Ahora no en las inmediaciones de
Ceuta, pero sí en las cercanías de Melilla, donde se dice
que hay más de un millar de inmigrantes que esperan la
ocasión para colarse a la ciudad hermana.
Es el mundo que no cesa, casi podríamos verlo como un
intento de colonización, o una llegada al paraíso que vienen
buscando, aunque al final tengan que volverse, a la fuerza,
a sus tierras.
Mirándolo bien, es un hecho social que no sé como lo va a
estudiar la historia de los próximos siglos, pero esta,
casi, invasión de subsaharianos, que llegan a hacer hasta
miles de kilómetros para llegar a estas tierras, merece
tenerse en consideración, por cuanto docenas de ellos se
quedarán en el camino y llegar a lograr sus objetivos serán
muy pocos los que lo consigan.
Me dicen que la Guardia Civil ha alertado de la presión
migratoria y que denuncia que Rabat ha dejado o está dejando
de colaborar, en este sentido, con España.
Mal negocio sería este, porque si en el vecino territorio no
se les corta el paso, será en un día, en una semana o en un
mes, pero, al final, lograrán su objetivo, entrar a nuestro
país, sea a Melilla, a Ceuta o, en esas pateras, a
cualquiera de las costas del sur de España, en Andalucía.
Para que esto no se consume, necesariamente, hace falta un
interés y una colaboración al otro lado de la frontera, para
interceptar a todos los inmigrantes que se vayan acercando.
Y es que el problema sigue siendo muy serio, cuando mujeres,
bebés, menores, jóvenes y adultos se muestran hacinados en
esos tipos de embarcaciones en las que sólo ellos se atreven
a hacerse a la mar, para llegar ... a donde sea, si es que
llegan a algún sitio.
Pateras en acción, viajes con rumbo a lo desconocido que
pretenden que sea su paraíso, y todo ello apartado, muy
apartado de la razón.
Y no se trata de una docena de inmigrantes, ni de un
centenar, por muchos que estos nos parezcan, se trata de más
de un millar de subsaharianos que tratan de llegar hasta
España.
La idea que hay en los expertos de la Guardia Civil que son
los que más saben de todo esto de la inmigración
clandestina, es que ahora es el momento de aguardar, de
esperar la llegada de la primavera, cuando las condiciones
son mejores para poder realizar ese paso hasta este lado del
estrecho.
Con todo, hay que ser optimista, porque en invierno, en
primavera o en verano, las condiciones del mar no
garantizan, especialmente en ese tipo de embarcaciones que
ellos utilizan, poder pasar con seguridad hasta esta otra
parte.
La seguridad nunca existe, pero una seguridad que “venden” y
de la que se aprovechan ciertas mafias de la inmigración.
Esto sí que hay que cortarlo y con ello quedarían cortados
esos viajes, muchos de ellos “sin retorno”.
En esta ocasión parece que no es por aquí cerca, menos mal,
sino que los inmigrantes se hallan concentrados en núcleos
de zonas muy cercanas a Melilla, desde donde pretenden dar
el salto y es allí donde esperan hasta que llegue ese
momento oportuno para poder intentar llegar a Europa.
No me cabe la menor duda de que desde el otro lado de la
frontera de Marruecos se podrá impedir, mejor que desde otra
parte, que esos desplazamientos lleguen a ser una realidad.
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