cofre de los silencios, por impopulares y gravosas, con el
fin de que no se malogre el triunfo rotundo del Niño Arenas
en las urnas. Y, lógicamente, hay miedo. Mucho miedo.
Miedo que la televisión no se cansa de cundir. Hasta el
punto de que las personas propensas a deprimirse deberían
evitarla. Aunque sigo convencido de que la televisión,
aparentemente, es como el tabaco: se dice que es malo, pero
no se puede pasar sin él.
Alguien me apunta lo siguiente: “Cuanto más inquietas están
las gentes más conservadoras se muestran. De ahí que los
medios no dejen de dar noticias siniestras”. Tan siniestras
como achacables todas a los socialistas. De modo que tanto a
escala nacional cual local, cuando cualquier baranda
socialista decide abrir la boca se encuentra con la
respuesta marca de la gaviota: “Usted es el menos indicado
para hablar de política económica”.
A Guillermo Martínez, que es ahorrador de palabras,
la frase le ha venido que ni pintiparada para cortar de raíz
el menor intento de opinión al respecto de José Antonio
Carracao. Es decir, que lo tiene acoquinado.
De todo eso hablamos en la reunión que mantenemos en el
mentidero de costumbre. Conversación que nos sirve a los
participantes de la tertulia para verbalizar nuestras
obsesiones; obsesiones que actualmente están centradas en la
ruina económica que padecemos. En los males que aquejan a
quienes han perdido sus empleos; en quienes viven
angustiados porque se saben víctimas casi seguras de un más
que posible ere empresarial, y en el negro futuro que se
cierne sobre los jóvenes.
Al más joven de los tertulianos, precisamente, se le ocurre
hablar de solidaridad en los tiempos que corren. Y dice lo
conveniente que sería que quienes tienen empleos bien
remunerados hicieran un sacrificio en sus ingresos con el
fin de permitir que las generaciones ascendientes
encontraran un empleo. Sería un acto solidario.
-¿Solidaridad has dicho, y eso qué es?, responde otro.
Ya lo dijo Bertolt Brecht: “Para sobrevivir hay que
ser egoísta. Ya que la pobreza imposibilita la generosidad”.
Así que al Gobierno le corresponde cuanto antes olvidarse de
los errores socialistas y decirle a la señora Merkel
que trate por todos los medios de quitarse la careta de ese
calvinismo que nos está matando.
|