En las últimas fechas de ha venido
teniendo noticias de una serie de actuaciones policiales,
fue detenido el presunto secuestrador de un marroquí, que
quedó en libertad, el presunto autor de incendios, imputado
tan solo por sustracción de piezas y también en libertad,
los dueños de los desguaces supuestamente libres. Y ello
provoca una gran incertidumbre porque se ignora si la
Policía se retrasa a nivel de Gabinete de Prensa a la hora
de anunciar las operaciones (se simultanean la noticia de la
detención con la puesta en libertad por el Juzgado) o si el
criterio judicial a la hora de considerar unos hechos que
provocan grave alarma son excesivamente liberales.
Para la crítica furibunda e improductiva siempre hay alguien
con la lengua suelta o el dedo que da a la tecla cargado de
resquemor. Se zahiere a veces sin atender a razones ni a
razonamientos, pero luego, cuando el esfuerzo policial
comienza a dar sus frutos, se actúa sobre una serie de
desguaces descontrolados, van dilucidándose tesis e
hipótesis sobre oscuros y ahumados intereses que laten tras
la quema de vehículos, las cábalas se convierten de indicios
en pruebas al contrastar la teoría con la realidad y la
tarea parece exitosa, todos callados como las putas. Tal vez
porque la noticia no tiene continuación.
¿Desconexión entre poderes u oscuras rencillas en base al
pecado capital nº1 de los españoles, que es la envidia ?. Ya
lo decía y advertía el inolvidable Fernando Díaz-Plaja,
conocedor como nadie de las tripas que gastamos los
celtíberos ¿Recuerdan el éxito que tuvo “El español y los 7
pecados capitales”?
Pero... “El hombre propone y Dios dispone” de nada sirve que
se haya cazado a un presunto pirómano, ni que en los
desguaces se acumulen piezas de incierta procedencia si la
Policía mete a los detenidos por una puerta y la Justicia
los saca por la otra.
Si el criterio de la Fiscalía y de los Instructores se
endurece sobre todo en atención a una “auténtica” alarma
social, el efecto-rebote de los ingresos en el Hotel la Reja
es que los delincuentes se lo piensan dos veces. Sean
mayores o se escuden aún teniendo los huevos negros, en el
engendro de la Ley del Menor. Prisión o Centro de
Internamiento, más plantearse el riesgo de reiteración
delictiva y asumir que causan más temor unos criminales
sueltos como los que arrojaron aguarrás en la cara a una
señora para robarle, con el riesgo de dejarla ciega, que un
delito contra la salud pública con muchas escuchas y muchos
seguimientos de por medio. Todos los actos delictivos son
reprochables y exigen una punición, pero aterra más el que
te ataquen en medio de la calle y te apaleen para robarte,
apedreen un autobús lleno de pasajeros o entren en una casa
a atracar, que ese otro tipo de hechos punibles a cuyos
autores no se les pasaría jamás por la cabeza robarle a una
señora o cometer actos violentos contra los moradores de una
casa, por no hablar de los incendios de vehículos que ponen
en riesgo las vidas humanas. Lo que implica violencia contra
las personas o agresiones de cualquier tipo tienen una
repercusión directa en el grado subjetivo de valoración de
inseguridad o seguridad ciudadana.
Las grandes operaciones con repercusión mediática y en
titulares son golosas y bastante deseables, pero el peligro
que representan veinte ladronzuelos violentos sueltos por la
ciudad es mil veces superior al de quienes puedan ser
imputados por un espectacularísimo “blanqueo” o por ir
pilotando en lo alto de una goma llevando a bordo lo que no
se debe llevar. Resulta casi patético decirlo pero un tipo
al que aprehenden con una tableta de hachís tratando de
embarcar no es probablemente un perfil de criminal agresivo
capaz de golpear con saña a un viandante para robarle 20
euros y el reloj.
¿Y quien asusta más? La detención de individuos por robo con
violencia o con fuerza y agresiones siempre hace
experimentar una sensación de alivio, porque hace presumir
que hay “uno menos en la calle”, es el tipo de delitos que a
todos afecta por igual (menos a los privilegiados que van
con escolta) y que representa un auténtico peligro.
Pero lo que resulta desolador es que la nota informativa
policial llegue prácticamente el mismo día de la noticia de
la libertad del o de los tipos, con los riesgos de
reincidencia que conlleva. La sociedad exige y merece
seguridad y si la seguridad pasa por meter entre rejas a
varios miles de indeseables que transforman nuestras
ciudades en lugares siniestros y peligrosos, ya están
tardando. No interesan tanto el anuncio de las
macro-operaciones con grandes delitos fiscales de por medio
(el delincuente económico ni viola ni mata para robar) sino
un reguero de prisiones incondicionales para el delincuente
de a pie de calle, bajo perfil, casi indigno de aparecer en
las noticias pero potencialmente explosivo porque es el que
puede atacar a una jubilada cuando viene de sacar del banco
el dinero de su pensión.
Ni los delitos económicos ni los alijos entran en las casas
para apalear a los moradores y robar, ni rondan por las
zonas de copas con la navaja camuflada para armar gresca. Y
es que las leyes van por un lado y el sentimiento subjetivo
de inseguridad por otro. Eso es evidente, y la evidencia
motiva el que sea deseable una mayor coherencia entre
poderes Ejecutivo y Judicial, tanto a la hora de actuar como
a la hora de informar.
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