El roscón sigue vigente con
actuaciones de medios de comunicación pegados a la imagen
del toro de Osborne.
El increíble incremento de ataques al equipo de fútbol del
Barcelona, al club realmente, traen las lógicas
consecuencias de varapalos a los miserables.
Poca cosa ha sido lo del veto a Punto Pelota, contra el que
han clamando llorando, cuando existe un medio de
comunicación informativa regido por quienes no deben ni
pueden usar la ofensa y la mentira de manera gratuita.
Los “religiosos” de la COPE han recibido lo que tenían
merecido. Unos componentes que entran en la plantilla de una
empresa, regida por religiosos, cumplen los designios de
esos mismos religiosos de continuar mintiendo a lo largo del
ejercicio de su labor con resultado celestial de 200.000
euros de indemnización.
Ni hostias ni vino consagrado.
Euros a toca teja.
Decir que uno se dopa sin pruebas es demasiado vil y
miserable.
La exposición que hizo Josep Pedrerol sobre el tema del veto
barcelonista a los informadores de Punto Pelota, para mí, no
ha sido más que la explosión de un llorica que pretende
tomarnos el pelo con esas palabras y manejos de papelitos de
la Constitución… debería estar miope por las lágrimas ya que
de la redacción de los artículos constitucionales: “…
ofreciendo información veraz…” se la saltó limpiamente.
Todo esto que escribo hasta aquí no tiene nada que ver con
el encabezamiento de este artículo, ya, pero teniendo
mentalizado escribir sobre acciones políticas increíbles, me
sale lo del Punto Pelota en un momento álgido de indignación
por las maneras que tienen de informar, algunos medios
deportivos, aún con la verdad patente ante sus ojos.
La propuesta de la coalición política “Caballas” no dejó de
extrañarme cuando saltó a la palestra. Hace tiempo, cuando
aún existía un partido que tenía algo de Unión, algo del
Pueblo y algo de Ceuta, comenté que no se olía muy bien con
la existencia de políticos que, realmente, no se sienten
españoles aunque aparentaran serlo como el que más.
La estrategia política del juego del ajedrez es muy
delicada, amén de intrincada y, si no andamos ojo avizor,
todo sufrirá un vuelco el día menos pensado.
Camuflar el dariya marroquí en un cóctel académico de
estudio, inventario y difusión de una supuesta lengua
materna, el increíble árabe-ceutí… ¡vamos, hombre!,
empecemos por crear una Academia de Spanglish, que tiene
preferencia porque esta lengua viene existiendo desde la
invención de los USA.
Creo que comienzo a conocer a don Juan Luis Aróstegui Ruiz,
eminente político ¿ceutí? con fama de cascarrabias.
Personalmente no lo conozco.
Con su pensamiento de que Ceuta se siente cautiva de su
propia indefinición.
No voy a escribir atacando directamente, sólo quiero
preguntarle ¿qué entiende por perversión democrática? ¿Qué
clase de lengua es esa que pretende imponer sin conceptos
predefinidos, rotundamente, de su existencia? ¿En que se
basa en que una lengua inexistente, en realidad no es más
que unas pequeñas variaciones del dariya, sufra
hostigamiento institucional cuando, según Vd., es un rasgo
‘distintivo’ de la mitad de los ciudadanos ceutíes?
¿Cree Vd. que eso es hacer política en España? Si es así,
entonces no podríamos hacer nada para que el
hispano-romanesco, el moro-catalán, el quechúa-hispanosudamericano,
el hispano-mandarín, etc. sean considerados idiomas
institucionales en el país.
No se pase, señor Aróstegui. La historia habló durante mucho
tiempo de los afrancesados. No queramos hablar de los
marroquinizados. Es mejor que se dedique a la economía, es
lo suyo.
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