El día anterior, fue primaveral. Con un poco de frío, eso
sí. Al mediodía, el calor se dejó notar, y la bufanda estaba
de más. Sobraba la ropa de abrigo. Aquella frase pasó a
formar, por derecho propio, parte de los anales de la
Historia de España. No se trataba de la “armada” española de
tenis, agraviada recientemente, sin venir a cuento, por
nuestros vecinos franceses quienes, en su mayoría, no nos
pueden ver, desde siempre. Es una envidia y odio visceral
que nos tienen de toda la vida. Se refirió a otra Armada
cuando dijo aquello de: “ no he mandado mis naves a luchar
contra los elementos”.
El día señalado para la inauguración del invernadero del
parque de San Amaro, amaneció y se presentó gris, y con algo
de frío desapacible. Parecía que no quería acompañar con
alegría al simpático acto.
Lució , pues, la jornada como queriendo recordar, con sus
visibles gestos que estamos en invierno y no en primavera. Y
que lo ocurrido antes, era cosa pasada en el tiempo y por el
tiempo. Aunque, como veremos al final, el estado de la
climatología acabó por arreglarse bastante.
El jefe
Por circunstancias del destino, tengo ocasión de observar a
una persona que es apreciada por los trabajadores por el
afecto y trato en la relación laboral. Nadie habla mal del
patrón. Mejor dicho, del jefe, que es como todo el personal
se refiere a él, con el máximo de los respetos. Es estimado
por todos. Que ya es decir.
Podría quedarse todas las mañanas en su cómodo despacho,
pero no es un profesional-funcionario de la Asamblea que
valga para estar sentado todas las jornadas sin salir al
exterior, a patearse con pasión los proyectos sociales . Es
un trabajador nato, pero de calle. Lo suyo, en mi opinión,
es estar a “pie del tajo”. Lo que, además, no hace de manera
contemplativa o desde su cargo de jefe. No se limita al
hecho de mirar cómo el personal realiza la faena. Es el
primero que se pone al frente de los trabajadores, y tanto
llega a meterse en la labor que, a veces, ocurre que hay
alguno que se queda en un actitud pasiva o relajada. Difícil
mantener el ritmo.
La tierra no era muerta. La tierra nunca está muerta. Diré
de manera más apropiada, que ese trozo de tierra estaba sin
utilizar, sin aprovechar. Como tanta otra que existe en
nuestra tierra.
Promocionar Perejil
El lado positivo de esta dura crisis para la gente llana,
sencilla y humilde, que es la que la sufre y padece, y no
los que han robado o abusado del rico pastel, es que se ha
producido una corriente ambiental popular que, o los
políticos saben interpretar y corregir cuanto antes el
actual estado de cosas, esos pasos a base de parches
interesados en la democracia, o la situación terminará por
reventar. Reinventar la actual democracia, tejida con
retales de chapuza.
La crisis no es, como se nos dice hasta la saciedad, sólo de
tipo económico. Su calado es mucho más profundo. Se trata de
que o se reinventa la democracia, o la actual dictadura
encubierta, acabará cayendo per se. Porque toda dictadura,
en sus múltiples versiones carnavalescas termina, más tarde
o más temprano, en el abismo de la oscuridad.
En España la democracia se vistió de disfraz desde el punto
y hora en el que la clase política hipotecó uno de los
pilares básicos de toda verdadera democracia, generando así
el caldo de cultivo para la corrupción. Claro, es ahora
cuando la crisis hace aflorar, entre otras cosas, tanta obra
faraónica que, merced al poder judicial, resquicio o tabla
de salvación y esperanza del sistema que queda entre tanto
escombro, nos enteramos de que las mismas no es que no
sirvieran para nada de utilidad pública contrastada. Se
prestaron a los fines de grandes presupuestos con
desorbitadas cantidades cuyo recorrido de ejecución e
inversión correcta del dinero, controlaban los vigilantes
del gasto que tenían, a su vez, que haber sido los más
vigilados. Es el enriquecimiento ilegal puro y duro a cota
del erario público. Se ha saqueado la rex publica por
piratas disfrazados de demócratas de toda la vida. Se han
despilfarrados los fondos públicos de la manera más alegre
que se pueda uno imaginar.
No hace mucho, se nos vendía que la casi totalidad de la
culpa de los males que nos aquejaban a los ciudadanos, eran
por causa de un tal y tal Jesús Gil. Un capitán mafioso que
sólo estaba metido en el mundo de la política y su
entramado, para “liquidar” en su propio beneficio, el buen
uso que se pudiera dar a los impuestos de los
contribuyentes. A la vista está que al muerto en la causa
del aprovechamiento desmedido y sin escrúpulos, le surgieron
muchos vivos imitadores, de calado. Al maestro del arte de
la “distracción”, le salieron y salen, alumnos aventajados
por todas partes, por doquier. Vamos, que das una patada en
el suelo, y saltan.
Son un grupo tan numeroso los “ buscadores-explotadores” del
“tesoro”, que la isla del Perejil podría llegar a tener
dificultades para acoger-alojar a tanto visitante “turista”
sinvergüenza como anda suelto. Habría que habilitar, con
carácter de extrema urgencia nacional, más islas para tal
menester. Como en Dubai donde se construyen maravillosas
islas artificiales, en las que se ubican villas a precio de
oro negro.
Podríamos los ceutíes pensar en promocionar la existencia de
la isla, por si en la Península no tienen donde confinar,
por falta de espacio. Existieron tiempos en los que nuestra
ciudad era tenida en cuenta, en los planes y folletos de las
agencias de viaje de la época, como lugar de presidio
fortificado, donde nos mandaban “los grupos” que componían
la “crema de la crema” del momento. Que todo sea por
promocionar “lo nuestro”, cara al turismo. Es del puerto
ceutí desde el cual salen diariamente las patrulleras para
controlar el islote. Aprovechemos que la isla del Perejil
tiene sabor de piratas, con todos esos contrabandistas que
buscaban refugio y protección. Algún uso habría que pensar
en dar a esa bonita roca abandonada en el mar, sobre la que
mantenemos custodia los españoles, a cambio de nada, y por
la que estuvimos a punto de entrar y desatar un conflicto
bélico.
La botella de Champan
Pero, en España sólo se controla, y bien que se lleva a cabo
la puesta en escena de la lupa para el gasto público, cuando
el dinero va destinado a ayudar a la clase más débil, a los
más necesitados. A ese segmento de la población sobre la que
Cafrune canta: “no es vergüenza ser pobre, más es vergüenza
ser ladrón.”
Les contaré, amables lectores, una historia ocurrida en
nuestra ciudad. Ejemplo de cómo funcionan los mecanismos de
control, sobre aquello que ciertamente interesa. En cierta
ocasión, un hombre que se disponía a hacer unas compras en
un supermercado indicado para tal fin, del Mercado de
Abastos, aportando con él una lista con los productos de
alimentación y otra con los de la limpieza del hogar, para
aplicar en otro establecimiento de la localidad, ambas
facilitadas por los Servicios Sociales, en base a una
demostrada situación personal de carencia, tuvo la osadía y
el atrevimiento de llevar-depositar en el cesto de la compra
una botella de champán, entre los artículos que había
cogido, atendiendo al listado suministrado previamente.
Al llegar a la caja se produjo la siguiente conversación:
Cajera.- ! Hombre!, ¿dónde va a usted con una botella de
champán?
Desconocido.- Ya sé que la botella de champán no figura
entre los artículos que figuran en la lista, pero si se fija
he compensado el precio y por el mismo valor, me he
permitido cambiar esta cosa y la otra , por la botella de
champán.
Cajera.- De eso nada, se tiene usted que limitar a tomar tan
sólo y únicamente los artículos reseñado en la lista, sin
salirse para nada de la misma. El listado de cosas está
perfectamente señalado y no es posible que nadie cambie
ningún producto por otro. Mucho menos por una botella de
champán.
Aquel hombre volvió a depositar la botella en su lugar
correspondiente en la estantería del supermercado, y se
marchó sin rechistar. Se fue con resignación y sin levantar
la voz. Así pasó en Ceuta. Era Navidad.
El invernadero del sol
Como digo, ese trozo de tierra de San Amaro, estaba
desaprovechada. Hasta que acertó a pasar por el lugar
alguien que se dijo aquello de que las ideas no son tales
hasta que se plasman en hechos.
Con muy poca inversión. Con el contento de unos trabajadores
del Plan de Empleo, y de Colaboración Social. Gente útil en
una sociedad que les niega la estabilidad laboral, con
planes laborales precarios, y con visos de
limosnas-propinas. Todo, pese a una manifiesta voluntad de
trabajar duro, y deseos honrados de ganar un jornal digno
con el que poder sustentar a las familias. Sin más ambages.
Agradecidos en sus corazones, no obstante. Dan gracias a
Dios por la suerte de tener algo con lo que ir tirando por
la vida difícil, para los trabajadores de bien. Son de una
pasta especial y, a buen seguro, que si tuvieran acceso a
esas cajas que han sido “chupadas”, no se les ocurriría
meter la mano. Con materias primas-herramientas sin grandes
complicaciones. Con entusiasmo, se fue levantando un pequeño
pero coqueto y suficiente, para las necesidades,
invernadero.
De unas edificaciones al estilo de esas propias de los
faraones que, en estos duros momentos para las economías
domésticas, vemos con asombro que se han construido por ahí
para nada, se había pasado en Ceuta a una obra de corte
sencillo pero eficaz, que nada tenía que ver con las del
antiguo Egipto. Un grupo de niños sonreían y festejaban lo
beneficioso de contar con un invernadero que calentaba sus
corazones pues sus ilusiones se habían hecho realidad.
-Tenemos- decían los niños- un bonito invernadero en el que
aprender muchas cosas para poder plantar.
Un invernadero al sol de la semilla. La de la vida futura,
con integración, trabajo digno, y paz.
Pero si las desgracias no vienen solas, el sentimiento de
júbilo tampoco. Los niños no sólo se vieron felices con su
especial “huerto”. Encima, el presidente de la Ciudad en
funciones, en el momento de la inauguración del invernadero,
el concejero de Economía y Empleo, Premi MIRCHANDANI, y el
viceconcejero del área, Rachid AHMED, asisten al pequeño
acto ratificando ambos el compromiso de seguir en la línea
de los proyectos sociales que reclama y agradece toda esa
gente sencilla que compone y da forma a un pueblo. El de
Ceuta.
¿Saben ustedes, amables lectores, cómo terminó el acto? Se
sirvió un refrigerio de coca cola y fanta de naranja , con
unos paquetes de patatas fritas. ¿Cabe algo más sencillo,
pero grande? Un grupo de niños de Ceuta disfrutó. A todo
ésto, don Invierno que se había presentado en un principio
con cara de poco amigo, quiso también sumarse a la
entrañable fiesta y permitió gentilmente que unos rayos de
sol calentarán aún más el ambiente en torno al invernadero.
Tan sólo faltó que se hubieran servido unas perdices para
ser perfecto el día, para que se hubiera apuntado un 10.
Y es que ésta oportuna iniciativa social de Ceuta, tuvo
cierta semejanza con los cuentos, de lo brillante por
emotivo, que resultó.
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